lunes, 12 de enero de 2009

Pavlov Dinko




Poemas de :

PARA QUIEN SE ATREVA A LANZAR LA PRIMERA PIEDRA
(2003)

A las Marías Magdalenas magallánicas

VERSÍCULO V

No creí que mis noches tuvieran rescate
en manos extrañas,
que la agonía tarifada entre brebajes inocuos
para no perder voluntad
y abortar el negocio a la regente;
para acumular argollas en la muñeca
y la trasnochada valiera la pena;
para mantener la ubicuidad:
el cuerpo atropellado
y la mente entre afectos familiares.
Hasta que apareciste,
preludio del verano
con calores verdaderos en el vientre,
con luz en la yema de los dedos
haciendo crepitar mi piel,
trayendo agosto a mi condición felina
subiéndome contigo
a la libertad de los tejados.
Liberaste mis caderas
de la esclavitud del dinero,
fui capaz de rezar nuevas oraciones
en tu idioma fecundo,
diste rienda suelta a mis ansias
aunque hoy seas mi nuevo carcelero.

VERSÍCULO VI

Reclama la infancia bajo cremas y esencias,
esta madurez con el cuerpo a precio
tal las cabezas de los bandoleros del oeste;
las sedas y encajes que me cubren
no logran apagar libertades
de las amplias percalas floreadas de entonces
ni los aromas a frutales del huerto familiar.
Mis sentidos no logran reemplazar
con orgasmos fingidos o reales
el sonrojo de miradas cómplices,
los fuertes latidos tras roces manuales
en la oscuridad de la matiné;
el fragante olor a pan casero con mantequilla
o la emoción de ver mis iniciales
acorazonadas y flechadas,
en la corteza de un árbol
o la arena dorada.
Ahora que mi sensibilidad
se va apagando sin remedio
y los versículos del Evangelio,
como las lenguas muertas,
pierden vigencia
ocupando sólo un hito
en los libros de historia,
vuelvo a ellos con nostalgia
pero sin remedio.


VERSÍCULO XVI

Entro al viejo hotel parejero
con la confianza de la artista iluminada
al medio de la pista
a repetir sus rutinas
por una hora.
No hay deseos ya en mis fibras,
opera la fantasía
de mi acompañante ocasional.
Traería una pista con jadeos entrecortados,
sollozos y gemidos,
para repetir en play back
el rito de la cópula,
con sus ardores y ritmos.
Mi espalda evita resortes
para no herir la carne,
sin poder rehuir el acoso
paseo la mirada por paredes desnudas
como mi cuerpo;
su tapiz recoge las miserias
de infelices que creyeron lo contrario
revolcándose entre flores borrosas
de sábanas casi transparentes
que absorben sudores y humedades.

Por fin regreso a casa,
cansada de la pega,
con cuatro horas en la cartera.


VERSÍCULO XVII

Porque de niña
me contaban cuentos de brujas,
crecí a la defensiva
sin pedir clemencia;
aprendí a armar mi cuerpo
como un puzzle,
destacando las piezas principales
donde partir conmigo,
donde lamer o besar para lograrme;
donde tocar
para acelerar mis ritmos.
Un supe de miedos a las esquinas,
ni a los rincones de la vida;
“volé” hasta “borrarme”
con la falda levantada
para satisfacer curiosidades iniciales
a mis vecinos;
cansé a los domadores del barrio,
terminando rebelde,
galopando calles y avenidas.

Acorralada por el SIDA,
pido permiso para respirar profundo
y sigo dispuesta a sortear la vida
con una moneda al aire.


VERSÍCULO XVIII

Y no han dejado sanar mi herida,
la han convertido en instrumento
para ser usado
cuando todos descansan;
enclaustrada,
en medio de farándulas y fanfarrias,
de luces de colores
y estridencias;
casi objeto ajeno,
debo revisar sus condiciones
una vez a la semana.
Tuve que desconectarla de mi alma
para poder perdonarme
y vivir en otras dimensiones
hasta donde los inquisidores públicos
no me alcancen.


VERSÍCULO XIX

Al revés de la Cenicienta,
aparezco a la medianoche
en la penumbra del salón,
para ser vitrineada,
tasada en mi estatura
y geografía corporal
por los cuatro puntos cardinales.
Posesivas miradas varoniles,
lascivas,
buscan por todos los lugares
dimensiones anatómicas
acumuladas en sus mentes insatisfechas
durante la semana
y así desatar pasiones
tocando, besando y apretando,
las carencias en sus ámbitos cotidianos
o aburridos ya de un libreto repetido,
desgastado,
ala espera de la chispa
que lo vuelva distinto,
como acá,
previo pago de honorarios
por servicios prestados
a la paz de la familia.

VERSÍCULO XX

La penumbra del salón y sus rincones
no saben de acciones solidarias,
cada rostro con imaginarias
pinturas de guerra,
cada acento delineando cejas,
contorno de los labios,
cada sombra en las pestañas,
se vuelven armas poderosas para atacar,
para atraer como un faro
a los perdidos en la noche,
para envolver sentidos y brújulas,
antes que te ganen el quien vive;
para preparar el cuerpo a cuerpo
donde impera la química hormonal,
desatando atavismos
que desplazan a los sentidos
a meros espectadores.

Cada noche es más competitiva
que la anterior,
según pasan los años.


DINKO PAVLOV (La Serena, 1943): Sicólogo y escritor radicado en la ciudad de Punta Arenas. Ha desarrollado una intensa labor cultural en la zona. Colaboró en la formación de "Cornamusa", organización que acogió a los escritores de Puerto Natales para luego ingresar a la Sociedad de Escritores de Magallanes, de la que ha sido presidente en varias oportunidades. Su obra abarca los géneros de ensayo, cuento, novela y poesía, también ha incursionado en la música como autor y compositor, ganando los festivales de Cerro Sombrero, Puerto Natales y Cantar Vecinal de Punta Arenas. Ha publicado: Escape Imaginario 1984; Atrapado, pero... con Salida 1986; Poetría 1986; Odas 1988; Impronta 1989; Chiloé Mágico 1994; Códigos Perdidos 1995; Sigo Vivo 1996; Desde el Sur del Sur en Sexo y Negro 1998; Boris y las Ratas 1999, Versos para una sirena solitaria en la caleta 2001; Para quien lance la primera piedra 2003; Con esta chicha me curo yo…, 2005. Mantiene inéditos los libros de poemas Ni perdón ni olvido, Los ángeles no tienen sexo pero yo sí y Cuando la tarde languidece renacen las sombras.

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