martes, 29 de septiembre de 2009
Póstumos- Andreas Madsen
"Cuando hayas vivido muchos días a cielo raso, sin más techo que el universo; cuando en el imponente silencio de la noche hayas contemplado los misterios del mundo estelar, tratando de sondear sus infinitas distancias, de descifrar el inmenso poder que todo lo rige al último detalle, comprobarás entonces que el razonamiento se detiene y es forzoso arribar a que "existe un Dios que gobierna a ese universo"...
Cuando te hayas visto arrebatado por la corriente torrencial de un río de montaña; o arrastrado del estribo por un potro indómito, o envuelto cerro arriba por rachas enfurecidas, perdida la senda y miserablemente acurrucado bajo piedra o árbol;
cuando tras la perspectiva segura de congelamiento o neumonía, te encuentres ileso una vez más, entonces empezarás a comprender que existe un poder ordenador sobrenatural, y que sólo eres átomo minúsculo de un minúsculo mundo..."
Fragmento de "La Patagonia Vieja"
El texto que continúa pertenece a un libro más desconocido que "La Patagonia vieja"; este libro se llama "Cazando pumas en la Patagonia" y conseguí una copia merced a mi amiga Alejandra Negrón, que me facilitó esta reliquia de familia
La cena robada
Una de las veces en que me he visto en más serio aprieto fué hace muchos años, mientras viajaba rumbo a la boca del río Santa Cruz.
De la Cordillera a la costa no había un metro de alambrado ni establecimientos de ninguna especie, de modo que había que viajar a campo traviesa. Me guiaba mi instinto marinero y mi equipo motriz se limitaba al montado y un carguero.
Llevaba ya cuatro días de marcha sin ver un alma. Había empezado a escasearme la carne, mi único alimento. Avanzaba husmeando el horizonte, en busca de caza. De sólo imaginar un guanaco o avestruz se me hacía la boca agua.
Al acercarme a un cauce seco, bordeado de mata negra, vi con alegría los restos de un avestruz que a todas luces acababa de morir víctima de un león.
No me detuve a pensar que el matador podría andar cerca. Estómago vacío es mal consejero.
Desmonté de un salto, con inconsciente tranquilidad, presumiendo, como me convenía, que mi proximidad habría alejado al puma.
Sabido es que el león sangra a su víctima como el mejor matarife, de modo que me dije satisfecho: "Aquí está mi cena" y me dediqué a cortar la presa.
Inclinado sobre el avestruz trozaba un pedazo de carne con fruición de "gourmet" cuando ocurrió algo extraño e incomprensible.
De repente, sin que nada hubieran percibido mis sentidos, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y con el presentimiento de que grave peligro me acechaba, giré rápidamente sobre mis talones y vi, con horror, a unos cuatro metros detrás mío, a una leona de respetable tamaño, agazapada y lista para saltar, balanceando la cola como un gato al acecho de un pájaro.
Lo que entonces ocurrió fué más rápido que el contarlo. Creo que con mayor agilidad que un puma, dí un salto, como si tuviera resortes y monté en mi caballo, que estaba a un par de metros. En la misma fracción de segundos la leona había saltado, cayendo justo en el lugar yo estaba agachado.
Me había salvado por el espesor de un pelo. Pienso que sería fantástico filmar una escena similar, si es que puede haberla: un puma y un danés acriollado pegando un formidable salto sincronizado en distinta dirección.
Hasta hoy no me explico cómo pude dar semejante salto, cómo monté a caballo ni cómo presentí el peligro. Lo cierto es que si no fuera por este triple milagro, a estas horas no estaría aquí, junto al fuego, al pie del Fitz Roy, contándoles lo ocurrido. Sin lugar a dudas hay un Dios que rige nuestros destinos y nos protege del peligro.
Tan pronto se me pasó el susto o mejor dicho la impresión, porque ya me había vuelto bastante guapo, miré a mi alrededor en busca de la leona. Se había escondido tras un manchón de mata negra y resultaba imposible localizarla como para hacer puntería.
Me acordé de los sabios consejos de Fred Otren, el taxidermista y buscador de oro. Desmonté rápidamente con el arma en guardia, me puse a barlovento y prendí fuego a las matas. Con ello obligaría a mi adversario a salir del escondite y presentar lucha. Monté nuevamente y quedé atento.
El fuego se extendió rápidamente por el resinoso matorral. El pobre animal, desesperado, se agitaba, negándose a salir al descampado.
Recién cuando el fuego lo chamuscó bastante se decidió y con un rugido de rabia y dolor emergió de entre las llamas en dirección hacia el lugar donde yo estaba, firme en mi caballo, apuntando con el fusil.
Elprimer balazo la volteó y así terminó esta historia y la de la leona.
Afortunadamente mi montado estaba muy bien adiestrado para el tiro desde la silla. Con el carguero eran mis favoritos para la caza del puma. No conocían el miedo y eran excelentes rastreadores, cosa rara, pues la mayoría de los caballos tienen terror a los leones, como ocurría con "Paloma", según hemos visto hace rato.
Sólo así se explica que pese a haber visto que el león se me venía encima, no se hayan movido siquiera. Si lo hubieran hecho, quizás me hubieran advertido del peligro, pero probablemente no había podido montar en la forma que lo hice.
El caso es que salí de la aventura enriquecido con un cuero de león y carne para la cena, que me supo a gloria...gloria bien ganada.
Sin embargo aconsejo a Uds. que cuando se decidan a robar comida ajena, averigüen antes si el dueño anda cerca.
EDICIÓN 1956- CAZANDO PUMAS EN LA PATAGONIA
Andreas Madsen nació en Dinamarca en 1881. Durante aquel mismo año Chile y Argentina concluyeron el Tratado de los Límites que establecía teóricamente la frontera entre los dos países a lo largo de la línea divisoria oceánica, el famoso "divortium aquarum". En aquellos tiempos la geografía de la Cordillera era casi desconocida. Cuando en 1892 los peritos designados por los dos países trataron de establecer concretamente las fronteras sobre el terreno, se dieron cuenta de que en la Patagonia no se encontraban ante una sola cadena montañosa con divisorias de aguas bien definidas sino que había diferentes cadenas divididas por valles transversales, cuyos cursos de agua desembocaban en parte en el Atlántico y en parte en el Pacífico. Se instituyeron entonces las Comisiones de Límites que tenían que relevar, ante todo, aquella complicada Cordillera. La obra de relevamiento topográfico fue realizada por chilenos y argentinos, principalmente entre 1894 y 1903.
Las comisiones se valían de ayudantes que lograban contratar para ese arduo trabajo siempre a la intemperie en regiones aisladas. En la comisión argentina, dirigida por Lodovico von Platten, encontró trabajo el joven Madsen. Había abandonado la miseria campesina de Dinamarca para embarcarse como marinero en un pequeño velero que se dirigía a Buenos Aires. Una vez en tierra firme quiso quedarse en Argentina y llegó a la región del Fitz Roy en 1901. Regresó al lugar en los dos años sucesivos y, enamorado del ambiente natural, decidió
establecerse, no sin volver una vez más a Dinamarca a buscar a su novia Fanny que fielmente lo estaba esperando y que sería su heroica compañera para toda la vida.
Inició la construcción de su estancia en 1906, en el valle del Río de las Vueltas, frente al Fitz Roy. Aquel monte representaba para él una síntesis de la belleza de la creación.
Contrariamente a otros pobladores, no eligió un terreno por lo propicio que podía llegar a ser para la cría de ovejas y vacunos sino por su belleza. Permaneció por más de cincuenta años en aquel lugar encantador aunque solitario; cultivó hortalizas, centeno y árboles frutales. Su vida, aunque rica en entusiasmos, iniciativas y
sagacidad, no fue nada fácil, al contrario, muy dura. Sus tres hijos, dos de los cuales se recibieron de guardaparques, murieron antes que él; sólo sobrevivió su hija que, por otra parte, se mudó a Buenos Aires.
Su estancia estaba situada en posición estratégica para el acceso a las cumbres de las cadenas del Fitz Roy y del Cerro Torre y así Madsen se encontró siendo el referente de apoyo para las expediciones. Les prestó su colaboración siempre con generosidad y "por amor a Dios y no al andinismo", como cita el escritor francés Saint-Loup, consejero militar en Argentina, luego de haber pasado por esos pagos en misión de exploración en 1951. El mismo Madsen, que escribió sobre la "Patagonia Vieja", sobre movimientos anárquicos y sobre sus expediciones de caza al león puma, nombró muy poco a los andinistas, algunos famosos, que se dirigieron a él.
Madsen era importante para los otros y no así éstos para Madsen. Su Patagonia era la Patagonia de los espacios, de la serenidad, del trabajo del campo. Podía amar al Fitz Roy sin necesidad de escalarlo. En homenaje al incomparable cerro le puso el nombre Fitz Roy a uno de sus hijos y a su estancia, a la cual los andinista muy a menudo llamaron simplemente Madsen.
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