martes, 25 de noviembre de 2008

Berón Washington



de -"Shopping de la poesía y otras causas"-

Cursillo breve sobre el sujeto y sus clasificaciones


Para comprender de manera sencilla la diversidad que el sujeto nos brinda, debemos remitirnos a los sujetos de origen o sujetos padres, ya que de ellos se sucede la combinación que más adelante se detalla.
Son de origen o sujetos padres: el sujeto superior y el sujeto simple. Nombrados también como sujeto tácito al primero y sujeto de a pie al segundo.
Con ellos, podemos conformar los diferentes tipos descendientes de los sujetos de origen que pueden encontrarse en estado compuesto y/o descompuesto.
Nos atendremos primero a los sujetos en estado compuesto.
* Sujetos compuestos patrones y sujetos compuestos subordinados: son tipos de sujetos que favorecen a la conducción de las clases sociales de los países, actuando dentro de ellas como sujetadores y sujetados.
*Sujetos compuestos ordenadores (se dividen en sublimes y ordinarios).
Compuestos ordenadores sublimes: sujete la baranda, sujete acá.
Compuestos ordenadores ordinarios: sujétate la baranda, sujétate acá.
*Sujetos compuestos encubiertos: conocidos también como sujetones, interactuan en los trabajos y todos lo que ven se los sujetean a su jefe.
*Sujetos compuestos persistentes: molestan a cualquier hora del día para ofrecer la salvación en fascículos o a Dios en un video.
Aunque parezcan de la familia del sujeto y el predicado, son, sin embargo, los sujetos del predicador.
Hasta aquí, los descendientes de los sujetos compuestos. Veamos ahora,finalizando este cursillo los sujetos descompuestos.
Se los denomina descompuestos ya que padecen de alteraciones que se verán reflejadas dentro de la clasificación correspondiente.
*Sujeto descompuesto inmiscuido: es el que, por dedicarse a suministrar consejos e ideas, se convierte en suGerente.
*Sujeto descompuesto concluido: es el que, agregandosé una letra, se transforma en suBgerente.
*Sujeto descompuesto desprendido: no es otro que el subGerente, que, manteniendo el error ortográfico, se quita la letra agregada, como también la presencia de su, y se convierte definitivamente en gerente dejando de ser sujeto.


de "HUMAMISMO" -inédito-

2.

Yo vi pasar un día
a humángeles marxchando.
Caminaban conlos brazos en dalton
calzaban sandinos de rugama
vestían con ropajes
de la línea ernesmarcos
y sus mochilas eran
llenas de sólocambio.
Se posaron un tiempo
para hacer descansancio.
Bebieron aguablanda
comieron vidapura
y partieron al grito de lamento.
Entraron donde latinoaltura cría selvas.
Estruendando bravía
daban de sueñobueno en sueñobueno.
A veces caían
pero nunca mortados.
Parece ser
que la punta de bala explotadora
no los amortecía.
Ahora mi yo lo entiende.
Dicen que cuando los humángeles
se sacuden el alma
el sitio queda lleno
de polbrillo de luna.

La sangrevivada

Perdí matadolor con que acalmarme
y oscuro el lado rojo encadavero,
temeroso de deslunanizarme
hasta caer en el deshuesadero.

Amarillo contrario a la luzmía
ya mi almánima ve gusanerío
es que a sufros no hay esperanzanía
y a piedraduras soy desgurherido.

Pero risa mi sangre se apuñizca
con olido de perro escarbafríos,
se feroce, se adienta, se encarnizca;

por buscarme claristas viveríos
atropella contra los pajaríos
de negra voz que sopla la muertizca.

-Inéditos-

Revelación de la noche


María
ha sido abandonada
y está sola pariendo
otra huella digital para el mundo.
María,
la mas blasfemada del barrio
pero también la más hermosa.
La que canta y los encanta
aunque la humillen
aunque le peguen con la moral de seda
el vigilante de la cuadra,
el sacerdote,
la maestra que nunca tuvo
la gente triangular de cualquier modo.
María,
la que conoce
las oscuras orillas de la vida
y las agudas puntas de la muerte.
La que vuelve a cantary reencantarlos
cuando sube su boca
hasta doscientos pentagramas de dulzura
o cuando desprende las tetas
para hacerlas estallar contra todos los ojos
o para derramar leche
en la tibia garganta
de su segundo dolor desconocido.

Washington Berón nació en San Rafael en 1961, y desde 1975 vive en Puerto Madryn. Participó en la Bienal de Arte Joven de la Ciudad de Buenos Aires, representando a Chubut. Integró los legendarios grupos Canto Fundamento y Verbo Copihue. Tiene un solo libro editado "Shopping de la poesía y otras causas", acumula una docena de libros inéditos, es músico y compositor también.
Poetas que le gustan: Debrik Ankudovich, Mochi Leite, Mauricio Robles, María José Rocatto, Carlos Pérez, Maritza Kusanovich, Claudia Sastre y muchos más

sábado, 22 de noviembre de 2008

Curinao Jorge



NACIMIENTO.


Entrar al mundo

por la puerta más pequeña:

cuestión de todas las noches.


SÁBANAS DE VIENTO.


La lumbre de dos cuerpos

en un cuerpo.


SEÑALES DE HUMO.


Quien cruza esta plaza

espera versos que jamás llegarán.


Por eso San Martín señala el horizonte.


EXILIOS.


Arrástrame

hasta el umbral de tus pasos.


Protégeme

hasta el silencio que dejan mis lágrimas.


Bendíceme

hasta el próximo encuentro.


La distancia entre nosotros

sigue siendo el hombre del traje gris.


PIES DESCALZOS.


La niña mira

asustada

los pies cansados


casi primitivos.


Sumergida en nubes de ilusión

decide retirarse

vacía.


No puedo quedarme inmóvil.


Piensa.



- Del libro SÁBANAS DE VIENTO (2006).


MESA DE LUZ.


Salto del cuadro. Enciendo un cigarrillo.

Despliego mi pobreza sobre este caos. Nada me es ajeno.

Recuerdo los siglos de mi infancia: rezaba en voz alta.

Recojo cada una de mis sombras.


Soy negro y triste.


Me atormentan los espejos. No encuentro formas.

Me hieren los libros. No encuentro palabras.

Me duele la vida. No encuentro caminos.


Y muero

de muerte natural.


TIEMPO.


Hablo del fracaso

del poema

de la resurrección de las palabras.


Hablo del silencio

de las cosas que no existen

de un corazón enjaulado en un jardín.


Hablo de la música

espacio privilegiado del ausente.


Hablo de mí.


DIARIO A FAVOR DE LA NIEBLA.


Aún oigo los golpes en el desierto;


el canto ancestral de la inocencia,

la mucha luz en mi pequeña oscuridad,

las lluvias emboscadas en mis sueños,

las fiestas ajenas en mis tantos duelos,

las manos añejas de soles desconocidos,

los juguetes robados,

los fragmentos borrachos de la angustia,

el frío del plato vacío.


Este diario escrito en mis horas desnudas,

amargas de vida.


OTRO SOL.


Yo quería jugar. Perderme en aquella calesita.

Pero había caído en mi sueño más temprano,

la otra soledad.


- Del libro inédito PLEGARIAS DEL HUMO.

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Referencias literarias:

Alejandra Pizarnik – Juan Gelman – Mario Benedetti - Enrique Molina - Jacobo Fijman - Miguel Ángel Bustos – Antonio Porchia – Alberto Girri.


www.jorgecurinao.blogspot.c
om

martes, 18 de noviembre de 2008

Corbalán Macky



La Pasajera de Arena (1992 – Tierra Firme )

digo : regresa

y temo no reconocerme
cuando entre por esa puerta.


Vasca


desviada

desviada

sigo

por el camino correcto



La espera del silencio,
y no el silencio,
es lo que aturde.


Monet

La mosca sobrevuela, interesada,
la gota de sangre
que brilla sobre el piso mugroso.

Zumba, se posa,
huele
el infierno de la carne.


Inferno (1999 – Libros de Tierra Firme)


VIII

Humanos

Leo en ellos como en páginas escritas.
Atravieso sus órganos opacos, su piel,
el susceptible hilado de los nervios.
Es lo de siempre, lo de cada época:
rencillas, acuerdos y desánimo. Una cosa
no entiendo: esa oscura,
repentina agitación
cuando recuerdan.



Algo clama por la atención del gato
que, desde su somnolencia, se yergue
y husmea el aire; como en el resto
de las cosas esenciales,
no hay nada allí que nosotros
podamos ver.


Fuera de esta habitación,
los perros inician su inacabable
perorata nocturna, los gatos se hacen
uno con el muro y crece, en el mundo,
una jerga animal que no me es extraña:
sube por tus ojos antes
de tocar mi cuerpo.



Los lamentos, las sirenas,
los disparos,
son el sudor de esta
noche ardiente.
Los lamentos.
Las sirenas.
Los disparos.
Dios respira con dificultad
en la cama de mis padres.



Cutral Có

I

Tuvo río sólo por un día. Arrastró
casas, perros y
gente por
kilómetros,
durante un marzo hecho
enteramente
de agua.


II

Un desierto lo rodea.
Por las noches, a un tiempo,
los pequeños animales que
lo pueblan,
abren sus ojos,
y otra luz se hace.



Como mil flores (2007 – Hipólita Ediciones)



Comic breve

Creímos tener el
amor-maravilla, pero
tu kriptonita fue un
pibe de 18, y la mía
el vuelo negro
de mi viejo
justo hacia arriba.


Zoo BA


Los animales miraban
con asombro los rodeos
de nuestro cortejo: yo, torpe
con el cuerpo, acudía a
las palabras por si una vez pudieran
salvarme; vos, displicente y lejana,
ganabas cada batalla, con el decoro
de no mostrar triunfalismo
o entusiasmo alguno.



Mínima,
en el descanso de
la fe, tallé
un dios justo
a mi medida.



Regalos


1
Te di una piedra, fantástica
combinación de brisa, sol
marino, arena y tiempo.
Y creíste que te daba el corazón.


2
De apuro, con las ruedas de
la bicicleta apenas detenidas,
trajiste manzanas. Y seguiste,
rauda, el camino que no has
de cambiar. Pero, pequeña,
las manzanas eran rojas, brillantes,
abrían su corazón dulce al
mordisco, al ansia, a
la sed de mi urgencia.



Frutas e insectos

1
Muerdo el aire en que estuvo
tu boca, el vacío me devuelve
el aliento zumbón de los
muebles que miran, piadosos,
el abrazo asfixiante
del rechazo, esta otra piel
que arde sin sol que la toque.

2
¿Te dije o imaginé
decirte: abríme, horadame,
grabá tu nombre en
el revés de la piel?
¿Te dije o soñé decirte:
sé mi hormiga particular,
mi obsesivo insecto,
mi fruta firme, ácida
manzanita?

3
Esperé de vos y de mí
ser una. Contra todos
los augurios y consejos,
que la vida y la muerte
nos tejiera con hilos
de transparente,
indisoluble unidad.

Únicas. Una. Ambas.

No éstas, dos que cruzan la
calle para no saludar.



La llave


La miro con detenimiento,
con fruición. Es diferente: brilla
con luz y oscuridad, su forma
quiso parecer un corazón
pero quedó a la mitad.

Sonríe y mira.

"La llave de mi corazón" decís al
ponerla sobre mi mano,
y vuelvo a mirarla por si fuera cierto,
como si sólo debiera
elegir el momento, el modo de la entrada.

Creer en las palabras, en el
latir que las empuja hasta la dicción,
que lo que dicen es cierto,
de alguna manera.
Creer en lo que se ve, en lo que el cuerpo
recibe, agradecido, y que el sudor deja
más que sal piel adentro.

Antes que la religión, el amor
es materia de fe.



El acuerdo – poemas inéditos


Dame fuerzas, Tú, quien
quiera que seas: cielo diáfano,
coirón ardiendo en la pampa
helada, sola, luz,
luz entrando de pronto en la habitación
cerrada.

------------------
Suenan trompetas de tren en la distancia.
No las escucha mi padre.
No las escucha mi abuela.
No las escucho yo, almacenada
y oscura, como el vino
en sitio fresco,
sin luz, ni vibraciones fuertes.



9

Apenas vino el primer calor, los frutales
antes secos, se rodearon de un halo
verde que ahora es flor
blanca. Sin preguntas
y cuando corresponde, cada árbol
hace lo que mejor sabe.

-------------------
Olfateo hondamente el aire, busco
los datos que permiten al pájaro
la vida. Dirección, sentido, peligro,
alimento, todo uno
en las especias del aire.
Pesada y sin plumas, voy en desventaja,
no crean que no lo sé. Pero, también
empecinada, sé de lo que se trata la vida,
y voy por ello.

-------------------
el animal que me acompaña siempre
ahora duerme, dormiré también
para acompañarlo yo por una vez

-------------------
ni diciendo “adiós” podría ahora estar más lejos.


BREVE BIO

Macky Corbalán nació en Cutral Có (Neuquén) y cuando debe nacer, sigue eligiendo esa ciudad aunque vive en Neuquén capital desde hace muchos años. Es poeta, periodista y trabajadora social. Activa por los derechos de mujeres y lesbianas en el grupo fugitivas del desierto, y también por los derechos de los animales no humanos. Es geminiana y de Boca.
Publicó “La pasajera de arena” (1992-Libros de Tierra Firme), “Inferno” (1999-Libros de Tierra Firme) y “Como mil flores” (2007-Hipólita Ediciones). “El acuerdo” es el título provisorio de un libro inédito.
poetas que le gustan :Griselda Fanese, Oscar Cares, Raúl Mansilla, Vanessa Arroyo, Claudia Prado, Gerardo Burton, Graciela Cros, Valeria Flores, Marcela Saracho, Eliana Navarro, Niní Bernardello, y siguen los nombres....
besos

lunes, 17 de noviembre de 2008

Giménez Iris



Aquella náusea que es el sentimiento que sabe
que el cuerpo tiene el alma...
Fernando Pessoa



La casa que me habita
Yo soy ese fantasma

*
En forma de lluvia
andan mis pasos por esta casa
vuelta a construir
tantas veces
en los ojos

*
Me levanto por la noche
al amparo del insomnio
refiriéndome a mí
como quien espera encontrarse en una brújula

*
Y la cabeza me piensa
una cabeza
que piensa a otra
que es mía
y me piensa a mí

*
Quién sabe
Si me repito
será que todo es lo mismo

*
Gira la brújula desorientada
y las ánimas de las cosas se espantan
como palomas de los niños

Pero siempre vuelven

*
Tantas veces y tantas
gotas que van a vaciar un hueco
del alma / intranquila

*
Todo cuanto tengo
te lo debo,
cisne innombrable

*
Un hedor
inquietante
me secuestra de la sombra
que aunque fresca
sombra

y sin quererlo
me rescata

*
No es temor a la muerte
Es que no quisiera recordar la vida
como a la niñez
y extrañarla para siempre

de “Luz primera”, inédito 1990/93

Ese intento de luz cerca del milagro.
Esa voz que dibuja el devenir.
Esa música.
Y la poesía.

nadie sabe de esta piedra
en el fondo del estanque
que comienza y termina en sus entrañas
y le duele el despertar

//

de las manos de la ciega
crecen lenguas
hambrientas de luz

//

sube al cielo
la bruma sobre el agua
ese humo lento que sale de su boca
y le cuenta a la luna desde lejos
que hasta el reflejo
del atardecer sobre los sauces
es diferente
esta tarde
en carne viva / así quedé

y vos por tu camino
y yo por el mío
nos fuimos alejando
solas

//

es la ciega que acaricia el aire para ver
y hunde sus manos en el barro
como palas como jarras
de agua como fuentes
inacabables como ríos
torrentosos

//

la ciega sigue la voz
en este desierto enfermo.
salvo el agua que salva
del río que baja y se envuelve
en olas
espuma
mar
todo lo demás es gris

//

aquí no hay belleza.
solo su necesidad crea espejismos para vos
entonces te diré
que todo tiene luz
y un color

//


las llamas flamean
frente a los ojos de la ciega.
es tiempo de sal *

*P/ Atahualpa Martínez
joven asesinado en Viedma en agosto de 2008



Iris Giménez nació en Allen, provincia de Río Negro, en mayo de 1969. Actualmente reside en la ciudad de Viedma, Río Negro. Publicó el libro Lugar necesario, poemas, Colección Biblioteca Patagonia, Ediciones El Camarote-2006. Su cuento “La especialidad de la casa” forma parte de la antología “Leer la Argentina”, literatura para adolescentes, seleccionada por la Fundación Mempo Giardinelli, obra que también forma parte del espectáculo teatral “Pueblito, mi pueblo”, dirigido por Silvia Ferragine y el asesoramiento literario de Ana Padovani; un poemario inédito fue adaptado a espectáculo poético teatral que se llamó “Alguna de mí”, con la dirección de Hugo Aristimuño. Ha publicado en antologías y sitios web, y recibido algunos premios y reconocimientos en concursos literarios.
Algunos de los muchos poetas que admira por su obra y su militancia: Jorge Spíndola, Andrés Cursaro, Graciela Cros, Juan Carlos Moisés, Raúl Mansilla, Liliana Campazzo, Irene Gruss, Raúl Artola, Silvia Castro, Dante Sepúlveda... y tantos más.

Colivoro Martín



De “Arenisca” (publicado por Fondo Editorial de Chubut, 2007)


aroma cero

acá
se vive en un país de escaso aroma
no huelen ni la luz ni las oscuras
ni el tiempo blasfemo
ni las impurezas

no hay olores que espanten
ni a los mismos huracanes
de trajes grises
ni pestilencias que maten
las corbatas de seda

se vive en un país
de aroma cero


resultado

el número que marca mis derrotas
el quíntuplo acertijo
la arena que se moja en dos por cuatro
y el ritmo como incógnita en tus ojos
el seno y el coseno de lo que amo

la cifra que se rima con mis duelos
la cuarta parte
el tercio de este corazón
la mitad de mí
de mí al cuadrado
la séptima potencia en soledad hiriendo en suma
restándome la vida y las mañanas
cociente de mi fe
divide y reina sobre mis pudores
por ciento en mis nostalgias

y un binomio ausente que me acuna
de uno a diez
la noche y el hastío me resultan

INEDITOS / SECCION:" Mariposas en el fuego"

la costa de los destinos
es tierra no sembrada
es aroma que fue
y que amenaza quedarse en cada sombra
de cada aguja del tiempo
que se teje sola


un poeta
una lanza sin guía

como agua seca en el fondo del río
¿de qué otra cosa puede respirar y vivir un poeta
mas que de su propia suerte echada al fondo del mar
atada a una piedra?


iré a buscar
esa libertad que nace entre los dientes
al morder la tierra tras la caída

la rima del sueño eterno
es saber buscarse a si mismo
entre los rastros perdidos que anduvimos
cuando no teníamos rumbo
ni norte hacia donde perder la mirada

fábula que adula
fádula
libre pulso anestesiado y parco
pon a secar tus lágrimas al sol
ahora
y ve desde el frente
un párpado neblino
una pupila pestañera
y saca tus lágrimas del sol
antes que el cielo confabule

INEDITOS / SECCION "Arena entre los Dientes”


Esquina. El apodo de un año azul quiere matar tu sombra y yo lo sé‚ lo siento y lo percibo en este lunes, en esta sábana de martes descuerada, gemida sin motivo puerta a puerta nube a nube rabo a rabo y para pesar esta mitad de pena que me falta mido tu eco entre las grietas del vidrio y de las luces del amanecer que se cuelan desnudas por mis venas.
Apago la luna en mi pulgar y es jueves de ceniza miércoles de barro. Abajo la ruta cabe en un río negro de ojos marchitos y me trepo al corazón que puja por salirse desde el fondo, por entrarse a la garganta de este viernes y gritar gritarse mudo a viva voz que este sábado gastado huele a domingo pasto seco de cantores sin alma de canchas llenas goles partidos sueños rotos tribunas castas mujeres bellas plaza Francia carne rancia besos grises poetas huecos casas bajas camas llenas
autos locos sangre roja puerta abierta trenes tristes pases cortos
cielo negro puente angosto sol de noche hambre ciega muerte lenta esquina mía.


si esta palabra pudiera
herirte de una buena vez, pudiera
cortar tus venas manchar tus ojos, pudiera
amarrarte a mi hombro
traerte a mis orillas, pudiera
secarte las arrugas, abrir tus poros
quemarte por dentro, pudiera
bendecirte y muy decirte
pudiera herirte
lo que sea
si esta, mi palabra fuera


desde adentro traigo
olores insurrectos traigo
dolores de parto invisible, frutos de la espera
desde el dentro de mi voz nació una carga, como motor que empuja
ciego al desparpajo corazón que late quieto, buscando el nervio, el pulso, el verbo eléctrico de diástole perpetua
traigo


fiebre y mercurio ardiento
ardiento enero
arenero almanaque poliedro de estopa y hierro
es el suero, la daga caliente que quema a este fierro
a contratiempo de la escarcha y la humedad, febrero
solsticio de vapor, de cenicero, de reguero
de anchura de pólvora al desierto
enero el río, el devenir eterno
la muerte de las ropas
las pieles heridas
el calor mata de frío en este invierno


Martín Colivoro,nació en Comodoro Rivadavia, Chubut, el 14 de octubre de 1974. Estudió Licenciatura en Comunicación Social, en la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco; y Dirección de Cine, en Buenos Aires.
Reside en Comodoro Rivadavia. Trabajó en radio; en periodismo gráfico se desempeñó en Diario El Patagónico, donde fue redactor general y periodista cultural. Actualmente se desempeña como cronista periodista en Canal 9 de Comodoro Rivadavia.
Participó en talleres literarios y obtuvo algunos reconocimientos en diversos concursos. Integró el taller de análisis y creación literaria de la Fundación Antorchas, Espacio Hudson, Lago Puelo, 2004.
Algunos de sus poemas han sido publicados en diarios, revistas, antologías y sitios de Internet. Fue seleccionado por el Fondo Editorial Provincial, de la Secretaría de Cultura del Chubut, año 2005. A esa selección pertenece "Arenisca", su primer libro publicado en 2007.


Poetas que admira: Juan Carlos Bustriazo Ortiz, Juan Gelman, Rosa Buk, Romina Canet, Cristian Aliaga, Andrés Cursaro, Rubén Gómez, Raúl Mansilla, Valerie Resenite, Luciana Mellado.

jueves, 13 de noviembre de 2008

Maggiori Ernesto




“Hola Raine, bueno recorrí algo. Si hay algo que no se puede decir es "conocí toda la Patagonia", ya que si bien al principio viajar era andar y recorrer kilómetros, con el tiempo esto fue cambiando y me dediqué a recorrer con más detenimiento y por áreas. Cuando ya el radio en escala se fue achicando, tomé conciencia que había más y más para ver. Cada valle y cada rincón guarda increíbles sorpresas. Así

comencé a leer historia regional, y a realizar travesías. Viví un poco más de un año en el cruce de los ríos los Repollos, y El Ternero, allí debajo de la famosa cuesta "Del Ternero", camino a Bariloche, a la salida del Bolsón. Ocupamos una casa abandonada durante ese tiempo, a la que luego el dueño nos autorizó a permanecer, ya que de otra manera le robarían, y cuando empezaron los problemas con la policía, que quería echarnos hacia el lado del Chubut.

Un paisano, el "viejo Soto", al que tratamos bastante tiempo más, y que se convirtió en un amigo, y quién me enseñó a herrar y a andar a caballo, nos prestó una cabaña en su terreno y se hizo cargo de "parar" a la policía. Al alejarnos del lugar, durante un tiempo nos escribíamos con Soto, él siempre guardaba nuestras cartas.

Previamente nos había visto pasar de hambre, cazar liebres de maneras poco usuales, hasta que nos enseñó a usar el lazo de alambre, y lógicamente dejó pasar un tiempo hasta que se dio cuenta que estos dos pobres ignorantes de ciudad estaban dispuestos a quedarse. O que por lo menos no los iban a espantar tan fácil. Éramos dos, yo y mi amigo Ernesto Di Lorenzo, que ahora vive en España. En esa época solíamos agarrar pan y fruta, y salíamos recorrer durante dos o tres días hacia adentro de la cordillera. Esto no dejé de hacerlo en años posteriores, a pesar de tener que dejar mi querido El Bolsón.

Tanto que con los años se convirtió en la base de la confianza adquirida para enfrentar travesías más largas, de 10 ó 15 días, es decir hasta salir al océano Pacífico. Algunos detalles más precisos de estos viajes fueron escritos y por allí andan, tienen anécdotas, datos históricos y el nombre de las especies nativas, ya que a veces, averiguábamos esto con los pobladores que cada tanto encontrábamos por esos parajes, donde no había, y en algunos casos, todavía no hay: Caminos, y por suerte. Ya vendrán épocas en donde la contaminación de los carteles de las tarjetas de crédito y nombre de los hospedajes y cabañas, cambien para siempre el paisaje y la gente. En la época de la dictadura viajé durante año y medio por Chile, Perú, Ecuador y parte de Colombia. En Perú entré a un mundo totalmente desconocido, desde el punto de vista cultural, comidas, costumbres, música, todo era extraño. Esto lo comencé a "sentir" ya en la frontera de Chile, en el desierto de Atacama. En ese tiempo comencé a interesarme por los libros de un tal Carlos Castañeda, a través de un norteamericano que se había casado con una nativa, y que se dedicaban a buscar y "probar" especies alucinógenas, él era remunerado por este trabajo. Me tomé el tiempo para recorrer y andar a gusto por Machu Pichu, y sus alrededores. Ya que paraba en un lugar no muy alejado, al que llegábamos caminando por las vías sabiendo los horarios del tren, ya que estaba la vía, la pared de piedra del cerro, y al otro costado el precipicio y el río.

Cada día caminábamos ida y vuelta, esos tres kilómetros que nos separaban de esas hermosas ruinas. A las que una vez subí aferrándome de las piedras de una de las paredes del costado de la parte de las quintas. Luego, con más conciencia de la inconsciencia con que hice esto, me percaté de que podía haber sido atacado por alguna araña o serpiente. A Chile lo recorrí entero, desde Punta Arenas a Arica, incluyendo las cuevas del Milodón de las que habla Chatwin, y las Torres del Paine. Una vez salí de Esquel a pié y caminé durante dos días hasta llegar a Tecka, estaba el camino cortado por la nieve y debíamos salir como sea de El Bolsón; hasta Esquel

llegamos en La Trochita, que habíamos tomado en El Maitén, luego de caminar desde nuestra casa en la bajada de "La Cuesta del Ternero", hasta esa localidad. Llegamos al atardecer de un día antes al tren, y la Gendarmería se portó muy bien, cediéndonos una casa vacía donde pasar la noche y hasta la hora en que "La Trochita" pasaba. Ni bien subimos al tren (viajaban pocos pasajeros) se comenzó a armar la cena entre todos. Nosotros no teníamos nada, salvo hambre, y esa gente nos incluyó como si fuéramos conocidos de toda una vida, sacando de todo, mientras el Guarda del tren, tomaba medio cordero y lo colocaba enganchado, al lado de la salamandra que al rojo vivo calentaba el vagón, era invierno y hacía frío, afuera era todo nieve y nada se veía, todo era blanco. El cordero fue haciéndose, la grasa chorreaba por la chapa que protegía del calor a las paredes de madera del pequeño vagón. En plena noche debimos parar en medio del campo, era una noche de luna llena y se veía todo, lo único que no estaba cubierto de nieve, eran las vías del tren hacía atrás, luego entramos y continuamos hasta parar en una estación que se llamaba Lepá y nunca me olvidé de ese lugar. Estas cosas me marcaron para siempre y nunca dejaré de estar agradecido de la gente de la Patagonia, de todo lo que me han dado y de todo lo que de ellos recibí.

Viajé durante años a dedo, a pié, ya casado y con mi hija en mi propio vehículo, volvía a pasar ya separado, con otra pareja, con amigos. En cada casa que aparecía con mi mochila al hombro cuando andaba a pié, me regalaron un pan casero, o me lo vendieron, me dejaron alojar y luego continuar, no saben, ni tienen conciencia de lo que provocaban en mí y que los guardo en mi recuerdo. Cada uno de ellos permanece hoy en algún lugar del corazón.

Al viejo Palma, que con sus casi cien años todavía andaba de campo en campo y a caballo. A la hija del médico Venzano, que conocí en una cabaña de la Catarata Escondida, y que luego fue incendiada para echar a sus moradores. A la gente de la entrada del Esquel, allí del cruce en donde las vías del tren dan la curva para finalmente bajar al Valle de Esquel, que siempre me vendían pan y manteca casera. A la familia Gallardo de Lago Azul, entre el Lago Puelo y Llanada Grande.

A los Böhme del paraje Los Tamariscos, a Don Efraín Macías de Paso El León, a Teolinda Altamirano, del otro lado de la frontera, por El Manso, que quedó sorprendida al vernos cruzar el río crecido a caballo bajo una lluvia torrencial, que nos alojó y nos brindó el calor de su casa. Aún me parece verla saludando, abajo y a lo lejos, mientras subíamos la zizagueante cuesta.



O del paisano Nahuelquir, descendiente del Lonco de Cushamen, que trabajando de peón en una estancia de la costa, mientras recorríamos a pié el trayecto entre Comodoro y Camarones, me avisó que no debía preocuparme por el agua -y cómo no hacerlo si era un tema hasta histórico en estos parajes- "Usted fíjese donde toman agua los caballos en la costa..." -me dijo- "O usted cree que se vienen hasta el rancho a tomar agua" - agregó, y efectivamente, así fue.

Un día observamos una tropilla, había bajado la marea y bebían un agua que afloraba en la restinga, y que a simple vista parecía el agua salada que volvía a la cota más baja de la línea de marea. Pero no era así, hice un pozo, dejé que se llenara y la probé -¡Era agua dulce!- Luego localicé varios afloramientos, algunos aparecían un poco salada por mezclarse con la arena que el mar depositaba en marea alta, pero afloraba desde las entrañas de la tierra, quizás filtrándose desde el interior del territorio, y apareciendo en la cota más baja, es decir con la marea en retirada.

Muchas veces demostré esto a mis amigos en varios lugares de la costa, convenciendo a los más escépticos. Ahora a los 48 años recién cumplidos, todavía me queda cruzar por algunos pasos no convencionales, son mi meta y mi sueño. Atravesé la frontera por varios lugares, los más comunes fueron por donde hay carreteras, pero una de las imágenes que aún permanece es la del paso entre Las Lajas y Temuco, creo se llamaba Pino Hachado, y había gente nativa, integrantes del pueblo Mapuche que vivían en casas construidas como cuevas de piedra, incluyendo los cercos y corrales, todo levantado en piedra, y luego el bosque, el majestuoso bosque que tan bien describió Neruda en sus memorias.

Cuando recién llegué al sur, corría el año 71 y el asfalto entre Comodoro y la localidad de Sarmiento, terminaba antes del Río Senguerr. Mi primer viaje por allí fue atravesarlo con lluvia, en ese momento debí quedar maravillado por los colores que el agua le imprimía a ese paisaje que por donde mirara, se volvía más y más interesante. Si miraba para abajo quedaba alucinado por las piedras, y eso que aún no había encontrado flechas, si observaba a los cerros veía los tonos parduscos y rojizos que me invitaban a entrar más y más adentro del paisaje.

Luego descubrí los bosques petrificados, convencí a un grupo de recién conocidos para llegar hasta allí. Salimos un día desde Comodoro, y estando nuevamente en Sarmiento, les propuse seguir a pié, así acampando, camino al bosque petrificado encontré mi primera flecha. Ese sería mi primer viaje a "la piedra", como le llamo, ya que toda la historia de la evolución parece estar a la vista y escrita en la piedra en la Patagonia, no es casual que Darwin haya encontrado la impronta de sus teorías en esta tierra.

Después siguió el bosque petrificado cercano a Jaramillo en Santa Cruz. Andar por entre esos cerros de poca altura, que a lo lejos sus coronas de piedra asemejan ciudades y castillos, ahí es posible comprender aquello de "La Ciudad de los Césares", hay cerros en Santa Cruz que de lejos parecen ciudades amuralladas. O las columnas de tierra que se elevan como torbellinos y que de lejos parece humo, y que han provocado lo que los geólogos llaman "bajos eólicos".

Quién se dirija por la ruta cuarenta, antes de llegar a la Cueva de las Manos Pintadas, podrá apreciar esto al lado del cerro conocido como "El Gorro de Poivre" - ¿Y quién fue Poivre? - Nada menos que uno de los baqueanos del célebre Oréllie Antoine I, quién en el año 1860 se hizo proclamar "Rey de la Araucania y la Patagonia".

Y qué decir de los cielos, de los rojos atardeceres en que el cielo parece incendiarse, o de las noches estrelladas abiertas al viajero, de ese "Cielo Protector" del que hablaba Bowles, cuando escribió su novela, que dió lugar a "Refugio para el amor", película de Bertolucci, cielo que nos protege de la oscuridad y de la noche eterna del universo. Eso se siente debajo de las estrellas en las noches de campamento mientras se comparte el fuego con ocasionales y luego siempre presentes pasajeros. Porque todos somos pasajeros. Bueno podría seguir, pero me enganché escribiendo, me dejé ir como quién dice y esto para mí es como de nunca acabar. Y ojalá así sea por mucho tiempo más.

Relato al guía de pesca Raine Golab, amigo personal de Ernesto



Ernesto Maggiori nació 1954 en Tandil. Desde los años setenta se dedicó a investigar y recorrer la Patagonia. Atraído primero por los paisajes y luego por la historia de sus gentes, los años lo llevaron a documentarse y escribir. Sus libros, enmarcados en la corriente llamada "Micro historia", contienen un rescate oral y documental muy importante. Cuando escribió la Historia de las localidades de Río Pico, Gobernador Costa y los pueblos y parajes aledaños al Genoa, algunos ya existentes como Piedra Shotel, aún no había bibliografía sobre el tema. En este valle pasó sus últimos años el Cacique Valentín Sayhueque y allí está relatada su historia. No hay lugar del que escriba en el que no haya estado presente. Recorrió así los distintos escenarios donde vivió el cacique, tanto como el Baker, o las antiguas huellas que originaron los caminos actuales. Cruzó varias veces la cordillera por pasos inhabilitados, y convivió con paisanos, nativos e inmigrantes durante días y semanas.
OBRA PUBLICADA:
DONDE LOS LAGOS NO TIENEN NOMBRES. Ed. U. de la Patagonia San Juan Bosco, 2001
CONVERSACIONES, BÚSQUEDAS Y HALLAZGOS ACERCA DE FEDERICO ESCALADA Y KOSLOWSKY, Rev. Patagónica de Hist. Oral Nº4, U. N. de la Patagonia , C.Olivia, 2001
CUADERNOS DE HISTORIA PATAGÓNICA Nº1, Papeles, documentos, entrevistas. Río Pico. C. Rivadavia, 2002
ACÁ VAMOS A PLANTAR UN PUEBLO Y SE VA A LLAMAR GOBERNADOR COSTA. HISTORIAS DEL VALLE
GENOA, Imprenta Gráfica, ed. del autor, 2003
RÍO MAYO, UN PUENTE AL ALMA, autores H. Avendaño, L. Musso, E. Maggiori y otros, DHA Servicios Comunicacionales, 2003
HISTORIAS DE FRONTERAS, 1ª edición, del autor, 2004; 2ª edición 2006; 3ª edición, 2008. Ed.Vela al Viento, C. Rivadavia.
CUADERNOS DE HISTORIA PATAGÓNICA Nº 2, La cruzada patagónica de la policía fronteriza. C. Rivadavia, 2006
VOCES DE UN PASADO TODAVÍA PRESENTE, Edición.Vela al Viento, C.Rivadavia, 2006
LAS COLONIAS ALEMANAS EN LA PATAGONIA ARGENTINA, ed. 04.11.08

En mi caso mis autores preferidos: Son varios, mis lecturas son amplias; van desde Lawrence Durrell a Tomás Wolfe, de Bob Dylan a poetas músicos como Peter Hammill. Desde Joseph Conrad a Jack Keruac. De los latinoamericanos. Guimaraes Rosa, Alejo Carpentier. Me gustan muchos los ensayos, la literatura de ideas... de los historiadores regionales me gustan desde Gorraiz Beloqui a Ramón Minieri. Poetas: ueno me gustan mucho Williams Carlos Williams, Lawrence Ferlingheti, Arthur Rimaud... es muy amplio el espectro de lecturas que me interesan, desde los clásicos cronistas de indias a un Robert Greenfield... hay lecturas que no podré aandonar jamás, aunque la historia de grupos como Los Beatles y los Rolling Stones ya las sé de memoria, yo puedo "sumergirme" en eso una y otra vez y siempre lo disfrutaré de nuevo... Mi vida es muy simple: Nací en Tandil en 1954 y siempre agradecí haber tenido el impulso de salir de allí a muy temprana edad; me recibí en la Escuela de Arte y me fui con una mochila y no paré de andat hasta casi unos diez años despues. Recorrí Argentina y una uena parte de América del Sur sin apuro y con muchas ganas de observar, aprender... mientras tanto no paraa de leer. Encontré los libros de Carlos Castañeda em Perú, descubrí a escritores como Manuel Scorza... luego me atrapo el Sur, la Patagonia, la cordillera...
Otro de mis autores preferidos es Paul Bowles, a quien admiro y además fui descubriendo primero por la música y luego a través de sus escritos. Mi relación entre la literatura y la música es muy importante, fíjate que entre los acápites e intertextualidades de mis libros hay cosas de Lennon, de Roger Waters, etc... yo andaba escuchando (Soy fanatico de Robert Fripp y Brian Eno) "viajando" con la música de King Crimson y siempre en los viajes me "dejaba llevar" por la música llamada "The sheltering Sky" de Crimson, no sabía aún que eso era el nombre del libro de Paul Bowles, luego escuché el tema "Té en el Sahara" de The Police, no sabía que era un capítulo del libro de Bowles, luego "descubrí" la película "Refugio para el amor" de Bernardo Bertolucci y quedé "flipado"... bueno a todo esto llegué al libro que en castellano se llamó "El Cielo protector" y desde allí comencé buscar más de Bowles, esto sucedió durante las primeras décadas de los ochenta. En definitiva descubrí que me gusta la literatura de escritores que en cierto modo fueron como "exiliados" en otras culturas, esto tiene que ver conmigo -quizás- en que siempre me he sentido algo extraño ante la mayoría de la gente, lo cuál no me preocupa en los más mínimo porque si miro hacia atrás, las cosas que hice, los viajes y hoy comparao con los parámetros comunes de la gente común, realmente debí ser un extraño para ellos y de allí a sentirlo hay un paso.

Bórquez Salas Sandra


El lápiz va a ir a todas partes...



El lápiz va a ir a todas partes

pero no se sientan golpeados

quizás solo sea

un roce en el ombligo.



Hay días en que todos pasan...


Hay días en que todos pasan

con el clásico olor a perfume

de galletas añejas

y yo me entorpezco cada vez

más

confundiendo la voz de la

policía.



Me presentaron a Jesús...



...Me presentaron a Jesús.

Se servía una cazuela de cholgas

y cada cierto tiempo

admiraba la suela

de sus botas vaqueras.



Uno de los grandes problemas...



Uno de los grandes problemas

es / casarse / con seres demasiado

terrenales

y dejar las puertas mal cerradas

mientras alguien

canta en inglés.



Te busco Whitman...



Te busco Whitman,

no he dejado

de necesitarte...



No podía dejarte esa tarde...



No podía dejarte esa tarde

mientras plantaba

mis verdes sueños

en el patio de la casa

no podía dejarte

aunque

me haya pintado

los ojos de frío.



Vas a pasar tu vida...



Vas a pasar tu vida

sonriéndole a los espejos.

Desmantela a los acusados,

a las grandes damas

del gran salón,

de los grandes peinados

y camina lentamente

hasta la barra de un bar.



En la puerta gris...



En la puerta gris

cabe un arcoiris

también un milico joven

que oculta su sexo

y solo te deja ver

su equipo estéreo.



Al abrirse la luna...



Al abrirse la luna

cayeron algunas mujeres

las que más tarde

se suicidaron.



Voy a postergar...



Voy a postergar

mi muerte quiero tener tiempo

para un abrazo clandestino.



---

El agujero en tu mente

los fósforos cansados

me hacen pensar

que esta es mi casa.

quiero esperarte

mezclando las cosas

y quizás pida que no llegues nunca

para no volver a ponerme triste.

mis ojos, la luz,

y el árbol de afuera

ya son un poco míos,

cuando decida morirme

no mates a nadie

que ya los llevo a todos conmigo.



---

Se nos pasó la tarde

buscando peces muertos,

mis manos olían a naranja

y tu intentabas imitar el trino de los pájaros.

---

Los años pasan,

mi padre no ha vuelto a cuidarme

cuando estoy enferma.

nunca más fui con mi hermano

a llevar un balde de agua



a la casa de la abuela

que escuchaba los radioteatros

y vigilaba a mi abuelo

que su único pecado era mascar y escupir

tabaco.


---

Ella...

ya no ofrece sus pechos,

las mariposas anaranjadas

se enredan entre sus piernas.

solo se adormece

tratando de recordar el color

exacto

de los ojos de su abuela.



---



El indio,

abriga a la niñita

con la sombra de su pie...

ella se duerme,

tiene el pelo

salpicado de luciérnagas.

-----


Estaba en el sur

y sentía sus pasos

cuando caminaba

por las veredas de Colombia

(Nueva York queda muy lejos)



A veces el hambre

preside la poesía

y sueñan un plato de choclos



Bolaño llenaba hoteles

autos, restoranes y calles



Whitman

los juntaba como rebaños

dentro de un corral abierto

y los hombres conocían el amor

besándose en la boca.

mirándose los pies desnudos.

---

Sandra Bórquez Sala nace en 5 de julio de 1964 en Coyhaique Aisen.

Primeras publicaciones en el Diario Aysén. 1979-1980
Participación en Talleres Literarios CEMPROS. 1981
Publicaciones en La Cantaria Azul, El Guairao, Art Collage. 1983-1985
Publicaciones en Francachela y Revista Tierra dentro. 1990-1991-1993
Publicación en la Antología Nacional: “De Mujeres Que Sueñan…Nace Un Poema”. 1996
Tertulias literarias, Agrupación Amigos de la Biblioteca.1997-1998-1999
Participación en el Primer Encuentro de Escritores Regionales, Puerto Aysén. 1999
Participación en la feria del libro, Coyhaique. 2000-2001
Crítica literaria de Ariel Fernández, presidente de la comisión de Relaciones Nacionales de la SECH, en “La Hoja Verde” Nº111
Publicación del poemario “Postergando Mi Muerte”. Cuadernos de poesía, ediciones el Jabalí. 2000.
Participación en el 3er Encuentro de Escritores en Rancagua 2001
Publicación en el libro Voces 2001, de la Sociedad de Escritores de Chile, Rancagua. 2001
Publicada en la Revista Literaria Femenina Safo registrada en publicaciones periódicas de la biblioteca nacional:
Revista nº 73 noviembre-diciembre. 2001
Revista Nº 74-75-76 enero-febrero-marzo-abril-mayo-junio. 2002
Integrante de la Agrupación Amigos de la Biblioteca, el Libro y la Cultura Coyhaique. 2002
Integrante de la Agrupación Cultural de Escritores y Aficionados a la Literatura Coyhaique. 2002
Integrante de la Sociedad de Escritores de Chile, SECH. 2002
Publicación en el libro Fin del Hielo prosa y poesía de Aysén. 2000
Publicación en el libro Voces en el Silencio (poesía en la patagonia). 2004
Presentación en tertulia “La oveja negra” en el “Bar Cervantes” Coyhaique. 2005
Participación en la celebración del Día Internacional de la Mujer Bar Cervantes. 2006
Participación Encuentro Artístico – Día 2 de junio del 2006-Lausane, Suiza.
Monitora Escuela de Arte, Prodemu, Taller de Cuentos Urbanos. Agosto – Diciembre año 2007.
Representante XI Región en Feria del Libro en Comodoro Rivadavia, Chubut, Argentina. 20 de agosto de 2006.
Participación Segundo Encuentro Regional de Mujeres de la Patagonia. Coyhaique, Chile, año 2006.
Feria del Libro Coyhaique. Año 2006.
Participación Revista Artcollage, Especial mujeres, Enero 2007

Sus autores favoritos son: Walt Whitman , Jorge Tellier, Gioconda Belli, Mario Meléndez, Eleodoro Sanhueza, Pablo Neruda, Nicanor Parra y Jorge Spíndola

lunes, 10 de noviembre de 2008

Calvo Laura



MORDERSE LA LENGUA


No me parece que lo más urgente sea defender una cultura cuya existencia nunca ha liberado a un hombre de la preocupación de tener hambre, sino extraer de aquello que se llama cultura, ideas cuya fuerza viviente sea idéntica a la del hambre.
(Antonin Artaud)



Mastiqué mi lengua al mediodía
y tan fuerte el dolor
me dejó muda
Vi los bordes de la herida en el espejo
el tajo en carne viva sangrando para adentro
Con mis dedos enseguida tapé el hoyo
que dejó de sangrar en ese instante
Probé decir algo simple -lengua mía-
y ella dijo por su cuenta: no te abuses,
de ahora en más hablas o muerdes

No, señores, no queremos dialogar ni debatir y
-en particular-
no queremos ser misericordiosos
Un diálogo verdadero se atrevería a descubrir
lo que nos atormenta del otro
y sería tan sincero como para concluir
que también lo propio escandaliza

Quizás sea así y quizás no, entre gente como yo
y gente que se come los animales del zoológico
Quien eche un vistazo a las obras completas del festín
se dará cuenta de que por fin
alguien echó a correr su dentadura

Basta que algo se haya comido una vez
para que circule por todos lados
Lo mismo que la vejez
el arte de la retórica requiere platos de extensión moderada
Ni mucho ni poco ni excesivamente condimentados
Poner la prosa en el lugar del invitado
y el plato fuerte -si lo hay- que sea caliente

Acábela con que el destino es un menú sin entremeses:
¿acaso al trigo lo cultivan los peces
y a la hora de comer no se justifica poner los platos?
Es un milagro -dice usted- comer todos los días
Yo ayer comí pescado y hoy pastillas para la hipnosis

No sólo el arte de comer es un oficio postergado
También el arte de roer se ha visto malogrado
y la ratita presumida busca pareja como inversión segura
(roedor tenía que ser para creer que una moneda
puede operar milagros)
¿Con quién me casaré? ¿Qué harán para enamorarme?
La oveja le dijo beee, el gato le dijo miau, el perro le dijo guau
y el gallo quiquiriquí. ¡No, no, que me desvelais!
Y apareció el oportuno ratón y de un sopetón preguntó:
¿te quieres casar conmigo?
¿Qué harás para enamorarme?
Dormir, comer y callar. Y la ratita aceptó
Barrer, limpiar, lavar la ropa, cocinar...
llorar, porque el ratón se ahogó en la sopa

El hambre es el más sabio de todos los servicios:
redime las funciones que acaban con su oficio
Las viejas tradiciones no se pierden fácilmente
Si el aparato se quedara sin dientes
lo más probable sería que el hambre dejara de existir
Es del todo indiferente qué forma y qué material
elija para ello el juicio (si ofrece placer o impone lo inaceptable):
sólo estimulará lo que se quema a sí mismo

El hambre es el más sabio de todos los servicios:
esas papilas gustativas ansiosas por seguir
la lengua acometiendo hasta dejar la fuente limpia

A no inquietarse, no hay motivos:
el hallazgo corresponde a una pierna de cordero
rebosante de proteínas
un espectáculo turbador, excepcional y verdadero:
la unidad de la pieza, su dimensión encantadora
todas sus líneas convergiendo hacia la mesa
donde el poeta acaba de morderse


Salvemos al vitel toné



A fines de los años 60 no sabía qué hacer con mi flamante título de maestra normal. No me sentía docente en lo más mínimo, y normal...
En el test de orientación vocacional me salió Abogacía (qué habré con las rayas, los puntos, las figuras) pero ya estaba mi hermano en eso y no lo veía muy contento. Otras opciones: Sociología o Asistencia Social. Elegí Asistencia Social porque en esa época creía que la solidaridad era algo que podía estudiarse. No llegué a dar los primeros finales. La profesora de Psicología me corrió antes. Sepan, nos dijo en una clase, que la práctica de esta carrera en la Argentina no es como en Estados Unidos donde el profesional atiende los casos en su propia oficina; aquí se termina como empleado en una cárcel o una escuela. Piénselo chicas (la mayoría éramos mujeres). Y ahí nomás largamos varias.


Y ahora qué vas a estudiar, me preguntó mamá que no toleraba eso de estar sin hacer nada. Para empezar, dactilografía en la Pitman: ASDF-ÑLKJ –ASDF... ¿Cuántas palabras por minuto? ¿¿¿Cuántas??? Buena cabeza para los estudios; poca motricidad fina. Sigamos buscando..., una carrera corta: a ver, a ver, algo que permita moverse, viajar si es posible, conocer otra cosa. Y un día de esos en los que andaba más despistada que hormiga en el asfalto, hojeando La Nación vi la publicidad del Instituto Humboldt que ofrecía un Curso de Guía de Turismo de dos años de duración y salida laboral inmediata.
Está bien, dijo mamá, eso e Inglés. Sí, Inglés, por supuesto, en Interlab con grabador y auriculares: How old are you? I’m eighteen years old; Where are you born? I was born in a little town not far from here…

El Instituto Humboldt quedaba en Río Bamba y Juncal, justo a la vuelta de Interlab. La mayoría del alumnado allí también eran mujeres; señoras con ganas de hacer algo más estimulante que esperar al marido con la cena lista; solteronas resignadas a atragantarse de cultura por falta de un marido a quien prepararle la cena; pendejas como yo sin deseos de comprometerse con nada a largo plazo, y un par de gays muy divertidos, además del Director y el profesor de Historia del Arte que también eran pareja, dos tipos underground, sensibles, capaces de transformar la realidad más vulgar en una experiencia estética. Si lo que buscaba en el Instituto Humboldt era aprender la relación entre el arte y el turismo, había caído en el lugar indicado. Nunca aprendí tanto sobre el patrimonio urbano de Buenos Aires como en esos dos años que duró la “carrera”. Todos los fines de semana salíamos a visitar un museo, un barrio, una iglesia, reconociendo con entusiasmo los distintos estilos que habíamos visto en diapositivas: un atrio románico, unas agujas góticas, un mosaico bizantino, un arco, un cortile. Tomábamos apuntes y después los pasábamos en limpio en el departamento de María Estela, una de las cinco que formábamos el grupo junto con Alicia, Teté, Claudia y yo. Recién llegada de Londres, después de haber pasado varios meses tratando de aprender inglés mientras se divertía yirando por el Soho, María Estela era la única que tenía auto y que vivía sola. Su familia era del campo, mucho campo, en Ayacucho; una de sus estancias se llamaba como ella: “La Estelita”. Además tenían haras y criaban perros de raza. De esto me fui enterando, no porque ella se mandara la parte, sino por compartir un lenguaje común, una visión pampeana -podría decirse- como el cuadro de Macció, ése donde la llanura parece apresada por un cielo que la aplasta, y a lo lejos, muy a lo lejos, se ve un diminuto y solitario hombre a caballo.


Todos los días, a eso de las cinco, nos encontrábamos en el café de la esquina de Melo y Junín a leer los apuntes de la clase anterior un rato antes de entrar al Instituto. Fue en ese café, una tarde de lluvia torrencial, de esas que se descuelgan en Buenos Aires desbordando las alcantarillas y no podés cruzar la calle sin empaparte los zapatos, que vi a María Estela por primera vez. Entró descalza con las medias embarradas y un par de botas en la mano. Miró a su alrededor y me dijo: ¿Puedo? Y sin ningún empacho se sentó conmigo porque el resto de las mesas estaban ocupadas. Buscó en su cartera, sacó un pañuelo y un atado de cigarrillos, me convidó, prendió uno, pidió un café y mientras esperaba que se lo trajeran, se secó los pies con el pañuelo antes de calzarse de nuevo. Ni muerta iba a dejar que se me arruinen, dijo, ¿no son divinas? De cuero, blancas, bien ajustadas a las piernas, las botas, efectivamente, eran divinas. Nos pusimos a charlar y en diez minutos descubrimos que en diez minutos más empezaban las clases en el Humboldt donde ambas nos habíamos inscripto.


María Estela me llevaba diez años, menos que muchas de las mujeres que allí asistían, pero se comportaba como si tuviera mi edad. Había estado a punto de casarse, pero de eso prefería no hablar. Siempre llegaba tarde, con el pelo castaño oscuro bien planchado, minifalda y botas, y se sentaba cerca de la puerta, lista para escaparse al patio a fumar si la clase se alargaba demasiado. Un día faltó al Instituto, y al siguiente también y pensamos que tendría otra angina: fumaba dos atados por día y parloteaba sin parar. Llamamos al departamento; no respondió. Le tocamos el portero eléctrico; tampoco. Pasaron más días y el Director nos dio la noticia de que su hermano mayor estaba muy mal, allí en Ayacucho, el pueblo de dónde eran, y ella había viajado de urgencia. A la semana nos enteramos de que el hermano había muerto y tres de nosotras viajamos a verla. Era una tarde de invierno, y soplaba un viento helado que barría las hojas que aún quedaban en las calles cuando bajamos del micro. Le preguntamos a alguien donde quedaba Sarmiento al 600 y nos indicaron que ahí nomás, a la vuelta.


La casa era grande, de una sola planta. El auto de María Estela estaba estacionado en la puerta. Congeladas, nerviosas apretamos el timbre. Nos atendió una vieja con un mate en la mano que se presentó como la tía Luisa. Ayer lo enterramos, pobrecito, se lo comió la hidatidosis, nos descerrajó mientras entrábamos. Hace años que la tenía; aquí es bastante común. Un chico criado en el campo, rodeado de perros que se comen las vísceras crudas de los mismos animales que ellos han infectado; el chico va, toca al perro... La tía sorbió el mate y se secó los ojos que habían empezado a lagrimearle. Pasen, pasen, siéntense. Al pobrecito, el parásito le atravesó el hígado y se le asentó en el pulmón. Primero le sacaron ese quiste y se le hizo una fístula bronquial. A los cuatro meses le extirparon el quiste hepático y la cosa parecía controlada pero al tiempo empezaron las complicaciones. Le hicieron infinidad de estudios hasta dar con el quiste miocárdico responsable de la siembra. Encima el pobre sufría de hipertensión arterial y no se cuidaba para nada... El living silencioso había empezado a llenarse de sombras; los muebles, las alfombras, todo invitaba a apoltronarse. Arrastrando los pies, la mujer se acercó a una de las lámparas y la prendió. Cada día oscurece más temprano, murmuró. Sobre la mesa, una foto de María Estela y dos muchachos se iluminó de repente. Ahora la llamo, dijo la tía, y se eclipsó tras una puerta.

Media hora esperamos a que apareciera María Estela. Media hora tensionadas pensando qué decirle a alguien de quien uno sabe menos de lo que cree saber. Sabíamos que era rica, la más rica del grupo; que pensaba en voz alta y hablaba sin parar; que contestaba preguntas con más preguntas; que su vida sentimental había sido un estropicio; que gastaba en viajar todo lo que podía porque en un pueblo todos se conocen y hay que viajar para conocer el mundo; que mantenía el buen humor si le bancábamos los caprichos; que manejaba el auto de forma distraída y había que gritarle, ¡mirá para adelante! cada vez que volteaba para meter un bocadillo.


La tía volvió con el mate y un termo y entre cebada y cebada siguió ilustrándonos: cuando murió Artemio, mi cuñado, que en paz descanse, no saben las penurias que pasó esta familia. El campo empezó a andar mal. A una sequía eterna se le sumaron dos juicios de trabajo de unos peones pretenciosos: los dos perdidos. Después mi sobrino, el finado, tomó las riendas y enderezó el rumbo, salvó “La Estelita” y armó el haras que maneja Artemio hijo a quien le encantan los caballos, pero de negocios, minga: a él le gusta fraternizar con los peones. La mujer sorbió una vez más y señaló a ambos jóvenes en la foto: no sé qué va a pasar ahora que éste se nos fue. Si María Estela sueña con volverse a Buenos Aires, mejor que despierte.


Y efectivamente, María Estela debe haberse despertado porque apareció en ese momento bostezando y con los ojos muy hinchados. La abrazamos, le dijimos lo poco que pudimos, persuadidas de que la palabra no remedia pero algo atenúa, y seguimos mateando un rato más, ya con las tripas haciendo ruido porque no habíamos comido nada desde el desayuno. La idea era volver esa misma noche a Buenos Aires en un micro que salía a las diez, pero la madre, una mujer de cara dulce que apareció tras ella, nos insistió para que nos quedáramos hasta el día siguiente. Hay camas de sobra, nos dijo, y nos sonrió con los ojos velados, como disculpándose por la ironía involuntaria al insinuar la pérdida reciente. En la chimenea el fuego seguía encendido y la tía se levantó a prender más luces. Tendrán hambre, dijo la madre. Voy a ver que hay en la cocina. Por favor, no se moleste, dijo Claudia, y las demás nos sumamos aunque no muy convencidas. Déjenla, no se preocupen, nos atajó María Estela, en esta casa lo que sobra es comida. Al velorio llegaron muchos familiares, aclaró la tía, y debe haber quedado de todo un poco.Y en efecto, a los diez minutos la mesa estaba puesta y se empezó a llenar de fuentes. Lechón arrollado, liebre en escabeche, jamón crudo, huevos y tomates rellenos y -lo mejor de lo mejor- un vitel toné que por lo visto nadie había probado por haber quedado al fondo de la heladera. A mí, para quien el tema de la cocina se reducía a simples ejercicios jugados dentro de los límites de una poca desarrollada imaginación culinaria, este plato me excitó sobremanera; tanto, que en contra de mi habitual desinterés con todo lo relacionado a las recetas, me animé a preguntar acerca de su preparación. A la madre le brillaron los ojos, no de pena -me dio la impresión- sino de entusiasmo. El poder de la comida parecía haberse instalado en la mesa como un bálsamo reparador, una síntesis superadora del apetito.


Con una prosa sencilla pero profunda, más allá de la polémica sobre lo que engorda o afecta el hígado, más acá de las opiniones sobre la mezcla del pescado y la carne vacuna, la mujer nos habló del pesceto hervido con algunas verduras que le van dando gusto, el tiempo de cocción, y luego de la salsa en base a mayonesa, atún, anchoas y alcaparras. La persecución de un gusto único, de eso se trata, concluyó mirando a su hija, que en el otro extremo de la mesa seguía sin probar bocado, fumando sin parar como si hubiera caído en la cuenta de que existía un gran espacio entre el escenario donde se celebraba aquel banquete y el mundo real de su aflicción. La carne me parece tan triste que ya no puedo soportarla. No entiendo cómo mamá insiste con estos platos, murmuró María Estela cuando la mujer se levantó a buscar algo; se la pasa preparando manjares de modo obsesivo, ejerciendo sobre los ingredientes un control de gestión tan exhaustivo que a mí se me van las ganas, qué quieren que les diga. Ella cree que la mayor parte de lo que la gente come no es lo que se dice una comida; cosas que parecen comida porque tienen ingredientes y gustos determinados, pero que responden a un placer superficial haciéndoles sentir que han cumplido con el deber de alimentarse. No entiende que ésta es una sociedad de fast food, una sociedad que necesita consumidores idiotas. Fomentar paladares exquisitos sería contradecir eso; sería formar gente que reflexione sobre lo que es comer y sabemos que es muy difícil gobernar gente que reflexione. Era raro ver así a nuestra amiga, un personaje de comedia envuelto en la tragedia. Shakespeare habría podido inspirarse en ella construyendo la versión femenina del Yago nihilista en Ayacucho, la capital de la carne, sede provincial de la Fiesta del Ternero. La puerta de la cocina volvió a abrirse. El mejor plato es el plato no cocinado todavía, dijo la madre entrando: ¿quieren algo de postre?


Todas aprobamos las materias del Curso Especial de Guías de Turismo que nos habilitaba con una credencial para realizar visitas guiadas a los principales puntos de interés de la ciudad de Buenos Aires. La fiesta de egresadas coincidió con mi cumpleaños, y la hicimos en el departamento de María Estela. Desde la muerte de su hermano era la primera vez que organizaba algo en su casa. Había de todo, pero lo más impresionante fue el vitel toné que preparó su madre y se lo mandó con el comisionista. No faltó el vino ni el champagne, el postre helado, las cornetas; porque también hubo pitos y cornetas. Una de las chicas se quedó para ayudarla a limpiar todo. Cuando nos despedimos, todavía con el bonete puesto, ambas ignorábamos que no volveríamos a vernos en diez años.


En ese lapso pasaron tantas cosas que me llevaría varias vidas escribirlas, así que sólo diré que me casé, tuve dos hijos y con mi marido decidimos abandonar Buenos Aires en busca de aires buenos en serio, plazas donde no explotaran bombas, calles donde se pudiera circular sin que te pidieran documentos. Elegimos el sur, la Patagonia. Nos compramos una casa y un perro y abrimos una agencia de turismo en Bariloche. En eso estábamos cuando una mañana de agosto suena el teléfono y escucho la voz ronca, un poco más destemplada de lo que la recordaba, pero definitivamente inconfundible de... ¡María Estela! ¿Sos vos? No puedo creerlo ¿Quién te dio mi teléfono? ¿Quién? Claudia. Qué bueno, che ¿Cuándo llegaste? ¿A esquiar? Genial. Sí, sí..., muchas ganas de verte... ¿A tomar unos mates? Cuando quieras.


Una de las tantas abominaciones de la dictadura militar fue condenar a los desaparecidos a ser jóvenes eternamente, negarles la madurez, el envejecimiento, signos que ahora veía corporizarse en la figura de mi amiga desaparecida por diez años; se estaba bajando del auto frente al portón y hacia allí me dirigí inmediatamente. Con un saco de cabra teñido de azul y el pelo casi rubio, me costó reconocerla. Diez años que no nos veíamos y diez que me llevaba, le calculé al vuelo que andaría por los cuarenta. Venía de Australia después de estar allí un par de años con el hombre con quien se había casado y de quien se acababa de divorciar. Un ingeniero de Techint, buen tipo, pero no anduvo. Ni soñar con volver a Ayacucho. Me deprime el sólo pensarlo; vos sabés que a mí el silencio me da pánico, y la llanura, qué querés que te diga, es puro silencio, che. Por ahora me alquilé una cabaña en el Cerro Catedral y voy a esquiar hasta que me pudra. Su búsqueda espiritual, de la que habló una hora seguida, se hallaba encaminada tras los pasos del gurú Maharashi. Me sorprendió. Aún la recordaba más bien burlona y descreída. Le dije que tuviera cuidado, que un tipo conocido, un estanciero como ella, le había donado gran parte de su fortuna a ese tipo: te hacen la cabeza ¿entendés?, y corrés el riesgo de que tus vacas terminen convertidas en alfombras de flores sobre las que avanza el gurú cada vez que aterriza en un sitio y se dirige al hotel donde se aloja gratis, porque el dueño es otro de sus seguidores. La convencí enseguida: una cosa es patinarse la guita esquiando, y una muy distinta que se la patine otro.


Terminó la temporada invernal. María Estela dejó la cabaña en el cerro y se compró una casa en el centro. Había decidido quedarse a vivir en Bariloche, así que por diez años -nuestra medida seguía siendo la década- recibió su cheque mensual sin preocuparse por el campo, la hacienda , los arriendos, sabiendo que esas cosas estaban en manos de Artemito que aparentemente las piloteaba. No recuerdo grandes cambios en su vida personal que merezcan mencionarse en ese lapso. Sí, los hubo en el país. La patria financiera fue el fin de ”La Estelita”. A la estancia se la tragaron los bancos y sólo pudieron salvar el haras, parte de la hacienda y no muchas hectáreas. Mi amiga vendió la casa en Bariloche, el departamento en Buenos Aires y se volvió a Ayacucho. El opaco, insoportable paisaje llano pasó de un segundo a un primer plano, desplazando el contexto de las ficciones anteriores.
Me llamó por teléfono un par de veces: una para contarme sobre el fallecimiento de su madre, lo que me puso bastante triste, y la otra para decirme que la situación económica estaba mejorando y había podido conservar la casa familiar. Me alegró que estuviera contenta o tranquila o resignada a vivir en Ayacucho, dedicada a sus sobrinos -los hijos de Artemito-, a la cocina y a jugar a las cartas. Lo último que supe de ella fue que una Nochebuena, yendo a festejar a la casa de su hermano, chocó y casi se mata. Terapia intensiva, operaciones, un desastre. Me enteré dos meses después de qué ocurriera y la llamé inmediatamente por teléfono. Me atendió alguien que dijo ser su secretario. Ella no estaba. Le pregunté al fulano si tenía correo electrónico. Tenía y me lo dio. Le mandé un mail requiriendo información acerca de lo ocurrido y contándole un poco de mi vida. Me contestó al toque.

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.....serían las diez y pico de la noche. Yo me había atrasado preparando el vitel toné con la receta de mamá y en vez de meterlo en un tapper se me ocurrió ponerlo en una fuente y llevarlo a lo de mi hermano ya listo para servir en la mesa. Subo al auto, acomodo los regalos, los turrones y el champagne en el asiento trasero, y adelante, en el piso, pongo la fuente con el vitel toné. Artemito y familia viven sólo a tres cuadras, así que yendo despacio no corría peligro de que se volcara. Error. Cuando arranco veo que la mayonesa hace una ola que casi desborda la fuente. Con un ojo en la calle y el otro en el vitel toné, avanzo una cuadra y veo crecer otra ola que mancha esta vez la alfombra. Sin frenar, me agacho para acomodar la fuente y, no sé cómo, me la doy contra un árbol con tal mala suerte que la palanca de cambios me atraviesa el bazo. Todo esto me lo contaron, porque quedé inconciente una semana, y cuando me desperté estaba llena de tubos en una clínica de Mar del Plata. Te juro que iba a diez kilómetros por hora. No entiendo cómo me tragué ese árbol choto.


Una pregunta, una respuesta

Una pregunta, una respuesta
la lengua tiene mucho trabajo:
clava la aguja da una puntada
mientras prosigue de arriba abajo
Con los retazos se va formando
la nueva prenda sin otro lazo
que esa puntada de sentimientos
cuando revelan el pensamiento
Y así la lengua que nos abriga
muestra las partes más atrevidas:
a veces borda finos encajes
otras zozobra en un remiendo

¡Ay! lengua mía
lengua de todos
no dejes nunca de equivocarte
si de algún modo a veces miento
no es por tu culpa
cuánto lo siento


El cielo se abre paso

El cielo se abre paso entre las nubes
El aire está cargado de presagios
Un pájaro celeste se aproxima
a anidar en la orilla de unos párpados

No hay nada más suave que las plumas
a la hora de dormir un largo sueño:
una sombra... un suspiro... una fatiga
se han unido sin brújula y sin dueño

Allá va la oscura pesadilla
la frágil escalera sin peldaños
De este lado de la almohada la cabeza
del que sueña sin saber que está soñando


Y YO SALI DE MI (tango)



Y yo salí de mí siendo yo
y siendo ajena lo mismo que las sombras
No se puede separar de la ficción
el sentimiento que la vida nos imponga
Necesidad de sorprender
luchar en el intento cuerpo a cuerpo
empapelar de libertad cada renglón
aventurándose en el filo de lo incierto

Quien no le teme a la ternura
no necesita probar nada ni exhibirse
no necesita negociar con la cordura
(poesía blanda, poesía dura) estribillo
Es tan negra la amargura
de quien descree de la piedad
no hay camino de salida
y el de regreso es a la propia soledad

Y yo salí de mí siendo yo
y siendo ajena lo mismo que las sombras

Ceremonial de destrucción
la vida hiere, la muerte reconforta
Indignación de respirar
hablar de lo indecible y transitarlo
ser devorada entre las líneas de un deseo imaginario
hasta perder la dirección original


Pueden ver más trabajos de esta autora en
http://www.cibertaller.com.ar
http://www.myspace.com/poetango


LAURA CALVO (1949) nació en Laprida, Provincia de Buenos Aires, Argentina. En 1980 se radica en San Carlos de Bariloche, donde vive actualmente.

OBRA PUBLICADA/ PREMIOS
1992: Premio "Rodolfo Walsh", certamen argentino-chileno por su cuento policial "Caso Cerrado".
1992: "Angel Fauno" (poesía) Ediciones Pixelia.
1992: "Decimos" (obra poética compartida con otros autores), Edición San Carlos de Bariloche.
1994 y 1998: Primero y Segundo Premio del Salón Patagónico del Poema Ilustrado por sus obras "Fundar el Sueño" y "Amapola Naranja".
1995 y 1998: Primer Premio de Poesía de los certámenes XVII y XX Encuentro Patagónico de Escritores por "Conquista del Arbol" y "Poemas Perros", ambos editados por Ultimo Reino.
1996: "Antología Oral de la Poesía Argentina" organizada por Libros de Alejandría en el Centro Cultural San Martín.
1997: Mención Especial Revista Vox de Bahía Blanca y finalista del Concurso Hispanoamericano de Diario de Poesía.
1998/1999: Celebración de lo Efímero- Arte y naturaleza.
1999: "Poesía Hacia el Nuevo Milenio" (antología de poetas arg.) edit. por La Luna Que.
1999: "Abrazo Austral" Antología de Poesía del sur de Argentina y Chile, ediciones del Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos.
2000: 1º Premio del IV Salón Patagónico del Poema Ilustrado: "Esa delgada línea de puntos".
2000: “Discursos Vivos” (poesía) Ediciones Pixelia, libro presentado en el marco de una Retrospectiva Personal de Poemas Ilustrados 1986/2000, muestra realizada en "Las Terrazas", Cerro Catedral.
2001: "Poetango", obra poético musical presentada por el Camping Musical en S. C. de Bariloche, grabada en C.D. junto al compositor Roberto Navarro y artistas invitados.
2004: “Poetango 2”, grabada en C.D. junto al compositor Roberto Navarro y artistas invitados.
2005: “Ventanas a la Palabra- El Taller de Escritura en la Escuela”, en coautoría con Luisa Peluffo, seleccionada y auspiciada por el Fondo Nacional de las Artes (Edit. Dunken) .
2006: “Piedras Blancas”, novela premiada por la Secretaría de Cultura de la Nación y editada por el FER (Fondo Editorial Rionegrino)
2007: “Poesía Río Negro” Antología Consultada y Comentada vol. 1


Las obras de Laura Calvo fueron presentadas en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires siendo declaradas de "Importancia Cultural" por el Concejo Deliberante de San Carlos de Bariloche (Declaración No. 259-CM-95) y la Prov. de Río Negro.

martes, 4 de noviembre de 2008

Puyelli Ariel



El ahorcado del desierto

Quienes conocen el desierto patagónico, dicen que no es así. Que no es desierto. O mejor dicho: que no está desierto.
Ellos aseguran que la mayoría de las personas que afirman que “en la meseta patagónica no hay nada más que viento y llanura”, no sabe mirar. Que esa zona del país es más misteriosa y mágica que la cordillera o la costa. Que basta con recorrer sus increíbles dimensiones para toparse, cuando uno menos lo espera, con una hondonada, un descenso abrupto en el camino o la vuelta de una loma en los que podrá descubrir un paisaje único, extraordinario.
Con las casas y las personas sucede lo mismo. A esos que no saben mirar, cuando van por la ruta a más de cien kilómetros por hora, las siluetas de la gente y las casas, se les escapan como la cola de un zorro en contramano. Los que no saben mirar no saben nada. Nada de nada.
Por eso tampoco creen lo que cuentan los paisanos y en muchas oportunidades arriesgan sus vidas al no hacer caso de sus prevenciones. Aunque a veces, convengamos, para poner en peligro la vida hay que conocer y creer en los cuentos que se cuentan por ahí. Porque en estos temas, el que no sabe, a veces se salva por ignorante.
¿Por conocer la historia del ahorcado es que Ramón Cuestas murió? Eso nunca se sabrá. Este tipo de respuestas pasan por la vida como las casas del costado de la ruta. Pasan y no se pueden agarrar ni siquiera con los ojos.
A Ramón se le paró la camioneta. Un pozo de la ruta le rompió el tren delantero y ahí quedó, en el medio del desierto, a veinte kilómetros del pueblo más cercano. Ramón se alegró, porque veinte kilómetros en el desierto patagónico equivalen a dos cuadras de cualquier ciudad. Miró el cielo. Limpio, casi como la tierra a su alrededor. Debían ser las cuatro de la tarde. Había tiempo más que suficiente para esperar que alguien lo arrimara hasta el pueblo. Si podía arrastrar la chata, mejor. No necesitó armarse de paciencia. Él era un hombre paciente. Vaya si son pacientes los paisanos.
“Hasta mañana no la podré arreglar”. Así de simple y terminante fue el dictamen del mecánico del único taller en el pueblito. “Qué macana”, dijo Ramón y miró hacia la calle. Los chicos, con sus guardapolvos blancos, demoraban la llegada a las casitas bajas. “Sí”, concluyó el mecánico y se limpió las manos con un trapo que parecía más que sucio.
A Ramón le dijeron que el bolichero alquilaba cuartos a los viajantes. Allí fue, arremolinado de viento ahora. Por la ruta pasaban veloces los autos, los camiones, otras chatas. Ramón ni miró. Con la vista baja llegó al boliche y arregló todo con el dueño. Diez pesos la noche. Quince con comida. “Quince, con comida”, dijo Ramón y se sentó junto a la ventana a esperar después de llamar desde el público a su mujer y avisarle que llegaría al día siguiente. “Capaz”, advirtió.
Como en cámara lenta empezaron a llegar los vecinos para compartir naipes, aperitivos y chismes. El bolichero se encargó de que lo integraran enseguida.
“Falta envido”, dijo Ramón. “Quiero treinta y uno”, dijo el otro. “Treinta y tres son mejores”, replicó y su compañero lo abrazó como si lo conociera de toda la vida. Risas, más barajas, cerveza, maníes de quién sabe cuándo y la hora que trajo la comida para él y los otros tres parroquianos, que se quedaron como escapándole al viento, que ahora zapateaba en el techo de chapas del boliche.
La sobremesa trajo el cigarro, el cigarro la caña, la caña el calor en la charla y la charla en la meseta, a la hora del cigarro y la caña, trae los cuentos.
Ramón sabe que los cuentos son eso: cuentos. Que no los tiene que creer. Pero la caña lo embota, el cigarro lo marea, la charla lo envuelve y el calor se le mete en la sangre. A lo mejor ya había escuchado la historia del ahorcado. A lo mejor no. Pero esa noche fue distinta: la escuchó y la creyó.
Creyó cuando le dijeron que ocurrió ahí mismo, en las piezas del fondo del boliche. Creyó cuando le pusieron nombre y apellido al muerto: Rufino Sánchez. Y creyó cuando le dieron un motivo. Pero la caña emborracha la razón y el motivo se fue chiflando con el viento que se colaba por las hendijas.
“Por ese pasillito, la anteúltima”, le dijo el bolichero entregándole la llave de la habitación. Ramón fue otra vez con la vista baja, como queriendo evitar la cara del viento malo, ése que le mete cosas raras a la caña cuando la caña anda de vueltas por las tripas, por las venas.
La habitación parecía un cajón de muertos, de tan angosta. Ramón se echó vestido sobre la cama. Dejó la luz prendida. No por miedo. Ramón no era un hombre de miedos. La dejó, nomás.
Él, de tan pocas palabras, ahora era un ventarrón de frases sueltas en la cabeza. Se las quiso sacar con la almohada, pero no había caso. Daba vueltas inútilmente en la cama de ese tal Rufino que silbaba afuera la canción del viento.
“¡Váyase, hombre!”, se escuchó gritar y entonces abrió los ojos. Ahí lo vio. Al pie de la cama, bien juntito contra la puerta. Prolijo, con sus bombachas limpitas y su camisa celeste como recién planchada. Rufino lo miraba pero no. Tenía los ojos como esos que no saben nada, que van a más de cien por la ruta y creen ver las casas y las personas pero no miran. Así estaba Rufino. A medio metro del suelo estaba.
Saltó de la cama en dirección al viento. Le dio un manotazo al muerto para que lo dejara salir, pero el hombre era pesado. No se movió. No importaba tampoco. Igual Ramón no hubiera llegado al viento.
Tuvo que entrar el chico de doce por la ventanita del baño y correrlo a Ramón para poder abrir la puerta. Esa mañana el viento no dijo nada. Tenía cola de paja.
Si Ramón no hubiera creído, a lo mejor se iba a dormir derechito, no pensaba y no abría los ojos.
Pero quién sabe.

de "Los cabellos de la Magdalena"

Regreso
Aire de nardos
la piel morena.
La Magdalena regresa
cántaro roto
lágrimas vacías.
Cabellos húmedos
en los hombros ligeros.
Su fe la ha salvado.
En la soledad de su corazón
otra vez llora
y no hay cabellos
que sequen lo irremediable.
La hembra sabe
que su amor
está condenado.

Primer amor

Más tarde
la espada de fuego
del ángel guardián
soltó una nubecita
de humo.
El ángel lloraba
la partida de Eva.
Su desconsuelo
fue eterno
desde entonces.

Si Dios hubiera sabido
que el ocio es la madre
de todos los vicios,
hubiera descubierto
el perdón original.
Pero nadie es perfecto.
ni siquiera Dios
buen conocedor
del ocio eterno.


Nací un martes 23 de julio de 1963. Según los chinos, soy gato de agua. Me apasionan ambos: los gatos y el agua. Los chinos… no sé. Vivo en la cordillera chubutense y no frente al mar. Y lejos de la China.
Escribo, fundamentalmente, cuentos y novelas destinados a chicos y adolescentes. Algunos cuentos para adultos; y poesía, lo mínimo posible. Hasta que no aprenda a escribir sin desgarrarme, el hedonismo propio de los leoninos intentará alejarme de ella.
Quise matar al periodista que fui durante más de quince años y fracasé. Quedó en un segundo plano, entonces lo ocupo en la difusión de los trabajos de la gente grande y el tipo se entretiene. El primer plano está ocupado por este que disfruta comunicándose con los chicos a través de la literatura. Me asusta la gente seria porque creo en la infancia –y en el juego- como motor de toda expresión artística. Soy sintético sólo cuando trabajo en mis libros, así que para más presentación, visiten mi página web: www.arielpuyelli.com.ar

Libros editados: demasiados, para la paciencia y generosidad de la Literatura.
Premios obtenidos (y cobrados): un conejo en el año 1976 y un secarropas Koinor en el año 1986.


Poetas que nombra: Jorge Spíndola, Ludmila La Manna, Julio José Leite, Analía Pizzi, Liliana Ancalao, Jorge Teillier, Silvina Ocampo, Walt Whitman, Sergio Pravaz, Liliana Campazzo, Jorge Curinao, Juan Carlos Moisés y la lista seguiría y seguiría…

Pérez David




Cuando el caracol avanza
vomita su camino
se sedimenta en su agonía.
Siempre estuvo ahí
mañana también.
Como esa piedra
que lleva por casa
sobre la que dibuja
sin hartazgo


El mesonero del hambre



En la galería de bestias míticas que pueblan la Patagonia pocas pueden utilizar sus costas como la barra de un bar.
Toda su extensión salina de playa deseada es el territorio del entremés, la sobremesa de una comida ajena, añeja.
El mesonero no escatima en sus copas ni en sus platos, puerto del hambre, vacío del mar. No retornar es una deuda impagable.
Luego de saciar barriga, espíritu, ansia, cansancio, el lamento no alcanza para la cuenta:
“Cóbrese”, dicen los comensales.
“No”, dice el mesonero, “ya me pagarán vuestros hijos”.


Ellos sienten náuseas
casi todo el tiempo

Pavel Oyarzún
“Los niños del parque”


Los Ritos fueron desterrados al Sur, a los laberintos del alambre, los latifundios de la nada. Quizás por hambre. Lo único que es cierto agita esquinas con un cartón en las manos.
Ni siquiera la lluvia les disuelve la risa. Bailan frenéticos, sin altar ni un Dios preciso. Convencidos que no está en todos lados todo el tiempo.
Y casi siempre miran por sobre el hombro; no sea que Dios se aparezca y se ponga la gorra.


Nací en Río Gallegos una fría mañana de agosto del `79; más precisamente un 24. Justo cuando Borges iba por la velita número 80. Claro que ese año también fue el centenario del natalicio de Einstein. Anécdotas aparte no conozco otro lugar para vivir que este: el Sur de Santa Cruz.
Mis méritos literarios:
1º lugar categoría cuento del VI Certamen Juvenil de Cuento y Poesía con participación provincial, 1997; “Aves Negras”;
2º lugar categoría relato breve de la II Bienal de Arte Joven, 1998; “Calypso”.
Con respecto a este último certamen, organizado por la Casa de la Juventud.
Interrumpí mi actividad literaria por espacio de diez años, pero he vuelto al ruedo. ¡Atájensen!

Mis referentes Literarios en Patagonia: Ariel Williams, Maritza Kusanovic Vargas, Carlos Perez Lara, Carlos Besoaín, Jorge Curinao, Pablo Lorenzo.
Mis referentes Literarios Extra-Patagónicos: Eduardo Galeano, Edgard Allan Poe, Aldous Huxley, Ambrose Bierce, Julio Cortázar, Augusto Roa Bastos y un largo etc.(bah, no tan largo).