jueves, 17 de marzo de 2011

Gil Ibarra Enrique



NO ME MALENTIENDAS

Puedo escribir los versos que yo quiera.

Puedo pensar en pergeñar historias

y escribirlas un día

para hacerlas

embriones de otras vidas.

Puedo creer que soy invulnerable.

Que hay heridas

que afectan “a esos otros”

que no llegan

que no son compartidas.

Puedo consentir en las traiciones

en las mentiras, en las tonterías.

Puedo abrir puertas

que estaban clausuradas

y en cada habitación encender velas

que respalden mi entrada.

Puedo iniciar caminos

-lo he probado-

y perderme en esquinas.

Y retorcer los vientos

y alivianar los gritos

y contar las arenas

y alimentar silencios.

Puedo quedarme un rato

a hacerte compañía.

Sólo un rato te ofrezco,

(debo seguir mi ruta)

y no vendrás conmigo.

No es que quiera dejarte

ni es que me haya aburrido.

Tampoco es que te olvide

recorriendo caminos.

Es que debes perderte

como yo me he perdido

y transitar tus campos

y navegar tus ríos

llegar a tus remansos

e inventar tus sonidos.

Y quizás algún día

en el invierno frío

volvamos a cruzarnos

y me dirás: “amigo,

no puedo acompañarte,

pues tanto he recorrido,

que otra vez caminamos

por distintos caminos”

Y entonces, ya tranquilo,

alegre, satisfecho,

seguiré por mi vida

porque habrás comprendido:

No es que te quiera poco

es que ya te he querido.


Unitarios y Federales



Laica o Libre es la historia de tu tierra.

Y más atrás los sones de mazorca, ponchos rojos,

tacuaras enarbolando desgraciadas cabezas,

cadáveres podridos en marchas y vidalas.

Dorrego asesinado, Urquiza padre

Rosas que se expande, tirana Buenos Aires.

Así nacimos.

Germen de generaciones postergadas y yermas,

estériles diatribas.

Lo que no pudo ser nos estrangula y hiere.

Rebuscando rescatables signos

entre los desperdicios de la historia.

Renegando los mitos -ocultamientos cómplices-

venganzas incumplidas.

Así nacimos.

En fogones turbios, solidarios,

con folclóricas voces en las dunas de arena

y La Ventola de Valeria.

El vino calentando las hirvientes venas

un reguero de juventud y fuerza.

Así nacimos.

Aullidos de rebelión entre los números y las filosofías,

palabras de parición bajo las letras.

Algún ronco grito del hachero chaqueño,

quizás un reclamo de la Córdoba en llamas

nos urgía.

Banderas olvidadas

padres timoratos y desesperanzados

nos legaron la brisa de futuro impredecible

que arrimó a nuestros rostros

la dureza de la nube oscura, del viento huracanado,

del tum-tum ritual de los tambores

señalando la hora del destino.

La tribu nueva,

generación con rumbo y pertenencia

pensó que la verdad no era imposible

y resolvió entregar su sangre entera.

Para vengar las décadas inanes

para abonar tu suelo y tus fronteras

para plegarse a la historia

de los cuentos, las hadas, las leyendas.

Para tenerte en brazos, poseerte

de una vez para siempre

y que canciones en futuros lejanos

mantuvieran viviente la memoria.

Libremente,

cruzamos el Jordán para ofrecerte

nuestra ira de halcones, nuestra gloria,

nuestro propio Sueño de amor, locura y muerte.


Urgencia

Sueño con serpientes,
se retuercen, vuelan, el temor se esconde
en el pie del alambre,
en el lazo.
La serpiente me abraza pero duele
ella sueña conmigo
se retrepa y se yergue
sé que llegará a mi ojo izquierdo
que cegará mi amor
tal vez por siempre.
Quizás lo deje partido,
desamparado a medias
gemirá en mi cabeza, la serpiente
mientras se despereza
sueña que me inventa
que me des-forma a su medida,
que me insufla su miedo
que me tuerce.
Sé que será a muerte
alucino una sombra
y ella me defiende
debe llegar el día.
De los dos,
triunfará el que primero despierte.


¿Dónde están las manos de Víctor Jara?

Llegará el día del reencuentro

cuando nos miraremos nuevamente a la cara

y alzaremos sonrisas en banderas

bordadas con recuerdos y lágrimas.

Volverá la sonora carcajada

a ocupar su lugar en nuestra noche

preanunciando el calor

de las miradas y las copas colmadas.

¿Será la vida eterna?

El silencio del ángel que se arropa

y muestra así su espada

alzada, erguida contra el marco de azul cielo.

Nos llevan melodías.

Son tus sueños suavemente posados en tus manos

profundas de pirata.

Es el coro de miles de gargantas.

Es tu Chile amenazado

y yerto, arrojado al borde

del febril precipicio,

dominado en aceros.

¿Cantarás nuevamente?

Aqui, en la tribuna del Estadio abierto

me parece escucharte.

(Brotará la Cantata

entre tus cuerdas mágicas)

Y será nuevamente madrugada.


El viento


Llueve y no esta el cielo gris,

son los cristales

de una ventana tanto ha cerrada.

Mirar, reir la tarde

se hace imposible desde la nube oscura.

Escuchar el viento.

Hay que escuchar el viento.

Trae metálicos, quebrados sonidos, angustiosas pesadillas

perdidos tacones alejados.

El viento. Hay que escuchar el viento.

Lleva confusiones y palabras

ininteligibles, hueras

suenan como tambores,

como pintura de guerra.

Porque el color tiene sonido

si lo oyes.

No solo el grito aturde.

El murmullo agitado

azota cortinados y persianas

se introduce violento entre las sábanas.

Trastoca empedrados y baldosas

se mueve, se retuerce,

crece, se dispersa, se renueva, pare.

El vendaval se acerca.



Enrique Gil Ibarra

Nacido en La Plata, provincia de Buenos Aires, República Argentina, un 26 de diciembre de 1954, siempre recibió un solo regalo para navidad y cumpleaños. Frustrado, decidió dedicarse al periodismo y la literatura con objeto de obtener alguna compensación y asemejarse a periodistas y escritores que conoció, admira y respeta como Rodolfo Walsh, Juan Gelman, Paco Urondo, Luis Guagnini, entre muchos otros. Está seguro de no haberlo logrado, pero igual es feliz. Se casó tres veces y tiene dos hijos y tres nietos, contribución social que considera más que suficiente. Vive en Chubut desde el año 2003. Comenzó como periodista en el diario "Noticias" en 1973. Trabajó como Director Creativo en un par de agencias de publicidad y condujo programas radiales y televisivos en la ciudad de Buenos Aires. Editó y dirigió revistas de interés general, de temas ecológicos y políticos. Fue Jefe de Prensa de delegaciones argentinas ante la ONU y ante la OEA. Publicó el libro de poesías “Contra el Señor Oscuro” (1994) y luego escribió: Skin Yarí y otros relatos (cuentos-2000); Dividido (poesía-2003); Paredón y después (novela biográfica), El Gran Juego latinoamericano (recopilación de notas periodísticas); El poder individual en la globalización (ensayo); y un par más en eterno proceso de finalización. Trabaja en una radio en Puerto Madryn y en la ciudad de Trelew, provincia del Chubut.

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