jueves, 1 de septiembre de 2011
Carrizo, Pedro Nicolás
Avenida Roca
Y el silencio es una mancha de sangre incorregible
Hay cadáveres que son tan divertidos!
que golpean con sus huesos de sapos
golpean en sienes los asfaltos,
que dibujan tactos en la noche
y galopan invisibles en misterios.
Ellos tan divertidos
tan cómicos
que tienen la inquietud de un niño
traspasando las paredes,
se escapan trémulos de sus epitafios
claros, vencidos, anónimos.
Buscando en el aroma de la sangre
de petrificada insignia invertebrada
el acero de la carne hacedora.
Son cadáveres tan divertidos y llenos de vida
que aún buscan modernos de plumas
con la pausa del grito
a las raíces venerantes de la roca.
Son tan divertidos como insatisfechos
Oh!! Indio poeta
sobre sepulcros vendados
donde revienta la sangre invisible
que nos mancha.
Una mujer de piernas largas
Una mujer de piernas largas
rompe el protocolo de los cubiertos
hundiendo los pies de los visitantes
en pos de no evidenciar carpas de manteles,
levitando contornos caídos
y desnudando orgías salivitas masticadas de caviar,
su inmutable destreza de silencio
la estatua de sus ojos ausentando relojes,
la destreza en el malabarismo de su mirada sin intención
llenan los habitáculos de enigmas
de sensaciones sádicas
en el intervalo legamoso de la carne.
Escultura de sombras
como el por qué de un artista anónimo
y los versos eróticos sin poesía.
De artesanales humoradas de gestos inmódicos
han hecho sucumbir los aplausos
cuando el intendente suspiraba
los puntos suspensivos de su discurso
y las mujeres de oro de los concejales
salpicaron de salsa sus tules
al caer sus mandíbulas en las vasijas.
Por una mujer de piernas largas
los mozos se desnudaron vestidos de moño,
al orquesta afinó con ginebra sus instrumentos
y brindaron con zumo los ecos del encuentro.
Los cocineros escupieron sin telones
las barbas blancas del bacarat
el intendente vació los bolsillos
de los lamebotas del partido presente
y ellos lo apuñalaban
cicatrizándole caries en la espalda
con la primaveral sonrisa de una oveja con colmillos,
los concejales sin premuras, manoseaban
el clítoris perfumado de sus secretarias
mientras ellas llenaban de ceros
su próximo pasaje a la cuenta bancaria.
Las mujeres de oro cabeceaban
la cintura de los mozos
y el pueblo que pudo acceder
en su silla de plástico popular
aplaudían sin cesar la verdad
que sangraban en sus narices postulas.
Una mujer de piernas largas se levanta
y el mundo se detiene.
Una mujer de piernas largas se va
Y todos se vuelven a vestir.
Gota
Cae una gota
cultivada por el beso de una gota
que sube desde el mar
y el universo tiembla.
Como calor en la distancia
el agua sacude ecos de ojeras.
La noche naufraga en paréntesis de sal,
la luna derrama puzzles de luz y oscuridad
sobre un sismo de aceite.
La calma grita como un espejo ondulado.
Instante donde el caos clama la historia
hasta volver en lacia quietud
igual a tumbas y nacimientos.
Cae una gota
y me siento pequeño.
Madrugada de la última gota
Busco
en el aceite de su garganta
un cántaro de uvas asesinadas.
Sediento como aborto de billetera
suicidándome en el suicidio
que se sumerge en la claustrofóbica cascada
de su boca.
Y en esa cucharada de lengua
que bate la prolijidad de las caries
me da la sangre tibia
su alma humedecida de tabacos.
Luego beso mi boca.
Hedonista de una obsesión unitaria.
Vampiro añejo de fermentados cristales.
León que lame sus barbas manchadas de muerte.
Ella dice “te amo”
y mi desvarío responde:
“fuí por la última gota de vino”
Pedro Carrizo nació y vive aún en Río Turbio, provincia de Santa Cruz en 1981. Trabaja en la dirección de cultura de su ciudad, impulsando eventos tales como talleres y ferias del libro, aún permanece inédita su potente poesía
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