sábado, 28 de noviembre de 2009

Serra Pamela














Hoy...
Después de mucho tiempo,
Me reencuentro conmigo a la distancia
Inmóvil... miro el reflejo de mí misma,
Despertando a un nuevo mañana.

Hoy...
Después de mucho tiempo,
Quiero seguir caminando con mi alma...

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Deseo …

Quiero
que salga a la luz este momento,
encontrarnos, mirarnos y entendernos,
buscar senderos que guíen nuestros pasos,
paralelos y próximos, sin velos


Que me encuentres a la vuelta de la esquina
y encajemos uno a uno sentimientos,
levantando paredes que resguarden
al amor que florece desde adentro


Quiero...
descubrir de nuevo en tu mirada…
que es posible que sea más que un sueño...

--------------

Mirada...

Qué hilos mueve el titiritero de las sombras,
cuando me enfrenta a esa mirada tuya?

¿por qué quiere detener de pronto,
la calesita triste de mi vida,

hacer que gire locamente, sin logica...
mareando por dentro mis sentidos...

¿Es o lo imagino?

Por un instante

me pierdo dentro de tu calma profunda,

navego en la paz de esos ojos,

... y tiemblo de pensar

que sea posible!!!

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Para Adriana: (A. Riesgo, Doctora de nuestro pueblo, fallecida el 7 de marzo de 2006)

Hoy con llovizna, San Julián te recuerda
mojando con lagrimas las calles,
como si quisiera lavar la memoria…
cortar la lenta agonía de las horas…
e imaginarte volviendo a la tarea
con tu sonrisa amable y soñadora…

Con alegría hiciste tu trabajo,
dedicándote a él hora tras hora,
grabando tu paso por las vidas
de los que curabas con pasión arrolladora...
¡ Cuantos consejos diste en este tiempo!
¡ A cuántos niños recibiste pronta!
... Cómo esas manos de curar a otros
quedaron mustias cuando ese gran ogro
invadió sin piedad tu territorio...!

Cae el día fundiendo el horizonte
…tiñendo en rojos el cielo patagónico,
... detiene la lluvia su lamento,
ofreciendo un paisaje misterioso,
como homenaje especial a tu memoria…
sabiendo que estas junto a los tuyos
... como Angel etéreo y silencioso...
8/3/06


Pamela nace el 17 de abril de 1971 en Puerto San Julián, donde vive aún en la actualidad, es docente de inglés y educación inicial. Escribe desde hace muchos años ´pero aún no ha editado una obra personal. Integra el Grupo Literario Unicornio

viernes, 27 de noviembre de 2009

Canobra Pablo















Fragmento de la novela aún inédita "La Bahía y las almas"

II- EL INICIO DEL TORMENTO

[…] el duende no llega si no ve posibilidad de
muerte, si no sabe que ha de rondar su casa, si no
tiene seguridad que ha de mecer esas ramas que todos
llevamos, que no tienen, que no tendrán consuelo.

Juego y teoría del duende, Federico García Lorca


Los altos álamos de la casa se cargaban de sonidos, que decantaban en
continuas melodías de viento. Mientras, los tamariscos lindantes se mecían
rítmicamente, produciendo secuencias como de bramidos, ante la intensidad
del repetitivo accionar y despegar de movimientos.
Dentro de la vivienda, el despertador hizo sonar sus campanas metálicas
una y otra vez. El brazo cansado de Bernarda intentó apagar ese sonido estridente
y desagradable. Pero solamente logró hacer que cayera al suelo, sobre
el piso ahuecado de madera. Luego, lo tomó y bajó la perilla que accionaba
la alarma. Y, en tan sólo unos minutos estaba en la cocina, con tres de sus
pequeñuelos hijos bien peinados, a un costado y con abundante gomina; ya
sentados a la mesa, en espera del desayuno matinal. Asimismo, sabía que
faltaba uno. Pero, disimuló un rato mostrando indiferencia hacía los demás.
Tomó la pava y comenzó a servir el agua hirviendo en las tazas de cada uno.
Luego, les acercó una fuente repleta de pan recién horneado. Y dirigiendo la
mirada hacía Alexei, le dijo:
−¡Hijo anda a llamar de vuelta al perezoso! −ya va a ser la hora en que
deben salir rumbo a la iglesia. El padre me recordó que los necesita temprano
para que se preparen de monaguillos ¡Qué se levante en minutos ese holgazán,
o voy a buscarlo!
No tardó en llegar la respuesta:
−No hay caso mamá. No se levanta…
Bernarda, fue y trajo consigo una jarra con abundante agua fría que había
retirado con antelación del aljibe. Seguidamente, caminó hacia la habitación
lentamente sosteniendo el pesado recipiente. Al rato, se escuchó un pronunciado
grito. El descanso y el sueño de Teodoro, habían concluido abruptamente.
Aun no había una señal permanente en el territorio de Santa Cruz. La radio,
trasmitía en una edición experimental y en directo desde Rio Gallegos.
−¡Señores y señoras! ¡Familias del territorio! ¡Llegamos a las 00:00 horas!
−¡¡Feliz Navidad 1960 para todos!!
Las copas de los integrantes de la familia comenzaron a sonar, al impactar
una con otra. Había llegado la hora del esperado brindis de noche buena. Una
alegría tremenda, inundaba y conmovía a todos los que estaban allí presentes.
No alcanzaron a pasar muchos minutos, cuando Teodoro ya tenía su campera
de cuero puesta y abrochada. Listo para salir al encuentro con sus amigos.
−¡Hasta mañana para todos! −¡Voy a saludar a los muchachos! −dijo,
ansioso y contento.
−¡Pórtate bien! −le advirtió su madre, sería y frunciendo el entrecejo.
−¡Sí vieja! −quédate tranquila −respondió Teodoro−.
Salió con gran entusiasmo. Recordando, que ha último momento habían
acordado encontrase afuera de la Española, y rumbo allí se dirigió. Mientras
comenzaba a caer una leve llovizna, que mojaba sutilmente las veredas esporádicas,
por las que caminaba.
Al llegar, se encontró con sus amigos Carlos y Amilcar, que lo esperaban
debajo del faro esquinero. Fatiga, aun no estaba allí. Estuvieron un rato charlando,
pero todavía era muy temprano y la lluvia se estaba haciendo un poco
más continua y tediosa. Así que resolvieron pasar un momento al bar Pretor,
que les quedaba cerca y además era un lugar tranquilo donde se atendía bien
a la gente joven.
Caminaron juntos por las calles en dirección al bar, bien cerca cada uno
del otro. Todos con la cabeza gacha como queriendo esquivar, el chisporrotear
de las gotas precitándose sobre sus rostros jóvenes. Las que parecían chispas
encendidas de fuego, por el reflejo continuo de las luces callejeras.
Una vez allí, saludaron a la dueña y prontamente ocuparon un lugar en la
esquina de la barra. Seguidamente, estando por fin distendidos y contentos,
bromeaban entre ellos.
−¿Nos sirve una vuelta doña Mirta? −¡Pago yo! −dijo Teodoro−.
La mujer que era muy amable y bien parecida, aunque sólo algo madura;
contaba con una silueta muy voluptuosa. La cual solía exhibir de frente al
mostrador cuando apoyaba sus grandes pechos sobre el mismo. Que podían
observarse en toda su separación por el marcado escote, que se dejaba apreciar
a través del tul escarlata. Reposando en toda su inmensidad ambos, sobre el
rígido tablón de madera.
Los parroquianos que bajaban de las campañas de esquila, solían quedar
atontados y despavoridos observando aquella bella estampa de mujer. Y sin
retirar, ni desviar su mirada del voluptuoso escenario, pedían respetuosamente
una y otra vez continuas copas. En su afán de que los minutos no trascurran
exiguos, y puedan demorar su retirada del precario pero excitante lugar.
−Atilio está cada día más “bizcocho” desde que comenzó a ir al bar −solía
decir Fatiga, burlándose de uno de sus amigos que era estrábico .
Al cabo de unos segundos, la mujer trajo tres botellas de cerveza que
sacó de la heladera amarillenta. Luego, tomó el abridor y destapó una por una.
Escuchándose seguidamente el característico: “chisss” al liberarse el gas de
cada una de ellas.
El gato negro de la dueña, que se encontraba acurrucado detrás del
mostrador, bajó a la segunda estantería donde faltaban algunos envases de
vidrio; mientras miraba expectante, ronroneando y entrecerrando sus ojos
en intervalos pausados para lograr dormir un poco más, y despertar con la
escucha de algún ruido extraño que le incomodara, perturbándole sus breves
y continúas siestas.
En un momento se escuchó el abrir crujiente de la puerta de calle, y
dos clientes nuevos ingresaron al recinto. Saludaron a la dueña por la nueva
Navidad 1960. Y uno de éstos dirigió una enérgica mirada despectiva; direccionada
hacia el grupo de jóvenes que se encontraban cercanos a la barra
del mostrador. Era el cabo de Policía Juan Bermejo. Un hombre sigiloso en
el cumplimiento de su función policial, pero, habitual tomador excesivo de
alcohol de bajo costo. En ocasiones, cuando éste solía llenar su garganta un
poco más de cuentas, tenía la costumbre de demostrar y validar su autoridad.
Además, también se decía que cuando los parroquianos dejaban de invitarle
copas, comenzaban las amenazas e intimidaciones hacia un posible arresto.
Esa noche Bermejo, y su amigo Luís llegaron al boliche de Mirta como solía
ser habitual los fines de semana, a tomar unas cuantas vueltas, fumar varios
cigarrillos, hablar del tiempo, de algún vecino escandaloso, y otras tonterías.
−¡Dos oportos, doña Mirta! −dijo Luís a la mujer, en voz alta.
−¡Enseguida muchachos! −respondió Mirta.
La atmósfera comenzaba a cargarse de miradas desafiantes. La luz azul
de la pared se reflejaba celeste, descansando sobre una gran nube de cigarros
y vapores de alcohol.
Carlos sacó de su bolsillo una armónica y se la dio a Teodoro. Éste la
tomó, y comenzó a tocar algunos fragmentos de melodías conocidas: “El día
que me quieras, la rosa que engalana…”. Las notas musicales de la canción de
Gardel se escuchaban, bastante armoniosas en el recinto sombrío y cargado
de humedad.
−¡El músico se ganó una cerveza! −dijo la mujer, sonriente. Mientras, sus
amigos y Luís lo aplaudían. Teodoro había comenzado a ganar un poco de
popularidad en esos momentos, entre los allí presentes.
−¡Esta se la dedico usted, doña! −exclamó Teodoro−. “Palomita blanca
que…”
−¡¡Buen repertorio nene!! −replicó la dueña del bar, algo ruborizada.
Hasta que de repente; se escuchó el timbre grave de otra voz que provenía
de las mesas algo alejadas:
−Muy lindo el repertorio, doña, pero el horario de protección al menor
era hasta las 22. ¡Los nenes no deben caminar donde andan los mayores!
¡Los pendejos al levantarse de la silla, no tardan en dejarla orinada! −afirmó
Bermejo−.
−¡Y a usted milico quién lo invitó a la fiesta! ¡Seguro que ni para tocar la
flauta sirve! −respondió Teodoro–. Mientras sus amigos le susurraban al oído
“no le hagas caso que te va a pegar, es un tipo grande”.
−¡Acá no quiero riñas! Es noche buena… ¡Déjense de embromar! −dijo
Mirta, con marcado enojo tratando de evitar el posible enfrentamiento.
−¡Vení gallito, vamos para fuera! A ver si sabes cacarear... −Insinuó Bermejo.
Ambos salieron fuera del local, pareciendo eminente la confrontación. Se
apartaron unos metros del local y Bermejo le preguntó:
−¿Qué es lo que te pasa, nene? ¿Querés que te limpie los mocos?
Bermejo tiró una bofetada al rostro de Teodoro, la que éste esquivó sin
complicaciones. La lentitud del movimiento del cabo, era propiciada por la
ingesta avanzada. Seguidamente, el joven de veinte años respondió con otra
bofetada. Pero ésta fue certera, sumando también la acción de una patada que
hizo que el contrincante caiga súbitamente desplomado al suelo.
−¡¡Mi pierna!! ¡Mi pierna! −gritó Bermejo.
Salieron los clientes rápidamente del bar, aunque inútilmente. Ya que la
pelea había terminado. Bermejo ahora tenía una pierna rota y Teodoro intentaba
ayudarlo a levantar. Pero el cabo no podía incorporarse.
−¡¡Qué hiciste!! −le reclamaban sus amigos. La que se te va a venir. Dicen
que éste es uno de los preferidos del comisario. Cuentan que le hace los asados
en verano, y que a veces suelen tomar juntos.
Teodoro miraba atónito la escena, no sabía el modo de reaccionar. Habían
comenzado a salir parroquianos de otro bar cercano, llegando al lugar para
informarse lo que acontecía en ese momento: “un suboficial de policía con una
pierna fracturada por un extranjero”. La indignación comenzaba a reinar en el
lugar. Un tal Riveros, no tardó en salir corriendo hacia la comisaría, a fin de
dar cuenta de lo ocurrido.
Llegó al lugar desesperado evidenciando gran agitación y exaltación, al
tiempo que gritó al suboficial de guardia:
−¡Agente! ¡Su compañero Bermejo esta tirado en la calle moribundo! ¡Un
chileno lo golpeó para matarlo! ¡Esta agonizando fuera del bar Pretor!
Estas frases parecieron descontrolar a toda la guardia, que al momento de
escuchar la denuncia, comenzaron a chocarse unos con otros de la constante
desesperación por encontrar su equipamiento para intervenir y reprimir el
desacato.
Del bar Sporman llegó José, un muchacho que justamente se encontraba
allí con su camioneta, a fin de tratar de ayudar al lesionado.
Teodoro junto a José y Amilcar, colocaron una frazada en la caja del rodado.
Luego tomaron a Bermejo y lo acomodaron en su interior, para llevarlo
rápidamente al hospital del pueblo.
−¡Ya, está compañero! Ahora vamos para el hospital. Discúlpeme que se
me fue la mano, pero usted estaba muy cargante conmigo −decía Teodoro, con
la voz apabullada y temblorosa por lo sucedido.
En esos instantes se escuchó el motor de un auto que se acercaba a gran
velocidad y en contramano. Asimismo, por la esquina contraría al bar sonaban
las herraduras de dos caballos, en los que se veía a dos jinetes uniformados
que dejaban caer ambos, su brazo derecho a un costado, en el cual sostenían
una fusta trenzada.
La camioneta, en esos momentos ya había salido rumbo al hospital. Teodoro
quedó parado en esa esquina cerca de un poste de telégrafo. La luna, en
cuarto menguante, alumbraba débilmente su silueta, que a la vez proyectaba
su sombra hacia la bocacalle y la agrietada vereda.
−¡¡Alto carajo!! −gritó Espínela, el robusto sargento de sienes plateadas,
mirada sombría e implacable y gruesos bigotes enmarañados.
Teodoro no atinó a hacer ningún movimiento, sólo permanecía parado en
aquella esquina, estático y con un miedo extenuante que adormecía su alma.
−¡Quédate quieto atorrante! Se escuchó reverberado el grito fuerte y grave
del jinete, al tiempo que a dos metros de él clavó los frenos abruptamente el
auto policial.
La fusta del sargento castigo la espalda de Teodoro, rasgándole la campera
en un estruendo de dolor y pánico. El otro jinete apoyó su bota en el hombro
de éste y, luego lo pateó con tal intensidad, que logró hacerlo caer al suelo, a
fin de reprimirlo.
Teodoro quedo así tendido sobre la calle empedrada. Espínela, en ese momento
bajó de un salto de su caballo tobiano. Tomó las esposas y se las colocó
rápidamente torciéndole el brazo derecho hacía atrás.
−¡Ya vas a ver lo que te espera pendejo de mierda! ¡Vas a aprender a respetar
a la autoridad!
De esta manera, lo detuvieron el cabo primero Vito y él sargento Espínela,
para luego tomarlo bruscamente del hombro y de las esposas. Mientras tanto
el auto mantenía una cúpula alargada abierta, lista a la espera de introducir en
su interior al infortunado trasgresor.
−¡Vas a llegar a llamar a gritos a tu madre, sinvergüenza! −Él sargento
estaba enfurecido y hasta a sus mismos compañeros les resultaba extraño verlo
tan repleto de cólera hacia el detenido. Pero, al mismo tiempo, no atinaban a
decirle nada, ya que conocían muy bien el carácter agresivo e impulsivo de
éste. Los días en que trabajaba, Espínela no tomaba una gota de alcohol, y
esto hacía que estuviera más irritable todavía, en la medida en que se debatía
soportando la abstinencia que lo invadía. Todos sabían que los fines de semana,
feriados o francos eran destinados casi siempre para embriagarse por
completo. Pero, cuando debía cumplir con su deber de uniformado lo hacía
correctamente, privándose de todo goce.
Al llegar a la comisaría Espínela entró al detenido. Con un brazo agarraba
sus cabellos y con el otro lo tomaba de las esposas plateadas, desde donde
ejercía fuerza hacia delante, una y otra vez para empujarlo, a la vez que un
compañero se sumaba al castigo del detenido.
El cabo cuarto abrió las puertas del calabozo evidenciando un temblequeo
pronunciado, al no dar rápidamente con la llave exacta, hasta que por fin logró
abrir la reja y la gruesa puerta de madera crujiente. Y, de un sólo envión el
detenido fue a parar de narices al suelo húmedo y frío del precario calabozo.
Espínela agitado, le pidió seguidamente un amargo al cuarto. Tomo aire.
Le hizo una seña a Vito, el subalterno compinche. Y éste tomó enérgicamente
el garrote reglamentario, y ambos ingresaron furtivamente al calabozo. Asimismo,
el cuarto había vuelto a su puesto junto a la pava. Se sirvió un mate,
y notó que su pulso continuaba tembloroso; mientras escuchaba los alaridos
que venían del calabozo principal “espero que a éstos no se les vaya la mano
con el pibe” −dijo para sí mismo, mientras parpadeaba.
En unos minutos Espínela y el agente, salieron del calabozo acomodándose
la ropa.
−¡Ya está! −dijo satisfecho él sargento–. ¡Hacé unos amargos vos! ¡Qué
livianita pasaste la noche! −replicó dirigiéndose al cuarto, y sonriendo al
mismo tiempo.
−¿Llamamos al médico? −respondió el subalterno.
−¡Espérate un rato! −fue la respuesta seca y convincente del sargento.
−¡La pava está chillando! −interrumpió el agente Juan-
−¡Voy con los amargos! −replicó el cuarto.
La golpiza que le propinaron a Teodoro esa noche, fue tan dura; que notaron
que era imprescindible llamar al facultativo. Estaban preocupados por el
estado del detenido, más bien temían sólo a que éste se les fuera a morir justo
en el calabozo, dado que el detenido no reaccionaba y las horas pasaban sin
indicios de que despertara.
−¡Llamálo Cirilio! No sea que se nos ponga fiambre, y después tengamos
que pagar por bueno a éste infeliz −agregó el oficial.
Al cabo de dos horas apareció el médico. Era un hombre joven que recientemente
había obtenido su matrícula. Así, los uniformados comenzaron
inmediatamente a contarle lo que había ocurrido.
−Este bribón y delincuente golpeó a nuestro camarada casi hasta la
muerte. Además se resistió al arresto, queriendo hacer lo mismo con nosotros
cuando estábamos en plena detención −denunció el subcomisario.
−Sucedió que ante tamaño desacato y violencia, mí personal se vio
obligado a responder de igual modo; para contenerlo y arrestarlo −agregó el
comisario, apacible y con total convicción.
Asimismo, el médico ya había atendido a Bermejo, y había tomado conocimiento
e intervención con respecto a sus heridas. Ahora, solamente le faltaba
revisar al detenido y, así fue que se dirigió a la comisaría, que era donde se
encontraba.
−¡Buen día! −Saludó el clínico al ingresar al calabozo, dirigiéndose a la
silueta que se veía recostada en una esquina del cuarto oscuro.
Pero, no recibió respuesta alguna del detenido. Entonces solicitó a los
suboficiales que encendieran la luz del recinto, dado que no se podía ver con
claridad.
Al encender ésta, el facultativo pudo darse cuenta del estado en el que
estaba el detenido, el cual era deplorable. (...)

Pablo Daniel Canobra nació en la localidad
de Puerto San Julián, Santa Cruz,
Argentina. Es licenciado en Ciencias
Sociales y Humanidades, profesor Nacional
de Arte con Orientación en Música,
Especialista Superior, bibliotecario y posee
distintos postgrados de instituciones
prestigiosas de nuestro país. Actualmente se
desempeña en la docencia como maestro
especial.
Dos obras preceden el presente libro:
Amanecer Patagonia (2005) y Alcohol y
Cultura (2008).
DANIEL CANOBRA

martes, 24 de noviembre de 2009

Comis Luis













Del libro inédito “La intemperie”

Pasos


Si apenas consigo el sigilo del silencio
y el vórtice de la noche es un abismo
tal vez mañana ya no sea mañana
y tan sólo un barco rojo del olvido

si mis manos están vacías ya de vientos
y el conjuro no sea del espanto
andaré sin miedo la cornisa
y tu voz anunciará ya lo anunciado

si el presagio es un azar o una condena
y el peso de la culpa ya no pesa
estaremos muertos pedazos por pedazos
y la vida en desuso ya vivida

si te espero como siempre en el mañana
y avizoras un futuro de retazos
no me esperes a la vuelta del camino
que mis pasos ya no pasan por tu pasos.


Serenata para una mujer dormida


Los mundos errantes buscan su sol
y tu luna descansa en el arroyo de tus ojos
sutilezas de las formas que te admiro
y la solapa de la noche canta alegorías
que se nacen al murmullo de tu sueño

y así paso las horas a la sombra de la vida
despuntando la paciencia de las olas
de la mar que vas soñando
hasta que amanezcan tus ojos
en la nueva mañana de la vida.


Utaka


De qué hablan cuando hablan
las soledades
me pregunto alguna veces
mientras espero tu espacio
que me contiene y complementa

los pájaros también se lo preguntan
en el pequeño pulmón
de mi patria

y vas llegando a nuestro mundo-casa
y lo celebro
porque hay días
en que la soledad me pesa

y te cuento qué fantástico
es conocer palabras nuevas-viejas
hoy encontré una
mientras miraba las fotos
de Mónica Alvarado

utaka… utaka…

mientras espero tu espacio.


Tierra de humos

Tierra de humos…
de a ratos se te ven los hilos
el fueguito de la conciencia
ya no quema

ahora vienen con el hacha
nosotros nos esfumamos
en el olvido colectivo
siniestro y efectivo.


Nací en San Cristobal, Capital Federal, el 12 de enero 1971. soy meteorólogo, docente terciario, coordino el taller literario de la Subsecretaría de Cultura Provincial de Tierra del Fuego. Vivo en Ushuaia hace 21 años...
Ha publicado:
“Suaves palabras del alma” (2000)
“Caricias para el amor” (2001)
“Cuidemos nuestra salud” (2002)
“Azul oscuro” (2003)
“Contemplares” (2005)
“Adónde van los niños” (2007)
“Sombra de la memoria” (2008)
Antologías:
“Alas del pensamiento” Cen Ediciones (2002)
“Solamente Palabras” Centro de Estudios Poéticos (2003)
“Estrella Fugaz” Centro de Estudios Poéticos (2003)
“Calma Infinita” Centro de Estudios Poéticos (2003)
“Vivencias Secretas” Centro de Estudios Poéticos (2004)
“Luces y Sombras Hispanas” Centro de Estudios Poéticos (2004)
“Vivir Soñando” Centro de Estudios Poéticos (2004)
“Rayo de Esperanza” Centro de Estudios Poéticos (2004)
“Aires de Libertad” Centro de Estudios Poéticos (2004)
“Regalos del Alma” Centro de Estudios Poéticos (2005)
“Sueños Secretos” Centro de Estudios Poéticos (2005)
“Eclipse de Luna” Centro de Estudios Poéticos (2008)
“Impresiones y Recuerdos” Centro de Estudios Poéticos (2009)
“Palabras al viento” Centro de Estudios Poéticos (2009)
“Puente Azul” Puente Azul (2003)
“Historia breves” Editorial Dunken (2005)
“Castillo de cuentos” Editorial Dunken (2006)
“Cantares de la incordura” Editorial Dunken (2009)

Autores que le gustan:
Alejandro Pinto
Anahí Lazzaroni
Julio Leite
Fredy Gallardo
Claudia Sastre
María Silvina Ocampo
José Alazart
José Oviedo
Héctor Bravo
Dinko Pavlov
Oliverio Girondo
Mario Benedetti
Juan Gelman
Rafael Alberti
Los Machados
Miguel Ernández
Thomas Dylan
Ernesto Cardenal
Pablo Neruda

lunes, 16 de noviembre de 2009

Ossés Héctor Raúl "Gato"









Tempo





Mi madre ya murió. Tosió dos veces y murió.
Yo creía que esta anciana asmática, que nunca levantó la voz, sería eterna.
Existía antes que yo, pero existía también antes que otros viejos que parecían inmortales. Ahora pienso en la ventaja que tuvo siempre sobre nosotros; porque ella sabía que viviría hasta unos segundos antes de la eternidad.
Mi madre vivió si apuro, sin urgencias. Yo soy el único hijo sobreviviente. Mis hermanos mayores se cansaron de la perennidad y fallecieron maldiciendo el desatino generacional que los condenó a envejecer antes que la madre que los parió.

El árbol que ella plantó siendo una vieja, se secó. Las vacas, y otros animales con que pobló el latifundio, si bien se reprodujeron al principio, con el tiempo mutaron hasta degenerarse y convertirse en híbridos irreconocibles y estériles, incapaces de seguir la cadena genética.
El funeral de mi madre será un cortejo de bisnietos viejos y de sobrinos viejos. Los demás parientes ya no existen.

Y aquí estoy yo, único sobreviviente del linaje de una vieja empecinada en no morir; de una mujer contumaz, reincidente en décadas, en porfía permanente contra el calendario. Todavía está en el aire el barrilete que ella remontó ya ni sé cuando. Ahora caerá. El hilo se cortó. Sin embargo todavía hay un espacio físico, un agujero en la cocina. Todavía hay una vibración, una onda corta que permanece encendida. Aún perdura la indecisión en los espejos, se demoran un instante, como si estuvieran esperando otra figura, otro cuerpo.

Ahora que murió se desentumecerán los vegetales, la sangre de los mamíferos se recalentará y volverán los mosquitos, habrá bosta caliente en los potreros, hormigas, cucarachas y mariposas. En el preciso instante en que moría volvieron las golondrinas. Se habían ido el día que ella nació.

Cuando murió, el mundo dio un bostezo y se estiró cuan largo era, se puso de pie; un golpe de agua inundó las acequias de la huerta y arrastró hojas y pájaros muertos en un destape incontenible de agua turbia y remolinos.
Me pregunto que haré con las polleras, los collares y pulseras, las cremas, el pintalabios interminable, la palangana enlozada y todos los utensilios y abalorios que acumuló a lo largo de su existencia desmedida.
¿Qué hacer con el ropero que tiene, todavía, colgados los trajes de mi padre? Y están las cartas y postales y las fotografías de personas borrosas que ya nadie puede identificar ni explicar por qué razón estarían alegres o circunspectos. Ya nadie nos podrá decir algo de estos bebés sostenidos de la cintura por manos anónimas sobre mesitas decoradas con carpetas tejidas al crochet.
Miro estas cuatro muchachas disfrazadas para carnaval y nadie me responderá si alguna de ellas era mi madre cuando joven. Nosotros no la conocimos de joven. Todas estas fotos sin alguien que las explique, son pura basura.
Esta casa, sin la presencia de la difunta, está empezando a convertirse en basura.

Nosotros desapareceremos, seremos una mención en el catastro, apenas una cita en la crónica de este pueblo, un apellido viejo y un viejo solitario sentado junto a la ventana viendo pasar un mundo incomprensible, veloz, lleno de furia creativa, de constructores que ponen ladrillo sobre ladrillo y levantan edificios alrededor de esta casa decrépita, averiada de solo estar.

Me pregunto cuánto será de grande la energía. Cuán poderoso sería el arco que disparó mi flecha. El espermatozoide que fecundó ese óvulo. La mano que arrojó esta piedra. Me pregunto cuántas piedras habrá en la lona sobre la cual la muerte está jugando mi destino a la payana. Si no son infinitas.
Siento el temor de ser eterno.



Acerca de la nave de la tarde ninguno dijo nada. Tampoco de la choza que ardía en la llanura. Ni del caballo loco. Ni de la hacienda flaca que moría de pie lamiendo los alambres por la madrugada, tratando de beber la humedad ulterior a la helada nocturna, antes de que salga el sol y el calor la evapore.
Ni de los cimarrones que carneaban a campo más cerca del lobo que del perro. Nadie habló del chimango que abundaba en el aire como piojo emplumado. Ni de las moscas convertidas de pronto en negrura de nube.
Nadie decía nada.

Como si en una sartén gigante hicieran maíz frito ciento cincuenta mil demonios, crepitaba la tierra del fondo de la laguna seca. Escamas. Sólo escamas. Y la tierra blanca se volvía polvo que se iba por el aire hasta el mar furioso, verde, verde de rabia verde.
El viejo estaba sólo en su catre de tientos como un espantapájaros derribado por el viento. Alguien gritó. Algo gritó.
La grasa de los cueros se había derretido. Hasta el olor había desaparecido. Y pronto llegaría la hora del calor: un sol blanco, a plomo, incrustaría en los campos su clavo incandescente, una pica de luz, una vela encendida con la base en el cielo y el fuego en la tierra. Pero en la memoria del viejo, llovería. Llovería en el patio del recuerdo del viejo. Y otra vez se prometería -el viejo- dejarse llover encima del cuerpo desnudo derrumbado en el patio de baldosas rojas como una equis de carne. Espantapájaros corriendo junto al mar, paralelo al horizonte. Espantajo que goza. Cae la lluvia y él rompe en su carrera lo vertical de la gota millonaria, perfora la cortina, interrumpe. Agua de un tema de Alejandro Santos, notas como de agua, piano, voces de niños, rondas.

Salieron a explorar y vieron una nave en el exacto filo del horizonte navegando hasta perderse en la bruma de las reverberaciones, dislocada, descompuesta y vuelta a armar hasta desaparecer.

Ya no habría más lluvia ni agua en toda la tierra. Ni ríos, ni arroyos, ni estalactitas, ventisqueros ni glaciares, lagos lagunas esteros aljibes lágrimas ni fuentes. Esto era el principio, el principio del fin. Todo lo que se dijo se cumplía.

Enterraron al viejo luego de armarlo en el fondo de la fosa como a un rompecabezas. Y prepararon cuatro fosas y se acostaron, también.



fin

www.gato-osses.com
Héctor Ossés:

El “Gato” Ossés nació en Perito Moreno, en 1945; es hijo de Marcial Ossés, de Chubut, y Carlina Ruiz, santacruceña. Vivió en el campo los primeros años de su vida. En su libro “La Mujer Bruja” incluyó dos relatos en memoria de dos lugares principales: Cañadón Verde y Bajo Caracoles.
Cañadón Verde, hoy Paso Robillos, es el lugar adonde llegaron los pioneros. Allí poblaron los abuelos. Dice en un poema: “Venían mis abuelos de Las Lajas. Otros de Chile, España o Buenos Aires/ no importa de qué parte/ eran fundadores/ y no hablo de los latifundios que sólo nos dejaron el alambre”.
Ossés se cuenta a sí mismo en la letra de sus canciones. En la polka para Doña Elcira, escrita en homenaje a su tía, narra el viaje familiar desde Las Lajas, Neuquén, a Cañadón Verde. Comparte con su oyente el festejo de la noche de San Juan y presenta a su padre acordeonista.
Ossés se cuenta a sí mismo en Petrolero que va, y en Avutarda narra su preocupación ambiental, cuando nadie lo hacía, por las aves que confundían las piletas de petróleo con lagos de agua transparente.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Rossi Martín








1-

Álgidas púberes noctámbulas
noctes de noches Baco
exijo chispa materia
por carencia de trosso
carne imagen y miedo
sollozo puertas adentro
neonato punto agolpado
cuerpo de la línea
mi pasado y sus mundos
cisma de las tripas
bocado rancio de cardenal
disgusta y desgasta
la vida.



un rimero de libros
semiabiertos al sueño
de ser otra cosa,
una foto mamá
y el puñal de segrob.

Un grito no es nada
solo si es de niño
quiebra el silencio
a palmo de sol y celeste
bebiendo las tierras que desalientan
historia de mi historia
carnavales sin baile ni música
alas y vientres eternos
un surco en el alma del ojo
y el viento
alas y vientres.



4-

Osario ubérrimo la vida
madre ya está
engendrando el recuerdo
repliego artísticamente
me abrigo en su amor
degollando a los menos
insensible silencio sin sentido
verdad y cuento
construcción.
Brujos, negros y mañanas
con desayuno púdrete
el ahogo
hablando de ellos
¿Qué son?
Golems.



5-

Kospa otrora y no porta
culo ni antepecho
unir y venir de ocio
resultante, pía
suave, Sonia brinca
no seca no tumba
saboreasiempre
la barba espuela
ronquidos y antiganas
sexo bruto simión
acá no queda nada
adán es eva y viceversa


7-

Uso tu taza y tus gemidos
En una preparo la panacea de muérdago
Con los otros me masturbo.
Tu ropa, santo perfume de algodón
opio de mis erecciones
anclado en los recuerdos lisérgicos
que abren el día.
Desde Artaud, el Flaco me enseña conjuros
tus danzas cabalgatas
Y el calor de los veranos
ayudándome a penetrar y sujetar tu carne.
Eléctricas contracciones, mortales, me detengo.
Respiro profundo y te observo.
Regreso, palpo el fuego mar adentro
con mi Pluma de Jade, dedos
y el río de mis fauces.
Oculto en el cosmos de tu locura
un punto es el éxtasis
donde deseas que me pare
salvaje, a ciegas, haciéndote explotar.
No existe placer mayor que tus manos
Enseñándome las claves y senderos
de tu Ser.

13-

Cromatografeo con saña
hasta parar de hablar
opto
clavo una estaca en mi saliva
potencia mágica.
Gente como vos tengo kilos
remeras baratas y jeans
un amigo del barrio
pelotas de cuero desgajadas
viejas putas y gruñonas
todo.
El invierno del ojo
me arruga el bulto
prométeme por lo menos las tripas
obliga mis acciones
no guardes en la testa
ideas que dos veces me nieguen
banderas ni explosivos
me criaron eje
con apetito inmoderado
mono con pico.
No van a saludarme
el sudor y el niño
latiendo en mi carne
me cubren
sí por perverso
élitro y cuenco de sus dotes.
Precoces tumbas cavo
en cada uno de mis sueños
barco scyldo
hacia Nóvgorod
mi lugar.




Oscar Gerardo Martín Rossi nació tan lejos de aquí, que ya no se sabe donde. Dice que le fascina la Patagonia, pero la odia cuando hay viento. Es vendedor ambulante por opción y en las noches estudia para ser cleptómano. Una vez fue a la escuela, en Buenos Aires, pero afortunadamente ya no tiene ese vicio.Hoy vive en Pto. Madryn y creer ser mas feliz que ayer.

sábado, 7 de noviembre de 2009

De Boer Miguel Angel





TIEMPO

Si te preguntan


cuanto te tuvieron

cuanto te torturaron

cuanto hace que te pasó



Es porque ignoran



que alli

donde se vive la muerte



los días

las horas

los minutos

los segundos

son fugaces y eternos





ACLARACIÓN



Lo que ustedes tienen que entender

es que:

como se portan mal

les tenemos que hacer chas chas en la cola





Y…ahora hablá pibe…o te reviento…hijo de puta…!!!







HIGIENICOS



I



Uno de ellos

agotado

dejó de pegarme

y se puso a lavar la vajilla

( la puta que los parió aquí nunca limpia nadie)



Luego

acomodó las cosas

se secó las manos mirándome

con la mirada mirona



y continuó apaleándome

me / ti / cu / lo / sa / men / te





VERANO ( Se dieron el gusto)

(Poema escrito durante la Guerra del Golfo)

Se dieron el gusto los señores de la guerra
En nombre de Dios o Allah
(que importa)

Los fuegos de artificio están en su apogeo
La carne humana arde bien
¿Hay un (1) loco?

La mentira / el fraude / la hipocresía
también matan
No hay máscaras antiinflacionarios (ni antirrecesivas)
Solo el antídoto de la paciencia
(petición obscena)

El mar sigue infectado de sangre / de petróleo / de mierda
(¿mudará la impotencia humana en lucidez histórica?)

La idiotización es un martirio de dolor que succiona nuestras almas

Están encarnizados en la fragmentación de nuestra almas
Urge que procuremos poseernos a nosotros mismos
Nos habitemos

Y engendremos un destello milagroso que malogre el impune deterioro
De la libertad estrujada
De la inocencia supliciada.


ME DEJARON TU PULOVER VERDE(*)


Me dejaron tu pulóver verde
cuando te fuiste

Llevándose el verano aquel
el del cielo tibio que con sus noches
nos guarecía del mundo entero en nuestro lecho

Cuánta dicha encontraba entonces mi anhelo
En tu sonrisa
En las palmas de tus manos
En tus suaves cabellos recorriendo con ternura
todo mi cuerpo

Me dejaron tu pulóver verde
cuando te fuiste

Dejándome tu aroma
que mil veces olí desfalleciente
evocando tu mirada
añorando tu desnudez
la tersura de tus labios
y esas palabras que no podrá borrar el tiempo

Porque no pudo el odio
ni la avasallante muerte
desterrar mi amor
ni mi carne dolida cedió al intento
de que me robaran tu recuerdo

Me dejaron tu pulóver verde
cuando te fuiste
Pero no pudieron llevarte
porque estarás conmigo
para siempre

(*) A María Haydée Rabuñal, estudiante de Medicina, cordobesa, querida esposa y compañera.



CONTRAMAESTRE, MAR Y VIENTO

A mi padre: Dn.Wietze (Guillermo) Klass (Claudio) de Boer



El mar alguna vez se le prendió del costado, haciéndolo vicioso de horizonte, tiempo después de haber aprendido, en el campo, a disponer del paisaje. Tal vez por eso tenía los ojos tan profundos, de sal, de tiempo y de distancia, éste hombre del que estoy hablando.

El mar es un conquistador de espíritus. Estemos cerca o lejos, siempre nos alcanza. ¿Cómo entonces a él no lo iba a encadenar con sus anclas de ausencia?

Casi toda su vida le dió el contramaestre, en el vientre salobre y desnudo del muelle, donde olían los barcos a petróleo y se esparcían, entre las nubes, los cuentos y las carcajadas.

¿Cómo dudar entonces, que le dolió el descanso, que odió que lo jubilen, que le quitaran lo suyo, esa dulce poesía que le encontró al trabajo?

Pero disimulaba. Hablaba de libros, sueños, hacía proyectos, se la pasaba contando. Pero ¿Quién no lo sabía?¿A quién le cabían dudas que mucho del gigante estaba templado en algas, en mangueras y viento, ese mismo viento que, de joven, solía acompañarlo cuando recorría leguas al galope para ver a su amada?

Hay una forma antigua de ser grande, hay algo que llevan estos tipos que crecen por dentro, un modo de juntar los pedazos de su vida y las arman en esa mezcla rara que llamamos alma. Y eso asoma. En la locura de treparse a las torres, de pararse en las proas de las lanchas burlándose de las tormentas, danzando, de no frenarse nunca ni con la edad ni con nada, menos aún si de ayudar se trata. Le salía por los poros al grandote tozudo e ingenuo. Convencido que la vida era para vivirla y que Dios estaba de su lado pasara lo que pasase.

Por eso, hasta la muerte, cuando vino a tumbarlo, tuvo que pedirle permiso, invitándolo respetuosamente a subirse a su coche de gusanos y olvido.Y sólo porque él aceptó, ya cansado, pudo llevarlo. Ya había fracasado otras veces, sabiendo con quien se enfrentaba, mientras él se divertía, jactándose con sus anécdotas, riéndose, aún de las penas.

Por eso es preferible no decir nada. Es mucho tamaño, mucho esfuerzo para poder apreciarlo con palabras.

Por eso mejor callarse y recordar al hombrón en silencio. Así no queda el vacío, sino el amor que él nos dejó por siempre. Eterno.

Miguel Angel de Boer . 17/06/99

Nació el 3 de Marzo 1950 en Comodoro Rivadavia - Chubut- Argentina
- Miembro fundador y ex presidente de la Colectividad Sudafricana de la
Provincia del Chubut
- Ex Presidente de la Asociación de Comunidades Extranjeras de la Provincia
del Chubut
- Ex Presidente de la Seccional Comodoro Rivadavia de la Sociedad Argentina
de Escritores (SADE)
- Miembro de la Sociedad de Escritores Argentinos (SEA)
- Condujo programas (temas culturales y científicos) en radio y televisión
- Cónsul argentino de Poetas del Mundo

- Miembro del Foro Internacional por la Literatura y la Cultura de la Paz en la Argentina (IFLAC)

- Miembro de Amnistia Internacional Argentina


PUBLICACIONES
- De artículos, ensayos, poesías en medios gráficos locales, regionales,
nacionales e internacionales, como asimismo en diversas paginas de internet

Libros:

- Desarraigo y depresión en Comodoro Rivadavia (y otros textos)-
Ed. Ediciones - Comodoro Rivadavia. 1993. Agotado. Chubut. Argentina
- Anuario sobre Latinoamérica - Latin - Amerikaarboka 2002 - Latin-
Aamerikagrupenne i Norge 2002 - Publicado por el Comité Noruego de
Solidaridad con Latinoamérica - Oslo. Noruega
- Poemas y Canciones - Ed. Ultimo Reino - 2003 - Ciudad de Buenos Aires -
Argentina
- Pace e Libertá la battaglia delle idee - Antología de poesía - Ed. La
Comune - 2005 - Roma. Italia
- stand@rt World Anthology of Contemporary Poets - 2005 stand@rt , Romania,
Europe

- Pura Luz Contra la noche – Antología poética – Ed.De Los cuatro vientos – 2006 – Buenos Aires – Argentina

- Memoria, Verdad y Justicia – ( A los 30 años x los treinta mil) – Madres de Plaza de Mayo Linea Fundadora- Ediciones Baobab – 2006 – Buenos Aires – Argentina

- Letras del Mundo 2006 – Antología – Editorial Nuevo Ser – Buenos Aires – Argentina

lunes, 2 de noviembre de 2009

Román Diego





De juga dora


urru


(...)

prácticas en el techo, irse
de camping al techo.
en el techo no tener mamá
ni

putita

que te

parió

(...)

qué quiero que me digas:
libros
montones de
en su casa había libros por
todos lados, y no era una
casa muy grande, más bien
una casa muy chica, había tantos
librotes que no se podía
coger en ningún lado,
te reís, reíte,
reíte reíte reíte
pero me la
pasé controlando
que no se me viniera encima
un socotroco que decía “garcía”
o “gracia” o “glaciar".

(...)

a su turno,
urrutia tacha
lo que no corresponde

el breca

(...)

¡inminente!
esto no vá más
me anda gente por atrás
y yo duermo en un carro:
y fue una horrible horrible
tarde, mamá era
puta de las manos,
las metía donde otros
arrugaban. urrutia también
es puto de la cabeza, lo que más
te seca es ser puto de la cabeza:
dejó de oler, ya no calcula diez
centímetros
con pulgar e índice.
usa la compactera de cenicero.
una vez se murió tres días,
seguidos. faltó a trabajar.

(...)

reventadez

¿revisaste bien? ¿re
visaste? yo lo que necesito
es un pan adulto, lo que
necesito es quedar tiznada
de una espalda masiva,
un ángulo rojo que me ataque
mientras me arremango la falda.
marcia es una
oledora de azufre, vosos carla, con
voses distinto, gotear con vos es
divertido
bestia chupífera
con vos es
ponerse una de la
otra extrañas, beber
metales rubios una
y otra. como dora somos
ojos, como dora perdemos el
habla pero seguimos per
fectamente digitales. vos
harías la tortilla y yo
aprendería a llevármela a
la boca, clara mi amor
clara clara como mil veces

(...)

desnudez automotriz
aún en bolas no estoy
sola: mis amigas de paja
me hacen vientito en la boca.

(...)

el end

(...)

mirar más rápido
usar una cabeza milimetrada
confiarle la vida
a un encendedor.

el breca

hola soy portátil actúo
por defecto


Nacido en San Rafael, Mendoza, Argentina, el 21 de abril de 1976, Diego Román formó parte, junto con Ariel Williams, Claudia Sastre, Washington Berón, entre otros poetas, del "Grupo Literario Verbo Copihue". Libros: Cariátide, 1999, y lado mascota, 2000, en formato CD audio/CD-ROM, el cual contiene un libro y textos grabados con aplicación indiscriminada de efectos y chicles. Juga - dora, es su último libro, el cual es inédito. En el año 2005 asistió al Congreso Nacional de Poesía, realizado en Buenos Aires, con auspicio de la Asociación de Poetas Argentinos (APOA).