martes, 23 de diciembre de 2008

Lazzaroni Alicia



HOTEL MIRAMAR

Llegamos al hotel una noche de esas en que despuntaba un otoño casi lunar en Santa Cruz.
Volvíamos de hacer un relevamiento turístico en la cordillera. Durante la interminable jornada de viaje a través de la estepa por caminos de ripio nos habíamos cruzado con muy pocos automóviles, dos parejas de motociclistas cubiertos de tierra, un colectivo con turistas, guanacos y choiques, esos pequeños ñandúes patagónicos que desaparecen velozmente entre las matas de coirones.
Cuando ingresamos a la ruta 3 para bordear la costa, era noche cerrada. Estábamos cansadas de dormir incómodas, de a ratos, mientras alguna de las tres manejaba en el silencio interrumpido de tanto en tanto por la música de una emisora radial que nadie escuchaba. La somnolencia se hizo espesa. Necesitábamos dormir en una cama, desplegar los sueños sobre una almohada como un mapa confiable, anclar por unas horas a un puerto firme. Cuando divisamos las luces de un pueblo, luego de doscientos kilómetros de avanzar en medio de la oscuridad, ya habíamos decidido pernoctar allí.
El chico que atendía el surtidor nos recomendó un par de hostales y una casa de familia en los que podríamos descansar. Cuando nos íbamos recordó un hotel nuevo, limpito, frente al mar.
El hotel Miramar estaba en la esquina de Roca y Sarmiento, junto a una plazoleta que tenía un monumento. Las dos plantas del edificio no lograban alterar la suave curva de la costanera con su boulevard sin árboles, ni la cuadrícula muda de las baldosas. A unos metros, las siluetas de unas hamacas se mecían, espectrales, bajo la noche fría y estrellada. Enfrente se adivinaba el vaivén trabajoso del océano.
Bajé yo a preguntar si había habitación. El ruido del motor del vehículo retumbaba en mis oídos como las olas lejanas que se escuchan dentro de un caracol gigante, haciéndome perder ligeramente el equilibrio. Cuando abrí la puerta, la luz del recibidor me hizo doler los ojos. Al no ver a nadie aproveché para respirar hondo, estirar las piernas y los brazos. Pronto logré recuperarme y seguí el pasillo hasta el fondo, donde estaba el comedor. El inmueble parecía aún sin estrenar, con sus paredes claras y despojadas. Me detuve frente al mostrador esperando que alguien me atendiese, mientras los pocos comensales abandonaban de a poco el confortable salón. Una arcada comunicaba con la cocina. Podía escuchar el trajinar agonizante de la cena, apenas un leve entrechocar de platos de buena loza, hervores que se desvanecían entre alegres susurros, alacenas que se cerrarían hasta la próxima comida. Las luces, los sonidos y los aromas me colmaron de una absoluta placidez. Rogué que hubiese lugar. Una mujer rubia con aires de alemana se levantó de una de las mesas y dijo que habíamos tenido suerte, se había caído una reserva y disponía de dos habitaciones dobles libres.
Mientras nos preparaban unas omelettes dejamos librada al azar nuestra ubicación. La tira de papel más larga me recompensó con la exclusividad de un cuarto para mí sola en el primer piso. Las chicas quedaron en la planta baja. No tuvimos energía para el postre ni la sobremesa y nos fuimos a acostar enseguida.
Estaba tan cansada que a pesar de lo bien que me hubiese venido un baño antes de dormir, lo postergué para la mañana siguiente y me tendí enseguida entre las sábanas. Creo recordar que intenté leer, pero el libro era demasiado pesado y cayó al piso. Me dolían los brazos por el esfuerzo de manejar en el ripio con el viento en contra. Encendí el televisor pero lo apagué enseguida. Las voces me resultaban ensordecedoras luego de las excesivas horas de silencio. Comencé a adormecerme arrullada por las escasas señales de vida de ese pueblo casi desierto que, nadie sabía cómo, abastecía a un centenar de estancias esparcidas por los alrededores con sus ovejas y sus pálidas casas. Me dormí; al menos no recuerdo nada más sobre esa noche.
Creo que dormí bien. Y si digo creo es porque cuando me desperté, mientras la franja de cielo rosado del amanecer se traslucía a través de las cortinas, sentí mucho frío. Un frío punzante, desacostumbrado, casi irreal, que me paralizaba por completo, como si fuese un armazón de estalactitas el que sostuviera mis músculos inertes y la sangre se escarchase en su recorrido cada vez más lento por el interior de mi cuerpo. En medio del sopor del sueño sólo atiné a tironear como pude de la campera que la noche anterior había dejado en el sillón. La coloqué sobre el acolchado y volví a hundirme en el sueño.
Dormí hasta que me despertó el sonido del celular. Ana y Silvia me llamaban para desayunar. Con la barbilla temblorosa les dije que no me esperasen, que me bañaría. Al abandonar mi tumba nocturna noté mi carne helada, sin sensibilidad, casi muerta. Las sábanas estaban húmedas y en partes mojadas. Cuando entré al baño caldeado sentí que regresaba de un paraje distante y extraño situado más allá de mi cuarto y del hotel Miramar, de la Patagonia y de la vida misma. Permanecí en la ducha cerca de veinte minutos, frotándome los brazos y las piernas con mi esponja hasta que se pusieron rojos y comenzaron a arderme.
En el comedor mis compañeras ya habían terminado el café y miraban somnolientas un barco que se acercaba.
-No pudimos dormir-dijo Ana.
-Imposible con tanto calor-completó Silvia.
Pensé que era una broma o que habíamos enloquecido al unísono, como si fuésemos un pequeño coro que interpretara diferentes fragmentos de la misma canción disparatada.
En la habitación que compartieron había hecho tanto calor, contaron entre ambas, que a eso de las tres de la mañana se despertaron bañadas en sudor y sedientas. Ana había intentado llamar a algún empleado para pedir unas gaseosas, aunque nadie le contestó. Cuando se asomó al pasillo y vio la recepción a oscuras pensó que al lugar no llegarían huéspedes pasada la medianoche y que no habría nadie despierto. Hasta trataron de comunicarse conmigo, pero yo no había escuchado nada durante mi incursión al reino de los hielos. Al intentar tomar un baño frío, Silvia había comprobado que sólo podía abrirse el grifo del agua caliente; del otro sólo surgían pequeñas nubes de vapor. Las sábanas estaban pegajosas como si hubiesen dado albergue a un afiebrado pasajero. Así es que optaron por pasar el resto de la noche sentadas en las camas, respirando por la ventana entreabierta el aire fresco que empujaba el mar. Cuando amaneció, mis compañeras habían salido del cuarto para esperar la hora del desayuno. Apenas había aparecido la mujer de la noche anterior, tal vez la dueña o encargada, se quejaron porque el calor las había privado del descanso que tanto necesitaban. A ella le pareció raro, dijo que en el hotel todo era nuevo, hacía un mes que habían abierto y no había escuchado a nadie quejarse por la temperatura de las habitaciones; hasta ella había dormido en el edificio sin notar nada raro.
Cuando les relaté mi experiencia, las chicas no lo pudieron creer. Al principio las confundió el contraste de nuestras situaciones y querían que también me quejase por el servicio, pero no les hice caso. El hotel Miramar me gustaba con su forro de chapa gris y creía haber descansado igual pese al entumecimiento.
Mientras Ana y Silvia salieron a cargar el equipaje me acerqué a pagar al mostrador. La alemana se esmeraba con la factura y yo le miraba el pelo finito cortado parejo cuando me llamó la atención una fotografía en blanco y negro enmarcada y colgada sobre la pared. Era de un viejo edificio de dos plantas, de chapas con la pintura descascarada, como todas las viviendas de la zona. Alguien había escrito sobre la imagen “HOTEL MIRAMAR”.
-¿Cómo?- dije asombrada-¿Hubo otro Miramar?
-Sí-contestó con parquedad la mujer-hubo dos más.
-¿En el mismo lugar?
-En el mismo. ¿No ve el monumento?
-¿Y qué les sucedió?
-Al primero se lo llevó el mar una noche de tormenta, durante una marea extraordinaria. Aún no habían levantado el muro de contención. Fue en 1934. El otro se incendió en 1968. No se pudo salvar nada.

Al escuchar esas palabras deposité mi mochila en el piso, dispuesta a enterarme de algo más. Quise abrir la boca para preguntar pero la mujer me hizo saber sin decir nada que no tenía intenciones de continuar refiriéndose al tema. Luego se sentó y encendió la radio.

Durante el trayecto hasta el auto decidí que tampoco yo hablaría del asunto. Hay secretos que no pueden develarse en forma impune, es decir, sin que la percepción de nuestro mundo se modifique de una manera brusca, como el que encerraba el Hotel Miramar y yo había atisbado. Tampoco hubiese sabido cómo explicarles a unas jóvenes que aún creían en la vida eterna que esa noche habíamos dormido en dos alojamientos diferentes, hermanados por la misma ubicación y el mismo nombre, pero apartados por décadas de distancia y tragedias disímiles. Las incongruencias del sueño nos habían empujado del otro lado del abismo con la intensidad de la muerte. Ellas se habían sofocado en el aire irrespirable producido por las llamas mientras yo me congelaba en un cuarto que había sido invadido por el mar con toda su saña. Mientras dormíamos tranquilas, creyéndonos cerca, nos habíamos desconocido para irnos tan lejos como cada noche nos llevan los sueños, a espacios que tal vez no existan en la realidad del mundo físico pero que recogen la huella imborrable del pasado y los deseos. Ninguna había tenido idea de lo que nos esforzamos esa noche para evadirnos de las desdichas de los pasajeros que nos antecedieron en los cuartos de los hoteles, de los fantasmas contra los que luchamos, de nuestras estrategias para poder despertarnos y volver a la vida.



Nací en La Plata pero desde chica vivo en Ushuaia, lugar al que sin duda pertenezco. Soy patagónica de los pies a la cabeza; pasando el río Colorado el aire me agobia. Me gusta sacar fotos de casas de chapa de gente que no está más y averiguar sus historias. Los archivos me hacen agua la boca. El aire libre también. Me gusta andar por las rutas con el único apuro de mi imaginación, caminar por la playa helada, el bosque, la estepa y leer crónicas de viaje.

lunes, 22 de diciembre de 2008

Pinto Alejandro



GRAVEDAD EGO


Cierto que todo sigue,

no soy el último

ni el siguiente,

estoy entre las caras

de una ventana fría

y mentirosa.



DOLOR JUSTICIERO


Del fondo de la cueva,

un ángel desplumado aquella piedra

arrojada al océano tibio

del cielo, ahora flota

una pluma, ahora creo.



NAUFRAGANTE

Es un hombre sumamente creativo

de ojos pinceles,

de labios orquesta,

de dados redondos,

de nubes tranvía,

de soles limosnas,

de pipas con puertas,

ventanas y escenas.


Es un hombre o no es un hombre,

es una imaginación

un toro con alas

un cuervo de paja.


Es una copa de alcornoque

y un corcho de cristal.


No es un hombre y aún no sabe que es

la luz que resbala en la sombra,

el sonido del oído

cuando el viento no lo encuentra.


Cree que es un hombre, aparenta,

responsable, incoloro, predecible y dice:

-¿quién no?-,

olvidando quien era.



MORALEJA ANTICIPADA

Es la ``i´´ muerte:

idealizada irrefutable inevitablemente,

invasora indiferente, ignota idólatra,

interina, y y y y...



Me intercepta con su búfalo invisible

amenazando mi frente. Estoy que muerte.

O morí parido con piel de gallina, o viviré pronto la era

del presentimiento que voy a irme.



Inter inhibitoria ilesa.



Hallé petróleo escarbando en el salón principal

desde donde se extienden los pasillos de mis sentidos.


¡Ilusionista!



DESNUDA

Observándote,

Diciéndome a los ojos tu bella escultura,

Al alma tus labios,

Tu piel a mis manos,

Y decirte al oído el amor.



Decorarme atardecida desnudez,

Untarme en el lienzo de tu cuerpo crepuscular,

Y repetirte jadeando al oído el amor.



El 18 de marzo de 1988 nací en la ciudad que hasta hoy me contiene, Rio Grande - Tierra del Fuego. Me dedico a la escritura desde hace unos 4 o 5 años, los motivos por los cuales me incliné a la poesía son, creo, los mismos que empujan a todos los que alguna vez se animaron a plasmar sus latidos en algunas líneas, simplemente porque le sirve a mi alma, la alimenta, la refleja y la evoca.

Para involucrarme más con este mundo bellísimo de la poesía, me arrojé al entrenamiento con mi musa en algunos cursos y talleres (algunos de los pocos) que se hicieron en esta ciudad. Tuve el agrado de ser invitado más de una vez a recitar en eventos y muestras de la gente artista que transita las calles fueguinas y en una oportunidad edité a fuerza de pulmón un poemario de carácter independiente titulado ``Provisiones´´.

Uno de los concursos más gratificantes, espiritualmente, que logré asaltar y obtener el primer premio, fue el organizado por La Universidad Trashumante titulado ``Memoria Joven, poesía y narrativa a treinta años del golpe´´. A medida que mis escritos iban creciendo los fui publicando en revistas culturales locales como ``La Movida´´ y ``La Columna´´ de las cuales estoy profundamente agradecido, no por mostrar mis trabajos, sino por prolongar el latido de las letras sureñas.

Actualmente estoy editando y distribuyendo de manera libre y gratuita una pequeña revista llamada ``Pluma´´ donde se recopilan las obras de los escritores fueguinos, que últimamente, y más por parte de la juventud, está creciendo con una calidad y cantidad fascinante.


ESCRITORES QUE PERDURAN EN MI SONRISA:

Oliverio Girondo, Macedonio Fernández, Edgar Bailey, Alejandra Pizarnik, Julio Cortázar, Julio J. Leite, Augusto Alazard, Alberto Alem, Franco D` Addario, y muchos más...

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Moisés Juan Carlos


















EL VIAJE EN CAMIÓN

En memoria del poeta Francisco Madariaga


-¡Eh, eh! ¿Nos lleva?
El que maneja aprueba con un gesto y trepamos a la caja antes de que se arrepienta. Por poco no caemos encima de otros que duermen contra la baranda, bajo un toldo. No saludan cuando caemos irrumpiendo como bultos en las tablas de madera. Nos quedamos inmóviles, de pie, y callamos. El viaje es en la cima con el viento en la cara, hasta lagrimear. Seguimos un camino prestado, el de los que viajan a dedo sin un peso en el bolsillo. Digo algo del aire frío y de la suerte que haya pasado por la ruta este camión destartala­do, después de haber esperado un día entero en el medio del camino sin poder avanzar, sin poder retroceder. Los desconocidos son tres, como nosotros, y ninguno dice nada, como si no me hubieran oído o como si no quisieran oírme. Una lona suspendida sobre la baranda los cubre y bajo esa sombra sus rostros se desdibujan. Están agazapados en la caja y parecen no tener nada que decir. Ni se inmutan. Nada. Vamos, si es que vamos, al próximo pueblo, hasta donde sea capaz de llevarnos el camión, o ese chofer con cara de entusiasmo que cree en el camión como si creyera en sí mismo. Nuestra idea es visitar los paisajes de la cordillera. Pero no sabemos hasta dónde va el camión, ni preguntamos. Así que vamos en estos caminos de precordillera, entre el alivio de estar en movimiento y la incertidumbre de no saber la dirección que llevamos. Mientras tanto, nada que oír, nada que decir. Por las dudas, mejor que no lo digamos. Masticamos el polvo que se levan­ta del camino; será por eso que ellos no abren la boca. Uno me mira feo, no duerme bajo el poncho como los otros. Ni el traqueteo lo desacomoda, encajado entre la baranda y los cuer­pos pesados de sueño de sus dos compañeros. ¿Habla? No habla. Ni nosotros hablamos. Los desconocidos nos han sacado las ganas de hablar. ¿Y los que van en la cabina? Ni tiempo tuvimos de verles las caras. En el medio, nosotros. ¿Es a lo que se le llama estar en el medio de la nada? En medio de algo debemos de estar. Algo, sin embargo, sabemos: que estamos en este camión, que acaso sea ninguna parte. En términos de realidad parece un camión, y acaso lo sea. Como si hubiéramos caído del cielo, literalmente. O como si anduviéramos buscando problemas donde no nos llamaron. Pero también sabemos que por fin estamos en movimiento. Recorremos kilómetros, leguas de picada, tapados de tierra, con los ojos chiquitos, los pliegues blancos bajo los párpados. Es todo lo que sabemos. Ni siquiera sabemos quién nos lleva ni quiénes nos acompañan. Y aunque quisiéramos parar el camión, no nos oirían, ni golpeando el techo de la cabina. Mientra­s tanto, ¿alguno habla? Ninguno habla. ¿Qué pensarán de nosotros? ¿Que somos presa fácil para sus averías? Me tiraría del camión si no fuera por el cansancio. No tengo fuerzas ni para subir a la baranda y tirarme desde lo alto. Si mis compañeros supieran de mis pensamientos se reirían. Pero nadie ríe. No ríen los desconocidos, no reímos nosotros. Ni para adentro río. Mejor será, por ahora, seguir en el camino, que es una serpen­tina sin fin. En el sube y baja de la ruta aparecemos y desaparecemos, loma tras loma. A los costados vemos las matas bajas, los peladeros, y a lo lejos avistamos los picos nevados de la cordillera inalcanzable. Miro a mis dos compañeros para leer en sus ojos alguna frase que me alerte o me desengañe, pero ellos están como yo, buscando en nuestros ojos la misma respuesta imposible. En cada bajada, el camión, sin cambio, se deja llevar por el envión. El corazón se nos sube a la boca y se nos confunde la agitación con el miedo. Así son las cosas en este camino perdido. Ni que nos lo hubieran contado y fuéramos parte del relato.
¿Y? ¿Hab­la?, me pregunto una vez más. No. Nadie habla. Creo que no hablarán nunca. Lo único que pedimos es que el camión se detenga alguna vez, en algún pueblo, en algún paraje. ¿Pero si uno de ellos habla? Que hable de una vez. Pero no, no habla. Como para pedirle que lo haga. Nuestra ansiedad se debe ver desde lejos. Hasta yo me reiría de nosotros, si fuera otro y me viera desde afuera, digamos. Pienso en el cuchillito, que está en la mochila. A mano tengo apenas los puchos y unos caramelos, que están en el fondo del bolsillo de la campera. Hacernos los dormidos no resultaría, se darían cuenta. Hablarles, por la atribución, los enojaría. ¿Y cómo hablarles, en todo caso, de qué manera, con qué palabras? ¿Cómo se habla en estos casos? Debería hablar uno de ellos, para después seguirla nosotros. Debería hablar uno de ellos, sobre todo, para no seguir con esta cosa que carcome. Que hable, pienso, que diga algo aunque sea para amedrentarnos, que ya bastante nos amedrentan sus bocas cerrados. ¿Hablarán algún día?, nos preguntamos con los ojos. Tal vez han hablado y no supimos escucharlos. Tal vez somos nosotros los culpables del silencio y no nos lo han perdonado. ¿Hablan, hablan? Sí, final­m­ente, de p­ronto, irrum­piendo, uno de ellos, el de ojos más avispad­os, habla.
-¿Lo conocen? –dice.
Señala al de sombrero. Miramos al que habla y miramos al de sombrero. No decimos nada. Se ha despertado de golpe, o eso parece. Saltamos en la caja por el traqueteo. Y éste parece ni darse cuenta. Sólo habla. La voz le sale gritada, por el viento.
-Es Madariaga. El Bandido Madariaga.
-¡Ahá! -decimos nosotros, apenas, y callamos.
-Dos muertes. Dos. El Bandido.
-Dos -dice el de al lado, también despierto, y se santigua mordiéndose el pulgar cuando termina.
-¡Ahá! -volvemos a decir.
Nos contagiamos los temblores, como si los próximos en la cuenta fuéramos nosotros, pero fingimos que nada está ocurriendo. Ahora sí que me dan ganas de saltar del camión en movim­ien­to. Si se despie­rta Madariaga seguro que pela el facón y final del viaje para nosotros. En ese caso, no creo que el camión necesite llevarnos al cielo; no llegaría, por otra parte, con esta pachorra. Le faltaría envión, aunque fe tal vez le sobre, por el modo en que venimos trepando las cuestas empinadas. Y se despierta nomás el Bandido, de improviso, como sabiendo nuestros pensamientos. Con una leve inclinación de la cabeza, para la oreja. Y nos mira. Creo que nos ha estado oyendo y mirando desde el principio. Alrededor de los ojos se ve la piel como si se los hubiera lavado. Hasta ahí no llegó la tierra del camino. La voz le sale llena, segura. Dice:
-Poeta. Poeta Madariaga. Así es como quiero que me conoz­can. Poeta Madariaga. ¿Estamos?
Movemos la cabeza, y no podemos saber si lo notó. Mete la mano en su cintura y saca un cuchillo. Es de hoja corta y el cabo se pierde en su mano huesuda. Lo levanta y lo clava, seco, en la tabla de la caja, donde queda cimbrando como un hombre de pie. Parece que hasta el cuchillo nos mira. Pero no miro el cuchillo mientras Madariaga nos mira.
-En esta vida hay que hacerse respetar –dice el poeta Madariaga.
Y le echa una mirada al otro, que de nuevo está dormido, o se hace.


Juan Carlos Moisés


Nota: El relato es una variación de dos acontecimientos reales. Uno de ellos es un hecho que en una carta me contó el poeta Francisco Madariaga, que hace muchos años lo tuvo como protagonista en los caminos de la Patagonia.

Juan Carlos Moisés nació en Sarmiento, Chubut, en 1954. Publicó Poemas encontrados en un huevo (1977), Ese otro buen poema (1983), Querido mundo (1988), Animal teórico (2004), Palabras en juego (2006 – 1º premio en el Concurso Patagónico de Poesía Fundación Banco Provincia y Dirección General de Cultura de esa provincia) y Museo de varias artes (2006 – 1º premio Fondo Nacional de las Artes). De 1990 a 1998 dirigió el elenco teatral “Los comedidos mediante”, con el que recorrió varias ciudades del país. Autor de La casa vieja (1991), Pintura viva (1992), Muñecos, un cuento de locos (1993), El Tragaluz (1994), Desesperando (1997) y La oscuridad (2002), todas estrenadas. En tres oportunidades el elenco obtuvo el 1º premio en el Encuentro de Teatro del Chubut y fue seleccionado para participar de la Fiesta Nacional del Teatro en Mendoza (1993), Tucumán (1994) y Catamarca (1997). En 1994 El Tragaluz fue premiada en Tucumán y participó de una muestra en el Teatro Nacional Cervantes. Dicha obra fue editada por Argentores en Dramaturgos de la Patagonia (2007). La obra Desesperando se encuentra en proceso de edición por el Instituto Nacional del Teatro. Como narrador, dibujante y guionista de historietas ha publicado trabajos en medios gráficos. Vive en su pueblo natal.



He leído con gusto a Elías Chucair, Asencio Abeijón, Carlos Sacamata,David Aracena, Diego Angelino, Donald Borsella, Héctor Rodolfo Peña,Aquilino Isla, Luisa Peluffo, Angelina Covalschi, Gustavo Rodríguez, RaúlArtola, Hugo Covaro, Ángel Uranga, Héctor Raúl Ossés, GuillermoRodríguez, Fernando González Carey, Patricia Sampaoli, entre muchos otros. Me han hablado muy bien de los textos de Marcelo Eckhardt y de DiegoCacciavillani, pero aún no los he leído.

domingo, 14 de diciembre de 2008

Herrera Carlos Horacio



CARTA AMIGA


Uno nombra el árbol, y recuerda

aquel pensamiento de Beethoven:

"Amo a un árbol más que a un hombre";

uno recuerda un arroyo,

una piedra del arroyo,

la fugaz enagua del agua

lamiendo los pies urgidos, sedientos;

uno nombra al dolor,

con la voz transida

conque nombra al amor;

uno aprieta las manos

hasta dolerlas, para que no escapen

los granos dorados

de los buenos recuerdos;

uno se mira y se palpa,

y de a pocos va sabiendo,

que como al árbol los años

en ondas circulares nos van envolviendo,

y que sólo los recuerdos, grano a grano

nos fueron construyendo;

ni la sombra de una sombra

somos sin los recuerdos;

en el lento edificio

de la vida,

la amistad es columna luminosa,

ardiente hueso;

columna pulida por caricias

de manos amigas,

como por besos peregrinos

el Muro de los Lamentos;

y uno, simplemente la recorre,

la pulsa como a una cuerda,

y al sentir su son, sabe

que no hay soledad

que pueda con el corazón

del hombre constelado de amigos

en sus dos hemisferios.


¿Cómo no he de ser denodado,

si mis amigos creen en mi denuedo?

¿Cómo he de saber que no estoy muerto,

sino viéndome latir en el pecho

de los que elijo y prefiero?

¿Qué espejo me espejará,

si doy la espalda al noble

espejo de los afectos?

¿Cómo nutrir mi amor propio, si no pasa

a través del amor de los que quiero?

¿Cómo sentirme despierto

si al prójimo no despierto?

¿Cómo pensar al semejante,

sino como complemento

y armonía de lo diferente?

¿Cómo inmolar mis sentimientos

y mis afectos, si son los lazos

que me unen al otro,

como la raíz al árbol

con la Tierra?

¿Cómo comprender al hombre

que nos trae su afecto,

si no vamos a su casa

llevando el nuestro?

..........Cipolletti, 28 de diciembre de 2000 y 1.-


E P U M E R


Epumer es un árbol cabalgando,

un pedazo de bosque que camina.

Hospedaba en su frente el horizonte,

y en su planta la tierra ranquelina.


En vez de bola, hacha o lanza,

imponía su mano de peñasco,

para que fuera piadosa despedida

la muerte inevitable del guanaco.


Poseía la confiada mansedumbre

de grande bestia dormida.

Su furia convocaba al rayo,

y era hermano del trueno su alarido.


Llegó a sus manos en ofrenda

desde la pluvial Araucanía,

esa su lanza inacabable

como una lenta agonía.


Prodigó más cuidado a sus criaturas

que avestruz empollando la postura.

En su pecho de gigante se lindaban

el valor desbordado y la ternura.


Sus pares del desierto le enrostraban

el cuidar como propios niños huincas...

Dos niños blancos entonces levantaba

para hacerlos cabalgar en sus rodillas.-

...............................

LA TIERRA INNOMBRADA

A Rodolfo M. Casamiquela


Los griegos lo intuyeron

inscribiendo su nombre fabuloso

-País de los Atlantes-,

en el pentagrama de sus sueños:

Islas más extensas que la Australia,

viajando a la deriva

hasta encallar sobre un lomo

sumergido en el piélago,

fundando un continente

a tan luengas distancias,

que emprendiendo el viaje

en la edad de la inocencia,

salvadas las celadas del mar y sus zargazos,

se avizoran sus costas cuando viejo.

Pero la tierra allí se sabe

lamidas márgenes en la paciencia

de las mareas, tierra de no saber

donde nace, donde cesa,

aunque escuchando la lengua

de los grandes peces,

la nocturna llovizna de las aves de alto vuelo,

pudo saberse que discurre

desde el hielo, hasta el hielo.

Diz que un ave madrastra de abismos,

constructora de nidos

donde se agosta el aliento,

volando un día muy alto,

-más allá de una atalaya

de nubes leves como sueño-

pudo verla:

El tórax expandido hasta perderse

en los celajes de auroras boreales;

la cintura de avispa u hormiga,

el vientre, las caderas rebosantes de vida,

vulnerando los costados del viento,

los pies de pura piedra,

refrescándose en témpanos australes,

ríos de bocas reptiles en bostezo,

mares de agua dulce, con sus caseras mareas.

La tierra escucha estas consejas,

pero sólo atiende su propio corazón,

que enraíza en los abismos

donde se funden las piedras.

Toda vida crece y se expande en su materia:

toda vida le cabe, toda vida y su tragedia.

Innominadas las cosas como el día primero,

ni los pájaros sabían que serían bautizados

con su propia onomatopeya.

¿Cómo se llamará ese árbol, de madera tan prieta

que se hunde en las aguas

como fierro, como piedra?
¿Quién nombrará esa flor en que palpita

una gota de sangre del Edén reciente,

con un labio -un pétalo digo-,

más celeste que terreno? ¿Y esa ave,

que acaba de romper el huevo

del tamaño de una arena?

¿Y esa culebra de cuerpo inabarcable

como la mala suerte, que navega

con la cabeza allá, arriba,

sobre el alcázar del mástil de sus vértebras?

¿Y esas alturas donde todo aliento

se convierte vapor, cual resuello de ballenas?

¿Y esa bestia bisulca, airosa doncella,

investida de un manto que codiciaran las reinas,

transitando senderos más vecinos al cielo

que a la tierra? ¿Y esa otra que inventó su vestido

con hilos de la nieve, hollando

la materia de su propio vestido,

cual témpano terrestre?

De parto en parto se deja estar la tierra:

la mano que alumbra la vida,

amasa la materia de la muerte.

Milenios de milenios esperó su frente invicta

A la bestia vertical, aquella que destruye toda paz

con su conducta.-


Carlos Horacio Tata Herrera nació en San Fernando del Valle de Catamarca en 1937. Maestro de escuela, ejerció la docencia desde temprana edad, en diversos lugares del país. En la Patagonia, donde vive en forma casi continua desde hace cuarenta años, fundó varias escuelas, en sus roles de director y/o supervisor de escuelas primarias.

Publica poesías, cuentos y notas en diarios y revistas de la Norpatagonia. Recibió primeros y segundos premios en cuento, en los principales concursos patagónicos. Fue primer premio en teatro, en el primer concurso patagónico del género. (1985) Es autor de los textos para cantatas, en colaboración con el maestro José Luis Bollea, tales como Con Pablo en Isla Negra –homenaje a Pablo Neruda-, y Scheypuquíñ y Juan memoria cantada, -homenaje a la nombrada indígena catrielera y a su esposo, el sabio, místico y pionero de la Norpatagonia, ingeniero Juan Benigar -Premio Nacional Humanístico de la Caja Nacional de Ahorro y Seguro (1987)-. Han musicalizado sus poemas los músicos Juan Falú, el nombrado Bollea, Daniel Rochi, Delfor Sombra, y Edgardo Lalo Molina.

Marionetista en los teatros El barco de papel, dirigido por Luis Alberto Sánchez Vera, y Marionetas de la esquina, dirigido por Lucio Espíndola. Fue Delegado Representante del Centro Nacional Patagónico del CONICET, durante la gestión del Dr. Rodolfo Magín Casamiquela; es delegado representante de la Fundación científica y cultural Ameghino, que preside el nombrado Dr. Casamiquela. Se desempeñó como asesor ad hoc de asuntos culturales de la Fundación de la Universidad Nacional de Comahue (FUNYDER).

Publicó Ojos al viento -editorial Último Reino (1987)-, selección del autor de cuatro libros de poesía, y Ocurrió en Cupajo –Ediciones Pitanguá (2002)- saga de cuentos catamarqueños, con el agregado de seis cuentos de los libros inéditos Cauces catuchos (tres cuentos catamarqueños) y El rastro en las bardas (tres cuentos patagónicos). Su obra literaria permanece casi en su totalidad inédita.

Don Ata, Manuel J. Castilla, Juan Carlos Dávalos, Raúl Galán, Pancho Galindez, J. C. Bustriazo, Antonio Esteban Agüero, Héctor David Gatica, Jorge Leonidas Escudero, Edgar Morisoli, Juanele Ortiz....y Luis Leopoldo Franco, el catamarqueño (belicho,oriundo de Belén) tan enorme como el silencio a que infaustamente lo sometiera la "cultura oficial".

viernes, 12 de diciembre de 2008

Lazzaroni Anahí



Argentina (20 de diciembre de 2001)

Palabra extraviada

en las dunas claras del poema.

Palabra embestida por los malos vientos.

Palabra en dificultades.

Palabra quebrada
en horas de saqueos

(de A la luz del desierto, Último Reino, 2004)

_______________________________________________________-

En todos lados se cuecen habas

Algunos poetas me escriben cartas
donde me cuentan que deliran por el lejano sur.
No son pocos los que me imaginan en una casa
construida con maderas claveteadas,
escribiendo sin cesar mientras la nieve cae y cae
Hasta piensan que suelo estar sentada junto al fuego,
como si fuese un personaje de ciertas novelas decimonónicas,
y me piden que les describa el silencio porque ellos ya no lo recuerdan.
Este mediodía varias calles de la ciudad están cortadas.
Escucho bombos,
voces,
sirenas de patrulleros,
personas que gritan cada vez más alto en medio de la aglomeración.
Por ahí no se puede pasar.

(de A la luz del desierto, Último Reino, 2004)
__________________________________

Leyendo diarios

Un cocodrilo del siglo diecinueve
bosteza.
¿El río?
Cualquier río fangoso
de África lejana.
Animal de sanas y sabias costumbres
si vinieras
y devoraras este caos perfecto
no harías otra cosa
que embellecer
el mundo.

(de Bonus Track, Último Reino, 1999)
______________________________________________


LO DICEN POR AHÍ

Te atraen las ciudades en decadencia,
los hoteles ruinosos, la gente loca y amable
sucumbiendo a sus propios designios.
Aquellos pájaros gordos
quietos sobre la última nieve.
La música secreta tocada en un piano
por alguien que durmió en Calcuta.
El cielo lleno de nubes de esta comarca perdida.
El andar afelpado del leopardo.
Los conocimientos inútiles.
La luz que trastoca a los soñadores.
Las preguntas infinitas saliendo de su cauce
como ríos alucinados.
La posibilidad de escribir.
Mirar el aleteo de una mosca
sin que el tiempo importe demasiado.
Dicen que es cierto.
(de A la luz del desierto, Último Reino, 2004)

___________________________________________________

Anahí Lazzaroni nació en La Plata. Desde su infancia reside en Ushuaia, capital de Tierra del Fuego, Argentina. Publicó: Viernes de Acrílico (1977), Liberen a la libélula (1980), Dibujos (Ediciones Revista Aldea, 1988), En esta ciudad se escribirá una novela (prosa, Ediciones Revista Aldea, 1989), El poema se va sin saludarnos (Ediciones Último Reino, 1994), Bonus Track (Ediciones Último Reino, 1999), "A la luz del desierto" (Ediciones Último Reino, 2004). Entre 1986 y 1994 codirigió la revista "Aldea". Colabora en diarios y publicaciones del país, y del extranjero. Poemas suyos han sido traducidos al catalán, coreano, francés, italiano y portugués.

Poetas de la Patagonia:
Julio Leite, Laura Vera, Niní Bernardello.
Juan Carlos Moisés , Graciela Cros, Raúl Artola, Luciana Mellado, Soledad Davies, Cristián Aliaga, Alberto Fritz, Liliana Campazzo, Rubén Eduardo Gómez y otros.

Poetas de otros lados:
Marcial, Valerio Magrelli, Eugenio Montale, Giuseppe Ungaretti, Arturo Carrera, Juana Bignozzi, Enrique Molina, Francisco Madariaga, Olga Orozco, Leopoldo “Teuco” Castilla, Arnaldo Calveyra, Alejandra Pizarnik, Marcelo Pichon Riviere, Edgar Bayley, Jorge Luis Borges y otros.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Sacamata Carlos




En la foto, Carlos Sacamata, con su "ahijadito" el galenso Ioan, y su gran compañera, "la vasca"



LA PLUMA ROTA

Hubiera dado tantas cosas madre
por tener el sosiego de tu rostro,
por tener la caricia de tus ojos,
por lograr tan siquiera imaginarte.

En la densidad de mi noche fría
prosa la muerte los versos sin calma,
sólo tu alma madre ay...me llama
y morir quiero con salvaje alegría.

Podré decirte tantas cosas Madre
que la eternidad me parece poca,
podré llorar contigo la pluma rota,
que me dió la vida para buscarte.

Hubiera dado tantas cosas Madre
por lograr tan siquiera imaginarte.



DE CUERPO Y ALMA
(Mitología Tehuelche)
 
Elal
nació
cerca
del río
Senguerr
como hijo
del horror
y tentativo
nieto
del incesto.

Creador
del país
Aónikenk,De Sésom,
"La vieja
del cielo"
la que mira
el tatuaje
en la muñeca,
jueza implacable
de los muertos.

De Karut
un paisano
poderoso
dueño
del trueno,
el rayo,
la lluvia
y la tormenta
¡guay!
de la gente
que él no quiera.

De Keénguenkon
dueña
del avestruz
y del guanaco
macho
que riñen
a muerte
con los hombres,
Mujer-Luna
Culto
de la buena
lluvia,
salud
del toldo
a contracara
del espanto.

Del
Nefasto Máip
que gira
de Este a Oeste,
que grita
que silva
como indio
que está penando retumban
las boleadoras
contra el piso
es tiempo
de volver
a tus cuevas
renegridas de males.

De Ajchum
espíritu
de la fuente
sulfurosa,
temor
de niños
y mujeres,
dueña
del calafate,
señora
de los grandes
lagos,
potencia
demencial,
a veces
los duendes
del idioma
la pintan
de rojo.

De Kéronkeuken 
Espíritu –guía-
del siniestro
brujo,
negro pájaro
gigante
que dando vueltas
al rancho
extrae
la vida
del hombre,
burlesco
bebedor
de lágrimas
maternales.

De Uámenk
buscador
del alma –sombra
del enfermo,
su don
multicolor
frasea
el redondo
poder
lítico
dentro
de la sonaja
de cuero,
sobreviviente
de tres días
solitarios
entre
el puma,
el cóndor
y los espíritus
malignos...

Así diciendo,
cuando todo
era
"Agua Linda"
y Elal
construía
su toldo
con estrellas
azules...


QUININO

Quinino y yo. Sol y Luna.
El con su figura frágil, fibrosa.
Yo con mi nochera actitud a cuestas.

En sus ojos se doblaba un rumbo de algas verdes

Quinino y aquel Comodoro Rivadavia
del viejo zapatero, cuyo viejo martillo trabajoso
tenía dulcedumbre de canciones italianas.

Hoy, después de diez años ausente;
he vuelto al barrio.Mis pasos se detuvieron
ante el mismo rosal sitiado por otra verja.
Quinino acostumbraba a mirarlo extasiado, o,
cuando no, tomaba alguna flor sin permiso,
quizás nuestro vecino comprendía mejor
ese amor casi religioso revolando la planta.
¡Cuánto Tiempo!

Y este mes de julio desmembrándose
entre fechas y nombres,
entre calles doctoradas de futuro
ascendiendo nuevos escalones infantiles
por donde resbalaban anécdotas, juegos y risas
como los pícaros dribling con una pelota trapienta.

Quinino: qué lejano eco
me parece tu madre llamándote
asimismo, la ensoñada maestra del jardín de infantes
colgaba los días
con la tez blanca de tu naricita repingada,
luego, nuestros diálogos esculpidos en la barranca
con olor mar y aleros de viento.

¡Oh! diminuto eterno dentro del espíritu,
tal vez la vida como la clepsidra,
moje sus anuncios allá en el valle quieto,
donde Quinino duerme su amor mosquetero
caminando...caminando mis ojos.
 
CHICHAUEN

(Bailarín)

Bailarín
a pata pelada
puntero
del más allá...

Cascabelero
del sonajero,
el chiripá con cola
y cuatro toques
de tiempo...

Fogata
temple del diablo
sos grito
de terutero..

Yo tengo la copla
que arrastra tu baile
las plumas pintadas
clavijas de nuestros
padres

(copla)

COPLA

Altivo asoma el Chaltén
centinela siempre alerta,
malón de llanto ee el río,
perdido en cada vuelta.

Bailarín
a pata pelada,
querido viejo
Yatel...

Canción del linaje
aple y kai ajnun
el kiken del alba
ya canta por Camusu
Aike.

nota

Aple: tambor
Kai ajnun: capa o quillango pintado
Kiken: chingolito
Camusu Aike: Donde ondean los pastos altos- topónimo y reserva indígena de Santa Cruz-

Carlos Sacamata es nacido en Comodoro Rivadavia, hijo dilecto de la Patagonia. Ha recorrido la tierra del misterio en su extensión. Fundador de la legendaria revista "Chalten", dió a conocer a doscientos cincuenta autores patagónicos. Llevó adelante el certámen literario "David Aracena".
Actualmente sigue escribiendo e investigando, y sobre todo, brindando gratuitamente charlas sobre cultura tehuelche en los colegios de Santa Cruz y Patagonia. Reside en El Calafate y con sus tres títulos publicados y una amplia obra inédita es, Carlos Sacamata, un referente injustamente relegado, no por los escritores que lo quieren y lo respetan, sino para aquellos que detentan direcciones de Cultura y subsecretarías de la nada, que no se enteran de la altura poética y artistica de Carlos - me hago cargo de esto que digo, yo, Claudia Sastre - .
Carlos Sacamata ha publicado un libro de poemas "Aoni Kosten - viento sur-", un libro bellísmo de relatos breves, "El picadero", y un libro de ensayo de etno- historia, "Linaje Sacamata".


Se reconoce admirador de la obra de Saint John Persé, de aquí reconoce a Elpidio Isla, a David Aracena, a Anita Pescha de Aracena y a Mario Echeverria Baleta, entre otros...

viernes, 5 de diciembre de 2008

Fanese Griselda



Fragmentos del libro todavía inédito Lugares comunes

Hallo las hojas que los salmos solares rememoran

Odisséas Elytis, Al beber el sol de Corinto

Himnario de los apasionados

1.
Pasión que todo lo cumplís de manera rigurosa y serena,
vos dulce mediadora entre pasados y futuros,
todos los caminos remendados sudorosos
vagabundos hacia vos nos conducen y nada nos hiere,
lo ordenás todo y nada sucede sin que lo quieras.

Danos vidas de aire y fuego, selvas y olores,
carnes asadas en la caída de la tarde de otoño,
tendidos cuerpos sobre los leños y entre abrazos.
Te nos daremos sin tristezas reservas sospechas,
ojo que no mira por su rabo manso, manito te daremos
que se alce en defensa de lo malo, pasión,
contra lo inaguantable.

Pasión que todo lo cumplís, veninos
libranos de nosotros y hacenos cuerpo
de tu cuerpo sereno y alegría de tu canto alegre.

2.
Soledad que armoniosa descendés por la barda, decinos
a qué bosque, a qué mar van las obediencias, el olvido,
los nuncamases. A qué muerte la muerte, a qué cárcel
el carcelero. En qué cementerio se aquietan al fin
las diversas clases de payasos pintados
con los tonos buchones del poder, la verdad,
la amabilidad prudente o la avaricia.

Descendés por la barda, en todo te detenés
y en nada reposás. Qué perfecto tu semblante,
qué ágiles tus formas, qué certero tu paso
y no sabemos contemplarte en tu medida exacta.

El amor se piensa, la memoria se talla, el compañero se teje.
Imposible pensar la soledad.
Es agua del río Limay y el río mismo y su orilla grande.
Es alma porque es cuerpo de cuerpos
desaparecidos en los pliegues de la descarnada
historia, y tiempo que les desgarraron y pedazos.
Caricia y lágrima, triángulo blanco y sombra,
pájaro y aire, cuchillo y muerte.

Cada sentimiento es soledad, cada sentido su sombra.
Cercados por los sucesos, ahora esperamos el primer grito.

Noche ya. En nuestras marcas. Y aquí estás ante nosotros,
sos clavelito en nuestra mano y sos mano
en nuestros ojos, y nuestros ojos sos en nuestra voz.
Soledad, sos silencio y te venís pareciendo al silencio.
Sos promesa para los hacinados y te asemejás a la noche oscura.
Sos piedad para el torturado y te nombran como a la ira.
Sos tierra en la uña del sin tierra
y te vemos como a sueño pasajero.

Soledad que siempre negás lo finito y lo infinito,
no dejes que esta noche se escape de nuestras manos,
de nuestros dientes,
acostate aquí y descansá en nosotros tus armonías.

3.

Bello es vivir cuando la pasión es fiel de su peso y norte
de su aire, si todo lo cubre como escarchilla de fuego en enero,
si todo lo abraza como garza abriendo vuelo sobre el agua.

Pasión, cansancio del quieto, castigo del casto, corazón,
desmesura en todas las medidas, guardiana de nuestra vida,
tamaño cierto de dolores y alegrías, acento del júbilo:
nos das libertad de vos y no la queremos,
nos ofrecés calma tibia y no la aceptamos.
No queremos un parecido del mundo y su sombra,
sino el mundo mismo con sus madres y sus tormentos,
sus poetas y su oscuridad, su luz y sus limoneros, el huequito
entre las costillas donde hacen cosquillas los compañeros.

Cautiverio de discordia, de doliente finitud, nuestro tiempo
es un molino de yuyos. Presos a gusto de tu ser,
sólo nos encontremos en vos, puesto que lo que pasajero es
-eh, pasión- en vos es perdurable y leva.
Lo que es angustia, en vos libertad,
salmones que suben y razón de pelea.
Si nos apartás de vos, nos apartás de todo;
si de nosotros te alejás, nos alejás de la luz.

No al frío. A las sombras, no.

En nosotros pensamos cuando te pensamos
y sólo somos en nosotros si estamos en vos.
Todo es donde vos estás
y si te callás, se calla el mundo y nos extraviamos.
Y si te callás, perdemos
la senda concisa y perdemos palabra.
Dulce y a veces acerba intermediaria entre mundo y una,
dejanos ver con tus ojos el mundo
que ves,
y dánoslo.

4.
Caemos lentos círculo a círculo (¿qué nos querés, amor,
qué nos querés, vida de la vida sin muerte,
tiempo a tiempo, sin laureles?).
A la izquierda de las acequias aprendemos a rodear
el nombre, el nombre del viento:
viento de los amaneceres del cuerpo
(¿en qué parte del cuerpo encontrarte, amor, nuestro amor
al este del ala, alcancía de agua y totora y cuerpos y nada?),
viento puro de los atormentados,
de los que caminan descalzos,
de los hambreados,
desmesurados sobre el fuego como espigas
(somos tristes. Lo ancho y múltiple es alegre,
esfera de tierra, yuyo de cielo, corazón desnudo
más desnudo que un hueso llorando, que la muerte más desnuda
por vestida de arpillera y ramas de sauce, más desnuda que la esencia,
que la acequia, que la vida muerta en el viento por los sueños).

Miel de romero en la boca,
en la boca del aljibe,
en la boca de todos:
miel, mate y hortensias, qué descanso para el viento,
qué sueño soltar de una vez la arena seca de los puños,
qué esperanza para el fuerte
(viento de los fuertes que guardan su forma,
la forma de su barca como sauce sin sombra).

No se cernía sobre el sauce sol alguno, ni río
ni sombra alguna. Entramos en nuestro propio nombre
que no nos cernía, desesperados envolvimos
con nuestro nombre las cosas, la ausencia de la ausencia,
el amor de nuestro amor, el país violado.
Entramos en nuestro corazón, pan blanco,
pan negro y dulce, eterno en lo efímero,
y nos consumamos en nuestra sombra.
Alguien dijo:
es octubre y comienzan a florecer las flores,
y calentamos nuestras manos en un fuego de pirelli
(¿qué nos querés, amor?,
¿qué parte de nosotros querés en el mundo?)
y bebimos el llanto sauce de las totoras y leímos el mundo
en los ojos de Teresa Rodríguez,
los jardines en la luz de las hogueras
(fuegos en las rutas, faros,
¿adónde vamos, amor, vida, sueño?),
comimos de nuestra sola sombra, y supimos:
sólo se opone a la luz
la misma luz, el espacio y el tiempo,
nuestros sueños y el hambre.
Alguien nos dijo: es abril y ahí van los ojos de Fuentealba.
Envolvimos los jardines siempreajenos con nuestro nombre
y nuestro nombre con fuego
(el nombre sin medida, placeres del ser, dolor del estar)
y con fuego el desierto de los desapegos
y con hielo, mentira y sombra.
Entramos todos solos en aquel asfalto,
selva oscura en medio de la vida,
caemos sin fuerzas en lo caído,
círculo a círculo,
para alcanzar la luz mayor de la grisura de la boca famélica
(¿qué nos querés, vida de nuestra vida sin sueños?).

Bio
Crecí en Allen (Río Negro), aunque no nací allí. Chacra, barda. Biblioteca. Líneas breves: verso, descubrimiento. Escuela puaj. Entonces, escribir. Editorial Limón publicó Las viejas acostumbraban encerrar el dulce de membrillo. Feliz. Tengo varios libros –poesía- inéditos, y ahora escribo relatos brevísimos, dizque microficción o minirrelato. A saber.

Me gusta leer a
Valeria Flores, Hilda Doolittle, Macky Corbalan, Sharon Olds, Graciela Cros, Sylvia Plath, Marcela Saracho, Oscar Cares, Ezra Pound, Rafael Urretabizcaya, César Vallejo, Gerard Manley Hopkins, Padeletti, J. L Ortiz, Rosabetty, Marosa, Claudia. Hay más, sí.

jueves, 4 de diciembre de 2008

Bustriazo Ortiz Juan Carlos




gracias a Alejandro Mendez de las Afinidades Electivas


I

..............Tan huesolita que te ibas

tan envidiada de qué sombras la tierra ardía huesolita
la siesta ardía melodiosa tan como ibas tu sonrisa era
una piedra arrobadora y era otra piedra mi costilla
dulcequeamarga solasola cuajada de alta pedrería eran
tus voces tan palomas eran tus manos piedras finas
guitarra tan azuladiosa eras la piedra que acaricia piedra
te ibas quién te roba última brisa de la brisa o
flauta mía o leja y rota tan huesolita que te ibas tan
de la gracia mucha y poca si cuando vuelvas ves mis
días oh piedra llena llaga

.................hermosa!




...........................V

..........Te regalé unas cuentas indias

y había un color de aroma hereje tan sobre mi caía el
cielo amarilleaba su piel verde yo sé que labro joya
oscura sólo por vos que me la entiendes porque a vos
te hablo en esta piedra enrumorada de caldenes quién
sino vos me la naciste y en quién sin vos ella se mece
te di en la tierra qué colores sonorositos magamente
remotas gemas de collares ascuas de piedras de otras
gentes besos de piedras recobradas entre tus manos
vieja fiebre alegría vieja o amoríos de aquella aquel que
están sin frente te regalé gualicheríos piedras de dulces

.................redondeles


......................de Elegías de la piedra que canta, 1969




4
y crecía la hornalla hosca
en aquel pueblo de hornos pérfidos
eran mayas eran aztecas
eran quichés de estuco y lágrima?
eran teocallis bermellones
o pirámides de tierra terca?
eran hombres de barro fresco
recién hacidos por el gran padre?
eran esclavos colorados
o eran grietosos cuasi hombres?
pero crecían las hornallas
trabajosamente crecían
empinábanse con dolores
para que cuajaran panes panes
eran palacios de gentes torvas
o con máscaras de barro impuro?
con inocentes mascarillas
gentes que siempre comerán barro?
crecía la hornalla cumplíase
entre colorinches y desvelos




17
y anduve solo y no era la luz
fuíme por duros corredores
por los pasillos pesaroso
y saquéme un papel azafrán
con un saludo de tez granate
“he aquí que llégueme a verte
juancarlos estuvo en esta torre”
y fuíme solo y no era la luz
por los pasillos musitantes
atrás dejé los corredores
negros y más que hechos con cuervos
quedóse el papel inclinado
esperando tus ojos de mora
y como un ciego fui con las manos
interrogando a las paredes
buscando la puerta brillante
los tragaluces del castillo
el aire que andaba en el mundo
“juancarlos estuvo en este cuarzo”
fuíme solo y no era la luz

............................de Unca bermeja (1973), 1984




Quetral 4

Quetral del salamanquero,
del indio rico Antipán,
de aquel Jesús Calluhueque
borracho en la soledad…

“Los brujos dan sus poderes,
le piden prendas al hombre:
tuve que darles mi matra
bordada con arreboles.”

Quetral del brujo piedroso,
de aquella pipa de piedra,
o del matuasto tejido
por el señor-de-las-sierras…



II

“Y yo les di mi cuchillo
de fino cabo de plata…,
y al poco tiempo murió
mi amor sin besar mi almohada.”

Quetral del pardo mortero,
del raspador transparente,
lengua filosa, luz lanza,
tajo nomás, llaga siempre…

Salamanquero yo fui,
y era Juan Paulo Durazno,
Honorio Manquepillán,
el Nicolás Antenao.

…víbora de colores terribles…,
onduloso chasquido
bajo el abuelo Sol, el Gran Cabeza de Oro…
Sangrecita casi flauta,
torturada, torturada…
Apágame ya
este canto…
Ay, víbora,
tu silbo
rojo.

...........................de Quetrales. Cantos del añorante (1967), 1991




Sexta Palabra

Qué convulsión del cielo me amenaza
en lo creencial del mundo que me enluja
con los errantes velos de la bruja
que ayer quemé, cuya ánima me abrasa
de septentrión a meridión? Me arrasa
el corazón, las testes, si me estruja.




Cuadragésima Primera Palabra

pasa bustriazo el viejo con el joven
bustriazo azul de serle el sentimiento
la flor la luz el agua en el momento
de la enjutez del vago pensamiento
la sangre infiel bustriazo el viejo el joven
en paz en pos de su destino el reto
de su vivir bustriazo el viejo el joven
cristal de roca ya cuarzo coleto
tan pedernal de sí el viejo el joven
bustriazo va le brilla el esqueleto

..............((Ruta 5 y “San Cayetano”.
...............Domingo de Resurrección)



Cuadragésima Tercera Palabra

Adónde vas, poeta nochernícola,
de austera sal, de halo melancólico?
Y el primo amor, o bien, el tu penúltimo?
Y el vaso azul? Erótico y arqueólogo
te sientes bien, mi vate, muy católico?
Eres o no el juglar, el archimítico,
el hacedor maniático, elegíaco
de tu canción? O estrilas de neurótico
talante, o vas de túnica, de báculo
por la vastura de la noche eólica?
Ay semoviente, austral humano mágico,
nómade Juan, desnudo en lo fonético?

.................(Ruta 5, divagando bajo el
..................pánfilo viento)


..........................de Libro del Ghenpín (1977), 2004



balada arcaica

ya te vas vegetal tornasolada no me prendas la flor del exterminio fulgimiento del agua de los ojos no me prendas la flor del exterminio hinchamiento del cielo qué potencias no me prendas la flor del exterminio qué hinchadura del mundo taza turbia no me prendas la flor del exterminio con el hijo salido de tu entraña no me prendas la flor del exterminio con el ala punteada de tu ángel no me prendas la flor del exterminio con arcillas que vuelan soberanas no me prendas la flor del exterminio en olor de adiós que me espeluza no me prendas la flor del exterminio con tu boca antañera tras tu boca no me prendas la flor del exterminio en amor de tu sombra sonadora no me prendas la flor del exterminio!

.................27 y 28
.................para vos, dueña de los ponientes.


................................de Canción rupestre, 1972, inédito



el intenso dice

un adiós el intenso dice una sombra mi amor aterciopelada palaciega en esta tarde regocijante y tristonosa las gentes se ponen máscaras oh no mi amor se sacan los rostros se arrancan infantilizados la identidad remota y saltan saltan y no son langostas siquier y tristemente remedan al ancestral sagrado qué estoy diciendo mi amor yo celebrante rojo celebrante amarillo y negro y azul huelo a collón a piedra pintada a sien quemada huelo a corazón ahumado huelo a rodillas blanconas a canillas bermejas mi amor dios quiera que no pienses como yo en esta tarde que huele a tambores colorados a bajo vientre castaño a tobillos simplones a talón pintarrajo mientras la soledad los va comiendo y chilla

.............(t. 23, 24)
..............a ch.


..................................de Caja amarilla, 1973-1974, inédito

a quienes ha leído:

Quevedo
Arthur Rimbaud
Dylan Thomas
Cesar Vallejo
entre muchos otros



Nace en Santa Rosa (La Pampa) el 3 de diciembre de 1929. Autodidacta. Su actividad de radiotelegrafista lo llevó a recorrer y conocer la mayor parte del Territorio de la Pampa Central. Durante muchos años fue corrector y linotipista del diario La Arena. Animador cultural de varios boliches y peñas de la ciudad de Santa Rosa. Sus poemas han sido musicalizados por los artistas pampeanos. Publicaciones: Elegías de la Piedra que Canta (Alpataco, 1969); El Aura del Estilo (Stilcograf, 1970); Unca Bermeja (UNLPam-Cámara de Diputados de la Pampa, 1984), Los Poemas Puelches / Quetrales. Cantos del Añorante (Ediciones La Arena, 1991, ambos libros editados en conjunto); Libro del Ghenpín (Cámara de Diputados de La Pampa, 2004); Unca Bermeja y otros poemas (Intemperie Ediciones, Santiago de Chile, 2006). Tiene escritos entre 70 y 80 textos, la mayoría de ellos permanecen aún inéditos. Su obra fue declarada de Interés provincial y Patrimonio Cultural de la provincia. Ha sido publicado en www.revuelto.net; en las revistas Bardo; La danza del ratón; Alguien llama; Diario de poesía; Patagonia/Poesía; Museo Salvaje; Alter Ego; y en los suplementos “Confines” (diario El Patagónico, Comodoro Rivadavia, Chubut) y “Caldenia” (diario La Arena, Santa Rosa, La Pampa). Aguarda su edición la antología Herejía bermeja, preparada por el poeta Cristian Aliaga. Hoy vive —o sobrevive gracias a una pensión que le otorgara el Gobierno de la Provincia de La Pampa— en una humilde casa de barrio y bajo el atento cuidado de su señora esposa Lidia Hernández.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

Resenite Álvarez Valeria



Textos del libro inédito “Todo este frío”

Temí a todos los ojos
hice demasiado ruido
entre las piedras

busqué maneras
como de río y su estremecimiento
es que no puedo
dejar entrar otra vez el aire tibio
de la mañana

estoy acostumbrada a la noche

habito puentes sitiados
por algún ángel solitario

perros en celo
meditan sobre mi
como si se tratara de algo importante.

…………………….

No hubo Dios
ni puente hacia la noche
no hubo peces
ni luces encendidas
no fue el agua/ su movimiento

fue despertar
con el vientre seco
y la humedad en la herida

muerte de
lluvia sobre el agua

sed
lo que dejó en la orilla.

…………………..

Podías ahogarte
ceder el paso
reconstruir la otra mitad

algo tocó tus pies
cuando abriste los ojos
el viento
se había llevado
la orilla


Escribimos como nos da la gana
vamos soltando la lengua de a poco
afiebradas e insomnes
con el lápiz sin punta
a cara lavada
diluidas
en el rincón menos cómodo

escribimos por necesidad
con intuiciones y poca suerte
ahí en medio nos vemos
desvestidas
decimos sin delicadeza
dejamos todo por la causa
dejamos marca
nos importa poco el qué dirán

hablo de muchas
de la soledad de muchas
sus cenizas están por todos lados
después humo
después nada
enredaderas prendidas al tiempo
siempre una huella queda.

……………………

Viene el día
a cerrar otra puerta

no parece necesario salir a ver la tarde
agrietada
entre los techos
no parece invierno
si la casa
tiene al menos un postigo acurrucado
por tu nombre

algo para cubrir
todo este frío
solo
detrás de las orejas

si el calor desperdigado se resume
en alguno de mis hijos

toda la niñez puesta en los ojos
todo este frío noctámbulo
que traigo
debajo de los párpados.


Textos del libro “La Constelación del caos” – Valeria Resenite Alvarez
( Colección “La mujer azul” – Neuquén Agosto de 2005)


Quién pudiera
reconstruir
los pasos
que siguen
a mis pasos
que a su vez
oyen pasos
de otros
yo
que andan
deliberadamente
fuera de mí.

…………..

Algo en alguna parte
no es ajeno

aquel puente
lleva escrito
mi nombre

…………..

La ruidosa soledad
de los bares
chorrea
en las botellas
vacías
persigue babas
se emborracha
y cae
su exacto
viaje
húmedo
hasta la mesa

………….

Todo tiene el sentido
de la helada
miradas simples
y yo
tragada
por el viento
hago
remolinos
en la calle.



Datos biográficos

Valeria Resenite Álvarez nació en Esquel, Chubut, en 1975. Escribe desde temprana edad y participa de diversos talleres y encuentros literarios. En 2002 publicó en una antología junto a otros autores de la Patagonia y en 2004 fue becada por Espacio Hudson, con el patrocinio de la Fundación Antorchas para participar de los talleres de Análisis y Creación Literaria.
En 2005 publica el poemario : "La Constelación del Caos" (Grupo "Celebriedades" . Neuquén)
En 2006 organiza, junto a otros escritores de Esquel, el Primer Encuentro Nacional de Escritores "Esquel Litrerario 2006" que contínúa realizandose anualmente en dicha ciudad, dentro del programa de actividades de la Subsecretaría de Cultura y Educación.
Actualmente reside en la ciudad de General Roca.
Poetas que le gustan:

De por acá: Graciela Cross (Bariloche) Raúl Mansilla (Neuquén) Carina Nosenzo (Gral. Roca) Julio M. Leite (T. del Fuego) Leopoldo Castilla (Salta)
Otros autores: Anne Sexton - Idea Vilariño - Rosabetty Muñoz -
y muchos mas...

Ankudovich Debrik


-El de la izquierda, de mano levantada es Sergio Pravaz; en el medio Sergio De Matteo; al lado de Sergio, Debrik-



del libro Veneno para hormigas (1998, El Rey Tuerto)

RECUERDOS DE INFANCIA

Qué terrible
el ladrido nocturno de los perros;
cuando no hay adónde ir,
ni qué comer,
ni a quién tocar.

A PESAR DE TODO

Aunque te escupan
te pisen, te cuelguen, te nieguen;
aunque te ofrezcan al paso de los trenes,
miénteles siempre
con la verdad

PASEO COLÓN 797

No soy de este sitio.
Huelen mal, muy mal,
sus porfiadas criaturas
que no reclaman misterio,
peregrinos funcionales.
No soy de este sitio,
tampoco de otro.
En el hueco solemne
respiro,
respiro,
y no obedezco.

LUCIERNAGAS / ALACRANES

Rezan, están preparando otra venganza

.

Escribo por las dudas no aparezcan las verdades.

.

Ser es nocivo.

.

La respiración es el mantra de los sobrevivientes.


ESCRIBO

Escribo con la mano que no sabe escribir
dibuja a destiempo, torpemente
lo que el alma descarga tempestuosa
¿Acaso los ojos no son dientes
para detenerse en lo apetecible?
Están tan lejos
esos pájaros que vuelan de cerca.
Escribo cuando la poesía se aleja
escribo sus restos, su cadáver exquisito.
Escucho en la multitud (donde vivo escondido):
Pobres los pobres.
¿Yo?: Bien.
He descubierto algo novedoso,
temiblemente bello, oculto en el iris,
es un brillo salvaje,
un destello entre tanto naufragio,
una medalla al menos, salvable.
¿Deberían los hijos ver hombres desesperados?
¿O dejar que respiren su dulzura
en el paladar de los tragamonedas?
Pero no hay nadie allí afuera, nadie;
sólo barcos vacíos,
bosques encendidos.
¿Y ustedes señores?
Tanta vida ganada en la rapiña,
para confundir al poeta con ropaje de payaso
y mejor acorralar a la inocencia.
De todas maneras escribo,
escribo lo que sobra
al silencio del corazón que desborda;
de todas maneras
el espíritu vendra por todos.

VENENO PARA HORMIGAS

Por abandonar el ceño
mirando al extraño de mi
por configurar razones
con cómplices inexistentes
por no temer a la sentencia de lo invisible
por creer en las puertas numeradas
por la obediencia inmediata y crepúscula
por los oros donde balan y balan
los corderos degollados
por distinguir claramente
pájaros entre cuervos
por prestar los brillos
y quedar a tientas
y avergonzarme
de los nombres de las calles
por escuchar a Silverio
silbar tangos harapientos
por irme con otros
y volver solo
espantando perro sonámbulos
porque una noche
vinieron vuestros hijos
a buscarme
a que cantara canciones olvidadas
porque amé los ojos de esas mujeres
hasta quedarse dormidas
sobre el hombro insomne
y luego juntas
planearon asesinarme
porque me vieron, me sorprendieron
escribiendo paredes nocturnas
las palabras porfiadas
las dagas celestes
porque allí afuera
me están arrastrando
para quitarme unas monedas
porque supe que el asfalto
tapaba los huesos de otros
porque el ángel me atropelló
el duende me habló en lo bajo
y la bestia
me golpeó la osamenta
porque pisé la escarcha desnudo
miré la estrella que aún quedaba
y oriné en el cuenco de las manos
porque fui a otros sitios
o olvidar al niño que fui
y todavía pesco peces
indago el rumbo de las aves
porque bebí desahuciado
y me desalojaron del infierno
por desconfiado
-allí también vendían veneno para hormigas-
porque he sido puesto a prueba
y perdí la cabeza
entre las manos
porque soy una animal místico
un corazón inteligente
porque no tengo rostro
porque ya no me voy a morir
porque ya no me voy a morir.

FUEGOS FATUOS

Es cierto. Whitman era un cocodrilo pedante
un engreído en la lírica, sus discípulos
vomitan bilis, apestados
por un falso oráculo
sus dedos señalan un cielo que cruje
abajo los profetas mastican basura
abajo miden sus penes los felices,
contraste de la infamia.
Pero él, sacerdote de pequeños bigotes
nalgas rojas azotadas por la hembra
pequeños también sus ángeles derribados
envenenan aún
los ojos de los perros que vigilan
los dominios
donde la estupidez se revuelca
en su tango partido
perdidos cerdos flacos del festín.
Sin embargo
Artaud ha difamado al mundo para siempre
y muerde mis pliegues retóricos,
dulce sueño que no duerme
ignis fatuus, la palabra del doliente.
Nadie enciende las lámparas, Felisberto,
complicados los rumbos, complicados.
Es cierto. Lo incestuoso es no reconocer
el gesto de la serpiente
el ombligo de la horca
los ácidos del sudor
el momento exacto
la acción efectiva del deber
la limpieza del ansia sublevada.
¿Qué es el crimen
sino la imposición de un silencio
en la perpetuidad de la memoria?
Matarían a su madre
por no comulgar en la clemencia.
Es cierto, la orden, la ejecución del secreto
la sueñan y la dictan las élites
pero luego nos llaman
alrededor del humo
a la hoguera legítima
para dar testimonio
a oler el cadáver
a tocar el delito
a sellar el acta manchada.
Entonces es cierto, aunque sea espuma.
Nada ha quedado vivo del sueño primero
nada ha sido quitado del camino
ni la rama quebrada
ni el cuerpo caído en la saña
ni los serviles conceden perdón
ni las campanas suenan como deberían.
Es cierto, pero nada se detiene
en la cueva luminaria.
Las moscas engullen
la estatua de santos asesinados
por un dios acechante
en su réplica cíclica, colérica.
Bienaventurados los que soportan
el peso de la pasión
su llaga definitiva
su costado sorpresivo.
Dice el chamán:
la enfermedad es el ocio del alma
que escapa ante tanta negación
Pero los ciegos buscan el estallido de los astros
para cometer la hazaña de la luz
en el trapo sucio de la inocencia
limpian sus ojos doloridos
su mueca fatigada, su grieta sin límite.
Es cierto.
Mi mano dormida está izquierda.
¿Quién por mí esta noche
pondrá las piedras en el borde,
para ser barridas por las aguas?

SEPULTURA SOLAR

¿Habéis amado lo suficiente
para merecer sepultura?

Tus huesos allí abajo
deben ser un triunfo.

Nació en 1961. Vive en la Patagonia.

martes, 2 de diciembre de 2008

FORO sobre Literatura Patagónica

El amigo poeta neuquino Sergio Sarachu expresaba el otro día su deseo de que existiera un sitio donde "descular" (según sus palabras) la literatura patagónica.
Me quedé pensando en esto, y en las inquietudes que andan dando vueltas por el campo literario; el estado de cosas me ha hecho pensar que será un espacio interesante, donde todos tendremos algo que decir. La única regla que me parece se debe poner es la mínima impuesta por el sentido común: respeto y responsabilidad. Esto se resume así: tolerancia por las ideas del otro, siempre y cuando sean expresadas con respeto, sin insultos ni descalificaciones, para no convertir esto en un conventillito personal, como pasó en otros blogs...y responsabilidad acerca de lo que digo, firmar con nombre y apellido, hacerse cargo...esto no excluye ni la pasión ni las posturas firmes, no creo que favorezca la hipocresía, ser hipócrita o no depende de la persona y no de su anonimato.

La convocatoria está abierta a escritores y lectores, y la temática debe referirse a la literatura patagónica y el campo literario.
Hay quien sostiene que la Literatura Patagónica no existe como tal, yo sostengo que sí, que hay un campo literario relativamente autónomo, que hay un capital simbólico en disputa, en premios, antologías, publicaciones, encuentro , etc.
En fin, la pelota está picando, este blog está abierto a que todos participen y opinen, espero sus comentarios...