miércoles, 8 de julio de 2009

Rodriguez Silvia







Patagonia
tabla de
molienda fina.
Esconden los árboles
su cara
entre las rocas
Caminos de agua
venifican el alma
de los muertos
laten
Ojos sombrean
su iris
azoran varias almas
el ancho tendido
de tu sueño
Recuesta la tierra
su larga, larga
flojera.
Es suspiro
exclamación
tu anchura
Cada nube
termina
su cansancio
acomoda su
desesperación
clavada en frío.
Loca mujer, de Amor
te mueres sin
mostrarlo Loca de
Amor, Patagonia
corres andas de arena
en más, sin conocer
medida.

...............

Al que escribe
de lluvias
le pregunto
si ha vivido llover
aquí
en el sur.
Sentido el agua
calar,
manar desde
el ayer
sobre los ojos.
Renegar
de las calles
arriar en medio
de avenidas
a gente
medias, zapatos
pies y huesos empapados.
Palear huellas
para correr en ellas
ahondándolas.
Arrancar hasta la
última hoja.

Si han visto un
bosque
lloverse,
gotear de
brazo o médula.
posible,
anegar lomos,
borrar sonrisas

Llueve…
La gente corre lejos
las hojas dicen auxilios
en el agua,
los perros
huelen el sabor
del fuego.

Pregunto…
Si los dicentes
de
belleza, lluvia,
agua y humedades,
pregunto
si desde
el ajeno
valor
de la inconsciencia
saben
la magia
de fraguar
en el aire.

........

Hoy la Vida se llevó unas manos

Cuando cambie estas sábanas, ya no estarás aquí.

Así el agua jabonosa será salada. Quién sabe, cada día
haya alguien que transforme en un mar
piletas y fuentones.
........

DENTRO

Arrojo un espinel por mi garganta,
le dejaré esta noche por si acaso.
Mañana, la abundancia
o las ausencias...
Me bancaré el dolor de los anzuelos
cuando se alce viril por mis entrañas.
Me bancaré el mutismo de por vida,
tan sólo por saber que llevo dentro.

Siempre supe que, de no ser médico, uno podría encontrar cualquier misterio en el interior de las personas. Al menos eso dicen múltiples tratados de espiritualismo, filosofía y otras yerbas tan interesantes.

El hombre de la noche, me tomó de la mano y a cambio de una moneda, propuso (como a esas modernas máquinas de las farmacias) penetrar por mi boca y darme cuenta de mi ser más profundo. Como no acostumbro a dudar de la magia, tomé una lentejuela que guardaba para un traje de disfraces y negocié con él. Aceptó, porque el nácar, la madreperla y cualquier brillo, me dijo, lo inspiraban.
Solicité permiso para ir al baño antes de comenzar, me calcé las pantuflas, como bien me habían enseñado y regresé con el apremio de una niña juiciosa. Él estaba listo. Me recosté cómoda, abrí levemente la boca y desapareció. Sentí placer de permanecer con los ojos cerrados. Silencio. De tanto en tanto, algún burbujeo entremezclado con la brisa nocturna y el roce del piyama contra las sábanas.
No habrían transcurrido más de diez minutos, cuando emergió, sin yo notarlo y se mostró notablemente molesto.
-Abra los ojos- me imprecó -¿Oh cree usted que yo estoy para perder el tiempo?
No sabía si permanecer callada, aunque consideré inútil hacerle algún cuestionamiento.
-Nunca me pasó algo igual- continuó -Usted está íntegramente llena de signos de interrogación, algunos de admiración detrás de los ojos, varios cántaros de lágrimas en la garganta y en las manos, unos impulsos incontenibles de acariciar. Me insurreciona usted, señora, porque también la inunda, la culpa de lo que ha hecho y de lo que no; y si al menos, hubiese encontrado una certeza donde la mayoría...
Fue cuando no pude soportar y le pregunté:
-Disculpe, señor de la noche, le agradezco su serio diagnóstico, pero ¿dónde es que encuentra la certeza de la mayoría?
_-¿Ve, señora, por qué me saca de quicio? No sólo carece usted de ella, sino que además, desconoce el lugar dónde los otros la llevan.
Su pequeño cuerpo saltó de la cama y se dispuso a partir. El amanecer se presentaba como un poniente equivocado. Se volvió, me miró a los ojos y a manera de despedida me dijo:
-No merece que se lo diga.


Silvia Rodríguez, escritora, investigadora y Trabajadora Social. Trabaja por años con los desfavorecidos de las ciudades y del campo, en las áreas educación, salud y promocional. Vive en El Bolsón (desde hace 25 años), con su pareja de toda la vida, tiene tres hijos. Además de escribir, continúa con el trabajo social.
En 1997 publica su primer libro, Paisajes mágicos. En años sucesivos obtiene varios premios nacionales e internacionales de narrativa y poesía. Colabora con sus escritos en revistas y publicaciones de distinto tipo, inclusive con artículos periodísticos y guiones para radio. Participa como jurado en distintos certámenes. Integra antologías de cuento y poesía, regionales y nacionales, de entre los cuales algunos han devenido de premios obtenidos.
En el año 2000 crean con su esposo la “Kuifi Ruka”, muestra cultural de revalorización de las culturas antiguas de la Patagonia, proyecto que coordinan y difunden y que fue declarado de interés provincial.
En el 2006 edita una breve tirada de su último libro de poesía “Aguante El Bolsón”, con el cual intenta pintar su pueblo y sus afectos.
En 2007 integra la primera antología provincial “Poesía Río Negro”, junto a otros poetas representativos de la provincia.

escritores que amo por su ternura y su talento: Cora Gabrás, Damián Bruno Berón, Aldo Novelli, Eugenio Siccardi entre tantos.

2 comentarios:

Zylbiah Gatera dijo...

Siempre es unplacer ler la poesía de Silvia

Silvia Rodriguez dijo...

Muchas gracias por tu comentario. Un gran abrazo, Silvia